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Cancún busca un pacto a la baja que acepten EE UU, China y Japón

Los países negocian contra reloj para salvar la cara entre acusaciones de bloqueo - "¿Cómo podremos insistir en que el calentamiento es muy importante?", dice la UE

La Cumbre del Clima de Cancún se dirigía en sus últimas horas hacia un acuerdo de mínimos. La ambición en la negociación entre los países se vio reducida con el fin de que China, EE UU, Japón, Arabia Saudí y Bolivia -por distintos motivos, los países más duros en la negociación- entraran en el acuerdo. En la tarde de ayer (medianoche en la Península) los negociadores recibieron los dos borradores de acuerdo.

Los textos eran suaves, aunque en Naciones Unidas todo es posible, incluso que en el último minuto cualquier país tumbe el pacto, ya que se exige unanimidad. No hay una alusión a que en algún momento se deberá alcanzar un tratado legalmente vinculante que limite las emisiones, como pedía la UE. En su lugar, el texto que remite a que se buscará un "resultado acordado" tras discutir "las opciones legales".

En el borrador no consta la petición de la UE de que sea un tratado vinculante
México ha hecho de puente entre los países ricos y pobres

La Comisaria europea de Cambio Climático, Connie Hedegaard, abrió con una premonición una jornada que se preveía larga: "Queremos ir hacia Durban (donde se celebra la próxima cumbre), no hacia Doha". La alusión a la eterna ronda para liberalizar el comercio mundial dio idea del pesimismo reinante. "Si hay acuerdo será muy, muy de mínimos", resumió una fuente de la negociación.

Después del fracaso de Copenhague, Cancún buscaba "recobrar la confianza" en el proceso de Naciones Unidas y mantener viva la negociación. Los esfuerzos de la presidencia mexicana para ejercer como puente entre países ricos y pobres funcionaron. El tren siguió en la vía aunque los avances fueron muy tímidos.

La delegación japonesa traía la orden desde Tokio de no aceptar de ninguna forma un segundo periodo del Protocolo de Kioto. Su argumento es que el mundo ha cambiado desde 1997 y que el protocolo solo cubre ya el 27% de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo. EE UU y China están, por distintos motivos, fuera de las obligaciones de Kioto. El resultado fue un texto que aceptaba prorrogar Kioto más allá de 2012, pero solo si había avances similares en la otra vía de negociación, la que busca límites de emisiones también para EE UU y China. Hay quien interpretó esto como la muerte de Kioto.

El borrador incluía partes que gustaban a organizaciones ecologistas como Greenpeace, como el hecho de que aludiera a que hacen falta mayores recortes de emisiones que los ya anunciados para poder "limitar el aumento de la temperatura por debajo de los dos grados". También hay alusiones a las recomendaciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC). Esta mención es la prueba de lo lenta que va la negociación. En 2007, en la cumbre de Bali, la cita al IPCC acabó en un pie de página por la resistencia de la Administración de Bush, que consideraba que tarde o temprano se le volvería en contra y le obligaría a recortar la emisión de CO2. Tres años después, y con mucho sudor, la cita sube al texto. Así son las cumbres del clima.

El texto -que anoche estaba a falta de la votación- "toma nota" de los compromisos que los países enviaron voluntariamente a la ONU tras la Cumbre de Copenhague. Esa era la principal aspiración de la mayoría de los países de la cumbre: anclar en Naciones Unidas el Acuerdo de Copenhague de hace un año. El documento pide que las emisiones toquen techo "lo antes posible" teniendo en cuenta que las de los países en desarrollo tardarán más tiempo en llegar al máximo.

También se ve reflejada la gran aspiración de EE UU, la necesidad de auditar las emisiones de China. El borrador plantea que los países en desarrollo medirán sus propias emisiones siempre que no utilicen ayuda internacional, y que será auditada si la reducción de emisiones se realiza con dinero de los países desarrollados. China, India, Brasil y demás gigantes deberán enviar (no es una obligación) cada dos años un informe sobre la evolución de sus emisiones que estará sujeta a una "consulta internacional" que no será "ni intrusiva, ni punitiva y respetará la soberanía nacional". China siempre temió la petición de transparencia como un ataque a su soberanía, ya que a partir de las emisiones se puede intuir la evolución de la economía.

La necesidad de pacto era urgente y se buscó de todas las formas posibles. Como expresó Hedegaard: "¿Cómo podemos volver a decir que el cambio climático es muy importante pero que, una vez más, no hemos conseguido un acuerdo?".

La redacción de los acuerdos estaba en principio pactada entre los países representativos. Pero la duda es si esta vez valdría. En el pleno final, generalmente largo, farragoso y diplomático, cualquier país puede oponerse a cualquier punto, así que hasta que todo está acordado, nada está realmente acordado. En Copenhague, en el último minuto Bolivia, Venezuela, Nicaragua y Cuba consiguieron evitar que la ONU hiciera suyo el acuerdo que las potencias habían apoyado.

Si este año los amagos de boicoteos y las protestas fueron mucho menores (solo Bolivia se salió de una reunión) se debió en buena parte a la presidencia mexicana, que ha hecho de puente entre países ricos y pobres y ha evitado reuniones a puerta cerrada que hacen que algunos países en desarrollo se sientan ninguneados. En Copenhague, la actitud poco dialogante y rígida de la presidencia danesa ayudó a descarrilar la negociación.

Hedegaard respondió a las críticas del sistema de negociación en la ONU: "¿Alguien cree que sería más fácil en el G-20? ¿Que China y EE UU se pondrían de acuerdo en el asunto de la transparencia de las emisiones fácilmente? Este es el sistema que tenemos y el único en el que están todos los países del mundo". Es lo que hay.

Activistas de Greenpeace demandan "esperanza" para luchar contra el cambio climático en la playa de Cancún.
Activistas de Greenpeace demandan "esperanza" para luchar contra el cambio climático en la playa de Cancún.REUTERS

Vegetarianos en el matadero

Organizar una cumbre ambiental en Cancún es como reunir un grupo de vegetarianos en un matadero. Los hoteles, muchos de los 70 y 80, varios de empresas españolas, han devorado el manglar. Los edificios se alzan durante decenas de kilómetros en mitad de inmensas superficies arboladas; las iguanas se esconden de los negociadores de todo el mundo, muchos con la pulsera del todo incluido bajo la manga de la chaqueta.

El Gobierno de México, tras un intenso debate interno, seleccionó Cancún como emplazamiento para la decimosexta Cumbre del Clima. Fue por la seguridad, ya que los hoteles todo incluido son fáciles de asilar -están diseñados para ser una burbuja-. Pero también porque con la cumbre dividida en varios edificios es imposible que las ONG interrumpan las negociaciones, como hicieron en la anterior cita en Copenhague.

Pero la cumbre ha puesto sobre la luz la destrucción del litoral de la manga de Cancún, muy similar a la que sufre España. En la zona hay 40.000 plazas hoteleras que visitan al año unos tres millones de turistas. El Ejecutivo de Felipe Calderón llegó hace cuatro años y ha tenido fuertes choques con los hoteleros, algunos españoles, por sus planes para construir sobre los manglares, según fuentes de las negociaciones. Un informe de Greenpeace de 2009 criticó a empresas como Riu y Sol Meliá por sus actuaciones en México y puso como ejemplo un hotel del que NH tiene el 20% en el estado de Quintana Roo, cerca de Cancún, construido en 2006 en un manglar.

El Observatorio de Multinacionales en América Latina, de la ONG Paz con Dignidad, ha definido Cancún como "el paraíso de la explotación". Afirma que "muchos de sus habitantes subsisten con un salario que no supera los 150 euros al mes en esta ciudad, la más cara de México después de Monterrey".

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