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Reportaje:

Insomnio: síntoma de una sociedad enferma

El estilo de vida actual ha aumentado el número de insomnes, que es ya un tercio de la población

Patricia Ortega Dolz

Una de las más viejas torturas consiste en no dejar dormir a alguien. Las secuelas de ese martirio pueden acabar con el ánimo de cualquiera: falta de concentración, de atención, de memoria, cansancio, irritabilidad, susceptibilidad, depresión... Actualmente, y según los estudiosos del sueño, entre el 30% y el 40% de la población española pasa las noches en vela y sufre esas consecuencias. Un 10% lo padece de forma crónica. Y la mayoría de los insomnes lo son debido a su estilo de vida y a los malos hábitos. "Yo diría que un 70% de los casos se deben simplemente al cúmulo de ansiedades, tensiones, estrés y angustias del día, que les impiden después desconectar", asegura el doctor Eduardo Estivill, responsable de la unidad del sueño del Instituto Dexeus de Barcelona.

Sólo un 10% de los insomnes acude al especialista, el resto se automedica
"Un 70% de los casos se deben al cúmulo de ansiedades, tensiones y angustias del día."

María, que tiene 46 años pero prefiere no dar su nombre verdadero, visita la consulta del doctor Estivill periódicamente desde hace dos años y ya sólo acude a sesiones mensuales de control, aunque recuerda perfectamente qué la llevó hasta allí: "Siempre fui una mujer sana. Sin problemas, más allá de los corrientes. Siempre había dormido muy bien y quizá peor a raíz de mis dos embarazos. Mi carrera profesional ha sido exitosa, me han promocionado en el trabajo y tengo un equipo a mi cargo en una multinacional. Hace tres años empecé a dormir mal entre semana, pero lo compensaba el fin de semana. Y luego ya dormía mal a diario, me despertaba de madrugada y no conseguía volver a conciliar el sueño. Nunca dormía más de cuatro horas. Me empezó a cambiar el carácter, a la mínima lloraba, pero siempre a solas porque yo nunca he sido llorona. Me sentía muy susceptible y me pasaba el día acelerada como si me hubiese bebido 80 coca-colas. Estaba completamente pasada de rosca", cuenta.

Como ella, cada vez son más las personas que padecen insomnio y que, de entrada, son incapaces de encontrar una causa concreta que lo haya provocado. Porque el insomnio no es una patología en sí mismo, sino un síntoma de algo.

"Por eso lo primero que hay que hacer es averiguar de dónde viene y tratar la causa. Es cierto que el no dormir está asociado a multitud de enfermedades fisiológicas y psíquicas, pero lo es más que la mayoría de nuestros pacientes padecen lo que se llama insomnio psicofísico", es decir, basado en los malos hábitos de vida: malos horarios, malas comidas, hábitos tóxicos (tabaco, alcohol, drogas, fármacos), malos o nulos descansos... Y después hay que enseñarles todo lo que han olvidado en ese tiempo. También a dormir", explica la doctora Paloma Quintana del servicio de Neurofisiología del hospital Ramón y Cajal de Madrid.

"Lo que está ocurriendo es que los nuevos estilos de vida se desarrollan a costa del sueño. La gente ya está muy concienciada de que cuidar la alimentación es importante, más por la cultura del cuerpo imperante que por la salud, pero no lo está tanto con respecto al sueño. Creen que pueden hacer con él lo que les de la gana, pero tenemos unos ritmos biológicos fundamentales que se ven alterados y el cuerpo reacciona. Se ha llegado a decir que uno vive en función de como duerme", añade la doctora María R. Peraita, responsable de la Unidad del Sueño del hospital Gregorio Marañón.

Porque durante el sueño ocurren muchas cosas. De hecho, la actividad cerebral es mayor que durante la vigilia, como demuestra el hecho de que se consume más glucosa. No es casualidad que se diga eso de que "los exámenes hay que dormirlos": "El sueño consolida conocimientos, consolida la memoria adquirida durante el día", explica Estivill. Además, durante el sueño se produce una secreción hormonal que favorece el crecimiento, y por eso se habla de la hormona del sueño.

María no tenía problemas de crecimiento, como pueden tener los niños que duermen mal, pero su ansiedad iba en aumento: "Me dormía y a las cuatro de la mañana ya tenía los ojos de par en par", dice. "Daba vueltas e intentaba dormirme. Otras veces me levantaba, me tomaba un vaso de leche. Me sentaba en el sofá y me sentía cansada, pero me iba a la cama y nada. Mi cerebro funcionaba como el programa de centrifugado de una lavadora: pensaba en todo lo que había hecho durante el día, en lo que tenía que hacer al día siguiente, desde cosas del trabajo hasta reuniones en el colegio de los niños, pasando por llevar cosas a la tintorería... chorradas".

Los insomnes y, en concreto, quienes padecen un insomnio asociado al tipo de vida, tienen unas características comunes, según la doctora Peraita: "Son personas que gestionan mal el estrés y que tienden a interiorizar sus emociones y preocupaciones y a rumiarlas al acostarse, son perfeccionistas, introvertidas, con tendencias hipocondriacas y obsesivas".

"Primero se lo dije a una amiga médica", prosigue María, "ni siquiera se lo conté a mi marido porque no quería agobiarle, pero la relación de pareja se deterioró igual, el insomne tampoco tiene actividad sexual. Mi amiga me recomendó unas pastillas, pero me ponían peor y ya, al año, cuando no podía más, acudí a un especialista. Sólo quería dormir como fuera, como si querían ingresarme".

Las estadísticas demuestran que son más las mujeres insomnes que los hombres, y que el número crece en proporción a la edad, aunque cada vez se igualan más y aparece el problema en otros sectores de población como los jóvenes. "Ellos no lo viven como un problema porque se recuperan enseguida, pero cada vez son más los jóvenes que desarrollan insomnios como consecuencia de la alteración de horarios de las juergas de los fines de semana. Esto, a la larga, puede generar malos hábitos, es decir, una mala higiene del sueño que empieza a relacionarse con el fracaso escolar", explica el doctor José Manuel Galán, del servicio de Neurofisiología del Ramón y Cajal.

Pese al incremento de casos, los especialistas son optimistas: "Hoy sabemos que podemos controlar el 90% de los insomnios con un buen tratamiento, pero sólo un 10% de las personas que tienen este problema acude al médico, el resto utiliza remedios caseros o se automedica y sufre", dice Estivill.

No existe la "pócima mágica para el insomnio", no hay un tratamiento para todo el mundo igual porque la causa del mismo es distinta en cada persona. "Los pacientes insomnes tienen mucha tendencia a automedicarse", dice la doctora Peraita. "Y los hipnóticos deben estar indicados en función de la causa del mal dormir". Los expertos coinciden en que los fármacos sólo deben tomarse en la primera fase del tratamiento, casi como reguladores del sueño, y después hay que enseñar técnicas de relajación y conductuales y cambiar los malos hábitos, porque los fármacos provocan tolerancia (se necesitan más para conseguir el mismo efecto), y dependencia (producen síndrome de abstinencia).

"Empecé tomando un antidepresivo y reaccioné muy rápido", cuenta María, "luego aprendí técnicas de relajación y luego me obligué a tomarme tiempo para las comidas y para respirar. Cambié esos malos hábitos, acudí a una psicoterapia y me apunté a clases de yoga. No puedo pasarme la vida entregada a los demás y queriendo abarcar más de lo que puedo. El placer de dormirse sola, sin nada, no tiene precio".

Estudio del sueño en una adolescente.
Estudio del sueño en una adolescente.TINO SORIANO

Consejos prácticos para dormir mejor

Los siguientes consejos están encaminados a mantener un sueño estable y consistente, teniendo en cuenta que las causas más comunes de alteración del sueño tienen que ver con el trabajo, la ansiedad, el estrés o los viajes. Cuidar el sueño es cuidar la salud: 1. Acostarse y levantarse siempre a la misma hora. No alterar el horario durante el primer mes, ni siquiera los fines de semana.2. Vigilar que la habitación donde se duerme reúna condiciones: temperatura adecuada (no más de 24º C ni menos de 12º C), pocos ruidos (los ruidos fuertes y ocasionales impiden el mantenimiento del sueño, no así los ruidos atenuados y continuos como el del aire acondicionado o el del mar), oscuridad o penumbra.3. Usar la cama para dormir y para la actividad sexual, no para leer ni para ver la televisión, no para estar.4. La realización de ejercicios de relajación, masajes o baños antes de dormir puede ser útil.5. El desayuno debe estar compuesto de abundantes líquidos (zumos de frutas, leche), lácteos y cereales. Durante la primera semana se debe mantener una dieta ovo-lácteo-vegetariana y progresivamente introducir carnes y pescados sólo en la comida del mediodía. Y cenar dos horas antes de irse a la cama. Tomar una infusión de valeriana o pasiflora.6. Llevar una vida activa. Está demostrado que el ejercicio físico moderado (alejado del horario nocturno) mejora el sueño. Mejor a primera hora de la tarde.7. Prohibido: alcohol, tabaco u otros tóxicos. Y el consumo de hipnóticos "autorrecetados".8. Perjudicial: bebidas estimulantes (café, té, coca-colas) y gaseosas.9. Favorable: comer frutas, verduras, hortalizas, legumbres, cereales, lácteos y frutos secos.10. Evitar las siestas durante el día.11. Exponerse a la luz natural durante el día. No permanecer mucho tiempo encerrado. E ir disminuyendo progresivamente la luz a medida que se acerque la hora de acostarse.12. No mantener discusiones violentas, ni ninguna actividad que exija excesiva concentración antes de acostarse. Tampoco actividades que impliquen excitación, como juegos o visionar películas violentas.13. No irse con hambre o demasiado "lleno" a la cama. 14. Si, pese a todo, no se puede dormir, es mejor levantarse y realizar alguna actividad que le guste tranquilamente y sólo irse a la cama cuando vuelva a sentir sueño. Si es preciso, repítalo.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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