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Reportaje:

'Game over': ya puedes ir al cielo

Un videojuego para convertir infieles al cristianismo desata las críticas de musulmanes y judíos

Patricia Gosálvez

Madrid

La misión: convertir al cristianismo al mayor número de almas, porque sólo los creyentes se salvarán en la Hora Final. El enemigo: el anticristo y sus hordas internacionalistas (parecidas a las tropas de la ONU hasta en el nombre, Pacificadores de la Comunidad Global). También los músicos de rock duro que ensucian mentes alejándolas de la Palabra.

En el videojuego para PC Left Behind: Eternal Forces, basado en la serie de libros homónima (de la que se han vendido unos 60 millones de copias), el jugador forma parte de una guerrilla de cristianos renacidos que, tras el Rapto (la subida al paraíso de los creyentes), sobreviven en un Nueva York post-apocalíptico reuniendo fieles para el Segundo Advenimiento.

Left Behind, que se puede descargar online por 35 euros, está concebido como una "herramienta de evangelización", según sus productores. En el juego hay ciencia-ficción, pero también hay profecía. "Los videojuegos son una forma estupenda de esparcir las buenas nuevas del Evangelio", dice por teléfono desde California Jerome Mikulich, de Left Behind Games. "Los misioneros están utilizándolo en África y los pastores de Estados Unidoslo están repartiendo en las parroquias. ¡Ahora los chavales no dejan de hablar de Dios!", exclama.

El juego, del que se han distribuido 65.000 copias en tiendas desde que salió en noviembre, y del que se han regalado más de medio millón de demos en iglesias, ha unido en su contra a asociaciones liberales, musulmanas, judías, católicas y cristianas moderadas, que lo tachan de violento e intolerante. Varias de ellas pidieron su retirada a la cadena Wal-Mart, sin éxito.

"La violencia que aparece en el juego no es mayor que la que se ve en La Guerra de las Galaxias. No hay desmembramientos, sangre ni decapitaciones. Además, la violencia tiene consecuencias. Si matas, desciende tu espiritómetro", defiende Mikulich, refiriéndose a la especie de medidor moral que marca la vida que le queda al jugador. Cuando rezas, convences a alguien de que haga el bien o escuchas rock cristiano, el espiritómetro crece y el jugador se fortalece.

Left Behind ha tardado cinco años en desarrollarse, ha costado unos 800.000 euros y los críticos especializados lo comparan con los exitosos Command & Conquer o World of Warcraft. "La gran sorpresa de Left Behind es que, de hecho, mola", dice en su crítica la reputada revista tecnológica Wired.

Hasta ahora, los juegos religiosos eran un género de tercera, pero títulos como Eternal Forces pretenden dar el salto al gran mercado. El género religioso aún no alcanza el 1% del sector de los videojuegos, pero los analistas afirman que es uno de los segmentos con mayor expectativa de crecimiento. Desde hace cinco años existe una conferencia de desarrolladores de videojuegos cristianos que, en su última edición, reunió a unas cuarenta compañías especializadas.

En Left Behind saben que tienen dos herramientas de mercadotecnia infalibles para llegar al público. Por un lado, el púlpito, donde los pastores defienden estos juegos espirituales, y, por otro, la polémica. Que hablen mal, pero que hablen. Mikulich busca un ejemplo en el cine evangelizador. "Se criticó mucho La Pasión de Cristo", dice sobre la película de Mel Gibson, conocido por su fundamentalismo católico, "pero, al final, consiguió que se hablase de Dios".

Escena de una pelea del videojuego <i>Left behind</i>.
Escena de una pelea del videojuego Left behind.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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