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Reportaje:

Imposible conciliar sin abuelos

Los mayores salen en ayuda de sus hijas trabajadoras y cubren las carencias de la red escolar

Cuando Olga dio a luz a sus mellizas, la primogénita, Lucía, quedó a cargo de la abuela materna, Concepción Miñana, de 61 años y vitalidad contagiosa. Un abuelo al quite vale su peso en oro en un país de jornadas laborales largas, empresas ciegas a la vida familiar de sus empleados, escuelas infantiles públicas escasas (el Gobierno prevé que para 2010 esté escolarizado el 33% de niños de hasta tres años) y privadas caras. Quién si no para hacerse cargo de la chiquillería en una de cada cuatro familias de dos ocupados, como la de Olga y Óscar. "Se trata del principal recurso para la conciliación en España", sentencia la catedrática de Sociología Constanza Tobío, que investigaba sobre mujeres trabajadoras y se topó con sus madres.

El modelo de familia extensa no se ha extinguido, sino que resurge
Al alargarse la vida, conviven tres generaciones durante más años
El síndrome de la abuela esclava es el que sufren las que no saben decir no
"No nos hemos adaptado al nuevo modelo familiar de dos ocupados"

"Ellas sostienen, invisibles y calladas, este cambio estructural, este aumento del trabajo femenino. Y no lo hacen sólo por los nietos, sino por solidaridad con sus hijas", agrega Tobío, de la Universidad Carlos III de Madrid. Las trabajadoras confesaban en las encuestas: "Yo no sé qué haría sin mi madre para hacer encajar los horarios laboral y escolar, cuando es fiesta o dan vacaciones en el cole".

Conchi ayuda. "Pero sin renunciar a mi vida", aclara. Aunque alguna vez ha tenido que anular una cita con amigas, o ha aparecido con Lucía. En su casa cuenta con una reserva de material infantil variado que le va suministrando Olga, con la que se coordina: ha merendado poco, no ha querido fruta y le he dado un yogur.

Al pie del cañón, las abuelas maternas. Al rebufo, sus maridos. "Algunos lo viven como una segunda oportunidad", puntualiza Tobío. El ex marido de Conchi, Julio, se lleva a la niña de paseo y la ve de visita. Después, la rama paterna, menos involucrada, en general, en el día a día, más cercana a la estampa tradicional del yayo de domingo. "¿Por qué no os vais al cine y nos quedamos nosotros con Lucía?", preguntan Petri y Valerio a su hijo Óscar.

Conchi no conoció a sus abuelos. Olga los disfrutó al completo hasta los 18. Lucía tiene muchas probabilidades de cumplir los 30 en su compañía. La coexistencia entre generaciones se alarga -de 30 a 35 años en los países desarrollados, según la Organización de Naciones Unidas-. En España, el 11,5% de las personas de 70 a 79 años y el 22,8% de las que tienen más de 80 pertenecen a familias con más de tres generaciones vivas, según el informe de 2006 Las personas mayores en España, el último publicado por el Imserso.

Aumentan la esperanza de vida y los divorcios, mientras que la caída en picado de la natalidad hace que escaseen los hermanos y los parientes colaterales. El eje vertical cobra fuerza, dicen los especialistas. La familia extensa, que no convive pero está presente, acude al rescate. "No sólo no ha desaparecido sino que es posible que se haya reforzado", conviene Tobío. Redes familiares de carácter tradicional como pilares del proceso de modernización. Para ponerle cara a la paradoja basta darse una vuelta por un colegio o un parque: mayores tirando de carritos, de carteras, bregando con las meriendas, corriendo tras unas coletas, limpiando mocos.

Algunos acaban hartos y con la sensación de estar renunciando a su propia vida por hacerse cargo de los niños. "Hay hijos que se aprovechan y abuelos que no se atreven a quejarse ante el temor de perder a los nietos", tercia la trabajadora y gerontóloga social Teresa Aguilar, que durante un par de años organizó unas escuelas de abuelos en Madrid. En ellas enseñó a decir que no y a evitar el chantaje emocional. También a bregar con problemas derivados de órdenes contradictorias o de estilos distintos a la hora de educar. "Muchas veces los mayores navegan entre dos aguas, hijos y nietos, con miedo permanente a molestar a unos y a otros", expone.

Hay abuelas (siguen siendo ellas la inmensa mayoría de las veces) convertidas en cuidadoras habituales de la prole de su prole. Más del 66% de las mujeres de más de 65 años han cuidado en algún momento de sus nietos, según la encuesta del Imserso y el CIS. El 22,6% lo hacen actualmente, la mitad a diario, como un trabajo fijo. Algunas a tiempo completo, de la mañana a la noche.

Por circunstancias familiares, Pepi, de 62 años, es tutora legal de dos de sus ocho nietos y con los demás también echa una mano. Se levanta a las 6.15, arregla su casa, lleva a Sandra al colegio, cumple con su jornada laboral en una tienda, la recoge de natación, compra, participa en la asociación de padres, lucha con su adolescente nieto Rubén para que estudie. "Es lo que tengo que hacer, y además estoy encantada", sentencia. "No, no me siento una abuela esclava", añade.

El doctor Antonio Guijarro, profesor asociado de la Facultad de Medicina de Granada y jefe de cardiología del hospital Universitario San Cecilio, firma el libro El síndrome de la abuela esclava: pandemia del siglo XXI. Donde explica: "Durante años es una abuela feliz y sana, capaz de hacer el trabajo de dos o más personas. Las obligaciones familiares aumentan y ella no dice a nada que no. Se debilita hasta que llega un momento de desequilibrio entre lo que puede y lo que quiere hacer. Y los hijos creen ver todavía fortaleza donde sólo queda voluntad y ocultación del agotamiento".

Teresa Aguilar ha conocido a varias: "Se levantan antes de las siete, atienden su casa, a su marido, llevan a los nietos al colegio, resuelven las labores domésticas de su hija, vuelven a casa a preparar el almuerzo, recogen a los nietos, les dan la merienda. Algunas tienen a su cargo hijos que no saben hacerse un huevo frito. Otras se ocupan, además, de parientes ancianos. Te dicen, 'pobres, están trabajando, si a mí no me im-porta'. Pero se las ve agobiadas".

"Las abuelas como madres sustitutas no son el recurso más deseable", reflexiona la socióloga Tobío. Aunque sí la solución "imprescindible y extraordinaria en una situación social transitoria", reconoce. Porque "no nos hemos adaptado al nuevo modelo familiar de dos ocupados; además, actuamos como si el gran mundo del cuidado no existiera, y existe". Por eso ha sido tan importante, en opinión de la catedrática, la Ley de Dependencia. "A tiempo, por una vez en la vida, porque aún contamos con el colchón de una generación de mujeres de mediana edad con tasas de ocupación bajas, amas de casa en su mayoría, que tradicionalmente se han hecho cargo de los ancianos y ahora, también, de los menores".

La pregunta es quién cuidará de ellas cuando envejezcan, porque las que vienen detrás, metidas de lleno en el mercado laboral y con el horizonte de la jubilación cada vez más lejano, van a estar mucho menos disponibles. "Parece claro que habrá que asumir el cuidado colectivamente, desde lo público y con políticas de conciliación, sin que el papel de la familia desaparezca", aventura.

En el otro extremo se sitúan los abuelos que llevan años sin ver a sus nietos. "A nosotros nos vienen sobre todo las mujeres, contando auténticas tragedias, que un cónyuge muere y el viudo o viuda corta de raíz las relaciones con la familia política", cuenta Marisa Viñes, fundadora de Abuelos en Marcha (Abumar). Viñes las deriva al abogado de la asociación. Porque son parientes con derecho, por ley, a un régimen propio de visitas. Si, según las estadísticas oficiosas de la Asociación de Padres de Familia Separados, unos 300.000 hombres en España tienen problemas para estar con sus pequeños (la guarda y custodia se concede a la madre en el 96% de los casos), entonces existe alrededor de medio millón de abuelos paternos sufriendo de rebote.

Un divorcio, junto con la edad, la distancia geográfica o el género son factores que influyen en los vínculos que se establecen entre primeras y terceras generaciones. La experta en relaciones intergeneracionales y profesora de psicología social de la Universidad de Valencia Sacramento Pinazo lleva investigándolos desde 1993. Establece, citando diversos estudios, que una de las actividades que los abuelos realizan más frecuentemente con sus nietos es hablar. De sus respectivas vidas, del colegio, de deportes, de los amigos.

"Las conversaciones con los abuelos se dan en una atmósfera de paz, entendimiento, escucha activa y tolerancia, algo que no siempre ocurre con los padres", considera Pinazo. Quien detecta una cierta reversión de papeles cuando los pequeños crecen: "Mientras es niño recibe protección y regalos del abuelo; al entrar en la edad adulta y disminuir las aptitudes del mayor, colabora con la familia en su cuidado". Entre abuelos y nietos jóvenes se forman así "relaciones más duraderas, satisfactorias y voluntarias".

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