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Una intervención pionera

Culmina con éxito la primera fase del trasplante de cara en España

Los médicos consideran que las 72 horas siguientes a la operación serán clave - Los familiares del donante fallecido aceptaron expresamente la intervención

El Hospital La Fe de Valencia efectuó entre la tarde del martes y la madrugada del miércoles, durante 15 horas, el primer trasplante de cara realizado en España y el octavo del mundo. El receptor fue un hombre canario de 43 años al que le trasplantaron también la mandíbula, la lengua y la parte superior del cuello. El donante tenía 35 y falleció a causa de un accidente de tráfico. Todo el personal que intervino en la operación, hasta 30 personas según informó el Ministerio de Sanidad, pertenecía al centro público salvo el doctor Pedro Cavadas, director del trasplante, y su pequeño equipo, que forman parte de la privada Fundación Pedro Cavadas, que cuenta con un convenio con el departamento de Sanidad valenciano para llevar a cabo trasplantes de extremidades y de rostro en La Fe. El médico se limitó a declararse "muy satisfecho" por la marcha de la operación y dejó los detalles para dentro de "10 o 12 días".

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El hermetismo, que también mantuvieron el Ministerio de Sanidad, el Gobierno valenciano y el hospital, fue roto a media tarde por el consejero de Sanidad, Manuel Cervera, quien, en un vídeo colgado en la web de la Generalitat, aseguró que el paciente evolucionaba "favorablemente", pero que era necesario esperar antes de considerar la operación un éxito. Fuentes sanitarias indicaron que las 72 horas siguientes a la finalización del trasplante son claves para determinar su viabilidad.

Las mismas fuentes aseguraron que el donante sufrió el accidente en un radio "cercano" al hospital, es decir, en la provincia de Valencia o en otra limítrofe. Y que el trasplantado se encontraba desde hacía días en la ciudad y estaba localizado de forma permanente.

El estricto protocolo de actuación se activó a mediados de junio, después de que La Fe obtuviera el último permiso necesario para practicar la operación. El protocolo se suspendió durante el tiempo que el doctor Cavadas permaneció en África, donde su fundación ofrece atención médica de manera altruista. Su reactivación estaba prevista para el lunes. Sólo un día más tarde empezó la intervención.

La secuencia de hechos no se distinguió inicialmente de la propia de cualquier trasplante. Una vez constatada la muerte encefálica, descartadas posibles contraindicaciones (tumores o infecciones), y comprobada la compatibilidad, los médicos preguntaron a los familiares si conocían la voluntad del fallecido. En otras palabras, si se oponía a ser donante. Lo normal, cuando tal oposición no existe, es que los médicos obtengan una autorización general para trasplantar todo lo que resulte útil. En el caso de la cara, sin embargo, al igual que ocurre cuando se trata de extremidades, los médicos lo plantean expresamente. Al terminar la extracción, al fallecido le fue colocada una mascarilla (en caso de extremidades se implantan prótesis cosméticas) con vistas al velatorio.

En cualquier trasplante el tiempo adquiere una dimensión capital. El trasplante de riñón suele realizarse al día siguiente de ser extraído. El de hígado tiene un límite aproximado de ocho horas. El de corazón o pulmón, de apenas dos. Fuentes conocedoras de la operación realizada en Valencia aseguraron que en este caso, dada la falta de experiencia, el plazo fue todavía inferior. La alta complejidad tanto de la extracción de los tejidos como de la colocación posterior en el receptor, que implica decenas de operaciones de microcirugía, explican la maratoniana duración de la operación.

Explican igualmente el inusualmente elevado número de personas que, según el Ministerio de Sanidad, intervinieron en la operación. Pero el trasplante en sí fue realizado básicamente por dos médicos, Cavadas, y, presumiblemente, su compañero en la fundación Luís Landín, que estuvieron apoyados por otros dos cirujanos, un número reducido de anestesistas, y una decena más de personas entre enfermeros y auxiliares. Muchos otros profesionales, desde los técnicos de la Organización Nacional de Trasplantes hasta sus enlaces en Valencia, tuvieron un papel esencial para que la intervención fuera posible.

La escasa experiencia acumulada señala que si todo marcha bien harán falta al menos seis meses para que el paciente empiece a desarrollar una actividad normal, y que el proceso de rehabilitación se extenderá durante dos años. El trasplantado deberá tomar medicación durante el resto de su vida para reducir la probabilidad de rechazo.

Y requerirá tratamiento psicológico. "Necesitará años de ayuda profesional para reestructurar su personalidad. Para adaptarse y enfrentarse a su nueva vida con un nuevo rostro", explicó Miguel Gutiérrez, vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría. Deberá someterse a una "terapia de adaptación a la vida", añadió el catedrático de la Universidad del País Vasco José Guimón, "porque es gente que normalmente ha vivido aislada y limitada por la deformidad del rostro", informa M. R. Sahuquillo.

La Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética estimó que, una vez abierto el camino, España podría realizar 10 o 12 trasplantes de cara al año. Pero eso no obsta para que vaya a ser una carrera de obstáculos. El coordinador nacional de la Organización Nacional de Trasplantes, Rafael Matesanz, dijo sentirse preocupado por la filtración de ciertos detalles sobre la identidad del donante por parte de Sanidad: "Tenemos pendientes otros dos receptores y el mensaje a la población, si se dan datos de la persona que ha donado la cara, no es realmente positivo".

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