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Entrevista:DAVID HOLDCROFT / Director del JRS en África Austral

"Hay una obligación legal y otra moral de ayudar al refugiado"

"No es una elección que ellos hagan. Estoy seguro de que preferirían quedarse en sus países", afirma el jesuita australiano David Holdcroft (Adelaida, 1958), director regional del Servicio Jesuita para los Refugiados (JRS en su sigla en inglés) para África Austral. Como tal, desde Sudáfrica, es responsable de la defensa y ayuda a los refugiados en esta zona del continente. Recientemente ha visitado Madrid, invitado por la ONG Entreculturas, con la que el JRS colabora en medio mundo, y habló con EL PAÍS de su trabajo.

Este hombre altísimo, de maneras suaves, hablar pausado y sonrisa permanente bromea sobre el origen de su vocación: "Soy australiano, y mi país es tierra de refugiados y huidos de la justicia". Durante 12 años trabajó con los sintecho de su país, y en la treintena decidió hacerse jesuita. Trabajó con refugiados en Melbourne y también en Bosnia. Desde agosto de 2009 lo hace en el país africano.

Sudáfrica recibe cada año miles de refugiados de Zimbabue y de la región de los Grandes Lagos, pero también de Pakistán y Bangladesh. Según Holdcroft, se estima que hay entre 1,2 y 1,5 millones procedentes de Zimbabue, muchos de los cuales llegaron tanto por razones políticas como económicas. El Mundial de fútbol de 2008 supuso para muchos un efecto llamada. "Es difícil diferenciar a los refugiados por motivos políticos de los inmigrantes por razones económicas. Pero lo cierto es que la mayoría se ha visto forzada a huir por las hambrunas". El jesuita insiste en que estos millones de personas no se van de sus países porque quieren, "se van porque no tienen otro remedio, por eso hay que tratarlos como refugiados y no como masas que se mueven". "Los sudafricanos son pragmáticos y aceptan que los zimbabuenses no son refugiados tal y como se entiende en la legislación internacional".

Según Holdcroft, su organización, pero también el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), intenta llenar esa zona gris que existe entre ambas categorías: "Muchos de esos refugiados son inmigrantes por supervivencia", es decir, se ven obligados a emigrar para poder sobrevivir, y por ello "deben ser tratados como refugiados".

El gran desafío al que se enfrenta el JRS es el cambio en la forma de trabajo. "El 58% de los refugiados y solicitantes de asilo que recibe Sudáfrica se encuentra en áreas urbanas, porque en este país no están permitidos los campamentos de refugiados", continúa el jesuita. "Lo más difícil para nosotros es identificarlos, porque nadie lleva un distintivo que diga: 'Soy refugiado". Los que llegan al país reciben un permiso temporal del Gobierno sudafricano que les permite moverse libremente, les da derecho a trabajar, a la escolarización de los niños y el acceso a la sanidad, "pero esto último no es fácil. El sistema sanitario sudafricano es tan deficitario que se dedica fundamentalmente a los nacionales".

El trabajo prioritario del JRS es proporcionar alojamiento y comida a los recién llegados. Después, educación, sobre todo clases de inglés, e intentan ayudarlos a encontrar un trabajo, en algunos casos a través de microcréditos, para que puedan montar sus propios negocios. La tasa oficial de desempleo en Sudáfrica es del 25%, "pero creo que realmente está más cerca del 40%", asegura Holdcroft. Los refugiados compiten con los sudafricanos por los pocos puestos de trabajo que hay. "Intentamos trabajar con las comunidades locales, aliviando sus problemas, para que los acepten. Hacemos de mediadores".

Más de la mitad de los refugiados se encuentran en áreas urbanas, viven en pequeñas habitaciones, en zonas paupérrimas y en situaciones de marginación. Cada vez hay más asentamientos informales y chabolas. "Los pobres de Sudáfrica tienen que afrontar esta carga", sostiene el jesuita, y continúa: "Es muy difícil verlo desde el punto de vista de un sudafricano, que acepta a estas personas, a diferencia del norte global, que impide que atraviesen sus fronteras. En Sudáfrica son más honestos".

El JRS trabaja también en Malawi, donde coordina un campo de refugiados de unas 12.000 personas, y en Angola, donde se vive una versión reducida de Sudáfrica, con miles de refugiados en las zonas urbanas. Holdcroft declara que la mayoría son adolescentes y "muchos niños". "Una de las delicias de trabajar en África es convivir con esas grandes familias, con niños por todas partes, aunque ello produce unas enormes necesidades".

Cuando se le pregunta su opinión sobre las políticas de ciertos países europeos respecto a los miles de personas que han huido del norte de África por los últimos acontecimientos políticos, el jesuita reconoce que aunque existe un estatus internacional del refugiado, "el sistema no siempre funciona".

Según Holdcroft, la Unión Europea tiene un sistema complementario muy bueno para ayudar a esos refugiados que no encajan en las categorías tradicionales, y que se implementó después de la guerra de Kosovo. "Esto debería ser suficiente para apoyar a los que huyen de Libia o Túnez, pero parece ser que no se está llevando a cabo. Los europeos están más preocupados por mantenerlos lejos de sus fronteras y no están cumpliendo con su obligación. Hay una obligación legal y otra moral. Sin embargo, es cuestionable que algunos países como Italia y España deban soportar toda la carga, que no exista un sistema de distribución adecuado".

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