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El teólogo Charles Curran, separado de su cátedra por el Vaticano, pide que le expliquen de qué se le acusa

Washington El sacerdote y teólogo norteamericano Charles Curran anunció ayer que no está dispuesto a aceptar su destitución como profesor de Teología Moral de la universidad Católica de América, ordenada por el Vaticano como represalia por su negativa a retractarse de sus puntos de vista en materia de moral sexual (véase EL PAÍS de ayer). En una conferencia de prensa, Curran pidió al Vaticano que informe quién y de qué se le acusa. "Una de las grandes conquistas de un sistema democrático es conocer quién nos acusa y de qué nos acusan", señaló.

Curran, que fue interrumpido en una ocasión por los aplausos de los alumnos que asistían a la conferencia de prensa, dijo ser fiel a las directrices de la Conferencia Episcopal norteamericana y acusó abiertamente: al cardenal Joseph Ratzinger, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio), de no haber permitido su defensa.La Congregación para la Doctrina de la Fe hizo pública el pasado lunes la carta, firmada por Ratzinger, en la que se comunicaba a Curran que no reunía las condiciones necesarias para ser llamado teólogo católico.

Curran ha manifestado clara mente sus puntos de: vista en di versos temas de sexualidad, y así, en su obra Issues in sexua and medical ethics, escribió: "Propongo que la indisolubilidad permanezca como un objetivo y un ideal para el matrimionio cristiano, pero los cristianos, sin falta personal a veces, no siempre son capaces de vivir ese ideal".

Asimismo, sobre el aborto y la eutanasia, Curran afirma en otro libro: "Mi enseñanza constituye un desacuerdo con la enseñanza de la autoridad de la Iglesia sobre el momento en el que se inicia la vida humana y cómo se pueden resolver las situaciones conflictivas, pero mi desacuerdo no es muy grande".

Acerca de la masturbación, relaciones prematrimoniales y homosexualidad, el teólogo afirma en Contemporary Problems in moral theology que, personalmente, ve "ocasiones en las que relaciones sexuales realizadas fuera del matrimonio pueden no ser moralmente condenables".

El padre Curran, de 52 años, fue ordenado sacerdote en 1958 y comenzó a enseñar en la universidad Pontificia estadounidense en 1965. Dos años después, el consejo de administración de la universidad decidió no renovarle el contrato, pero el claustro de la facultad de Teología se declaró en huelga, secundada por los estudiantes, y Curran no sólo recuperó el puesto docente, sino que fue nombrado. catedrático de Teología Moral.

Al año siguiente, Curran criticó, con otros 660 teólogos, la encíclica Humanae vitae que el papa Pablo VI acababa de publicar, lo que provocó una intervención de la autoridad eclesiástica.

Libertad académica

La comisión nombrada para resolver el conflicto emitió un veredicto favorable a Curran, basándose en que las acusaciones eran infundadas y en la necesaria defensa de la libertad académica contra ataques externos.

La primera intervención del Vaticano, contra el que entonces era ya presidente de la asociación de teólogos norteamericanos, se produjo en 1979, al enviarle una carta la Congregación para la Doctrina de la Fe.

En la misma se le exponían a Curran los "errores y ambigüedades" de sus afirmaciones sobre ética sexual y se le pedían aclaraciones.

Tras una respuesta del teólogo, el 17 de septiembre de 1985, el cardenal Ratzinger le envió un ultimátum, aprobado por el Papa, en el que le invitaba a retractarse porque sus afirmaciones violaban "las condiciones necesarias para que un profesor sea llamado teólogo católico", y le daba unos meses de reflexión.

Entrevista con Ratzinger

En marzo del presente año, Curran viajó a Roma y se entrevistó con Ratzinger. El pasado 11 de marzo, ya en Estados Unidos, Curran ofreció a Ratzinger dejar de enseñar ética sexual sin retractarse de sus opiniones y sin renunciar a dar clases de teología moral ni a la calificación de teólogo católico.

Pero la Santa Sede no aceptó esta propuesta y decidió suspender su licencia para enseñar en una facultad eclesiástica.

Un portavoz de la asociación norteamericana de profesores de universidad, que representa a unos 52.000 miembros de todo el país, dijo que Curran había consultado hace varios meses sobre los recursos legales a los que tiene derecho un profesor universitario cuando es destituido. El portavoz señaló que el recurso puede durar hasta tres años y costar decenas de miles de dólares en gastos legales.

Según la legislación norteamericana, una vez que un profesor conoce la orden de destitución puede solicitar la formación de un comité de facultad para recurrir la decisión. El comité se convierte en un tribunal ante el que están representadas las partes y el tribunal está capacitado para llamar a testigos y realizar interrogatorios y careos. Aunque este tipo de tribunales han sido invocados en varias ocasiones en universidades católicas norteamericanas, el caso de Curran no tiene precedentes, ya que es la primera vez que el Vaticano pide a una universidad norteamericana que destituya a uno de sus profesores. En este caso, el tribunal universitario deberá decidir entre un colega y la petición de Vaticano.

La universidad Católica de Washington, considerada como una universidad pontificia, tiene una relación especial y una serie de obligaciones con el Vaticano. Su rector, el arzobispo James A. Hickey, de Washington, es el delegado de la Santa Sede para conceder la licencia vaticana para impartir enseñanzas en tres disciplinas: derecho canónico, teología y filosofía. El lunes, y a petición del Vaticano, el arzobispo revocó la licencia de Curran.

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