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Reportaje:

Caza de orcas frente a Cádiz

Pescadores del Estrecho atacan a las orcas y llegan a matarlas en la lucha por el cada vez más escaso atún rojo

Mire la foto de la derecha. Una orca macho de unas cinco toneladas y 20 años yace muerta en la cubierta de un pesquero. La imagen no está captada en Haití, Liberia, Bahamas, Japón o cualquiera de esas zonas sin ley o con apetito por los cetáceos. La foto está tomada en un lugar del Estrecho de Gibraltar un día de agosto de 2004. Su autor es el coordinador de la red de varamientos de cetáceos en el noroeste de Marruecos, el veterinario marino Álvaro García de los Ríos y ese día tomó la que probablemente es la única prueba directa de algo de lo que los informes alertan desde hace años: la caza de orcas en el Estrecho.

Pero antes de volver a la orca muerta en el buque, es necesario explicar las complejas relaciones del triángulo, pescadores-atún-orcas del Estrecho. La clave está en el atún rojo. Los bancos de atunes (cada ejemplar pesa cientos de kilos) cruzan el Estrecho dos veces al año. En primavera van a desovar al Mediterráneo y en verano vuelven al Atlántico. El atún rojo gusta tanto encebollado en Barbate como crudo en Japón. El precio se ha disparado y con él las capturas, el número de pescadores y los buques que los persiguen.

Pero los pescadores españoles y marroquíes que acechan a los atunes en su doble viaje no están solos. Una población de unas 30 orcas acude entre abril y agosto al Estrecho desde las aguas de Noruega a cazar atunes.

Tradicionalmente, las orcas acechaban a los atunes durante media hora: en la persecución, orca y atún podían llegar a recorrer ocho kilómetros. Cuando los atunes caían exhaustos eran devorados. Eso era tradicionalmente, porque en los últimos años, con la proliferación de la pesca del atún, las orcas han mejorado la técnica. "Las orcas, que son muy listas, han descubierto que se cansan menos si dejan a los pescadores el trabajo duro, cansar al atún, y se lo arrebatan cuando están a punto de sacarlo a flote", explica De los Ríos, que trabaja en Ceuta.

La técnica es especialmente útil en verano, cuando decenas de barcos se lanzan a la pesca de la piedra: los pescadores tiran una piedra al mar con un sedal atado; cuando la piedra llega al fondo, el sedal se suelta y el anzuelo comienza a subir hacia la superficie. En esa subida a gran velocidad, el atún pica el anzuelo al confundirlo con otro pescado.

Los pescadores tardan horas en fatigarlos hasta subirlos a bordo. Y es ahí cuando espera la orca, que de un bocado puede llevarse medio atún, con preferencia por la ventresca, lo mejor del atún.

"Las orcas son unas hijas de puta. Nosotros hacemos el trabajo y ellas se quedan el atún", explica un pescador de Tarifa, que prefiere no ser identificado. Es fácil entender la frustración del pescador. Y mucho más ponerse en su piel si se tiene en cuenta que el precio del atún alcanza los 9 euros el kilo: un atún de 500 kilos puede valer 4.500 euros.

Los cálculos sobre el impacto de las orcas en la pesca del atún son dispares: mientras algunos biólogos afirman que es menor, un estudio de la Centro de Conservación, Información e Investigación de Cetáceos (Circe) calculó que las orcas se llevaron en 2004 el 20% de los atunes y que la cifra ascendía al 50% en 2005. "Al haber cada vez menos atún las orcas persiguen mejor a los pescadores. Antes, subían 10 atunes a la vez, con que la orca podía coger uno pero escapaban nueve; ahora suben menos atunes y la orca puede arrancar un porcentaje mayor", afirma Renaud de Stephanis, presidente de Circe.

Así que, cuando ven una orca, los pescadores a menudo la atacan: "Les tiramos piedras, bengalas, arpones, pero no les hacemos nada, son muy duras", admite este pescador de Tarifa. Esto es lo más que reconoce un pescador, pero según De los Ríos, y como demuestra su foto, hay más: "Utilizan arpones grandes y les llegan a disparar". Una de las orcas con nombre del Estrecho, Bartolo, tiene la aleta dorsal deforme de un disparo de hace 25 años.

Si saber lo que pasa a este lado del Estrecho es complicado; mucho más es conocer qué ocurre en la orilla marroquí. Juan José Castillo, del Centro de Recuperación de Especies Amenazadas de Málaga, afirma que "se dice que en Marruecos les disparan, pero nadie lo ha visto". Un informe de marzo de 2006 del Convenio de Naciones Unidas para la Protección de Cetáceos en el Mediterráneo (Accobams) señalaba: "Varios ejemplares de la población del Estrecho han sido reportados muertos en Marruecos en los últimos años (2 en 2004 y 6 en 2005) aunque las informaciones no fueron confirmadas". Confirmar el número de ejemplares muertos es imposible, pero cinco orcas muertas ya son demasiadas para una población apenas viable de unas 30 orcas.

La orca está catalogada en España como vulnerable. Los científicos intentaron en 2004 catalogarla como "en extinción" pero la propuesta no prosperó. A nadie le interesa tener una especie en extinción en el Estrecho, uno de los lugares del mundo con más tráfico marítimo, ruido, pesca y polución.

Expertos como De los Ríos o Pierre Gallego, que colabora con la Whale and Dolphin Conservation Society, planean denunciar el caso del Estrecho a la Comisión Ballenera Internacional. Si la Comisión investiga el caso, no sólo Islandia, Noruega o Japón tendrán que explicar las fotos de las ballenas muertas. España y Marruecos deberán responder por la foto de De los Ríos.

En defensa de la almadraba

Los problemas entre los atunes y los pescadores se producen en verano con los pescadores a la piedra, pero un informe del Ministerio de Medio Ambiente apunta también a la almadraba un arte de pesca que consiste en poner una red junto a la costa en la que quedan atrapados atunes que van al Mediterráneo. El informe, de los años 90, afirma: "En la zona del golfo de Cádiz se ha observado que las orcas que se adentran en las almadrabas provocan reacciones agresivas de los vigilantes de estas instalaciones (lanzamiento de objetos, disparos con armas de fuego, agresiones con arpones...); en algún caso, seguramente, pueden llegar a provocar heridas graves e incluso la muerte de algún ejemplar".

Los pescadores niegan que haya problemas con la almadraba. Diego Crespo, presidente de la Organización de Productores Pesqueros de Almadraba, que crea unos 400 puestos de trabajo directos y otros tantos indirectos: "Las orcas y las almadrabas han coexistido durante 3.000 años sin problemas. Las orcas pueden alejar o acercar los atunes a la almadraba, pero no hay problemas".

Raúl García, responsable de pesquerías WWF/Adena, niega los disparos en las almadrabas: "Llevamos años trabajando con las almadrabas, una de las pocas artes de pesca sostenibles y milenarias. De hecho, las orcas a veces llevan los atunes hacia la almadraba y no hemos visto ni disparos ni nada parecido".

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