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RELIGIÓN

El Papa ordena a los clérigos de Roma que lleven siempre vestimenta eclesiástica

Juan Arias

La noticia de que el Papa ha vuelto a imponer a todos los sacerdotes, religiosos y seminaristas que viven o pasan por Roma la obligación de la vestimenta eclesiástica para poder salir a la calle ha sido comentada con títulos vistosos y graciosas viñetas por los principales diarios de Roma: "Wojtyla no quiere que los sacerdotes se vistan con pantalones... vaqueros", escribió República, y el diario Il Tempo tituló: "Que los curas se vistan de cura".

La noticia fue dada al clero de Roma a través de una carta del papa Juan Pablo II al cardenal Ugo Poletti, su vicario en la diócesis de Roma, de la cual el obispo es el mismo Papa. Ambas cartas aparecieron con gran relieve en primera página de L'Osservatore Romano, y en ambas se advierte la preocupación, tanto del Papa como del cardenal, de que dicha decisión pueda ser contestada, criticada y hasta desobedecida.Y es que en realidad se ha tratado de una decisión que tiene toda una historia. En príncipio fue un documento de la Sagrada Congregación del Clero dirigida a toda la Iglesia. Pero, en cuanto se corrió la voz, muchos obispos empezaron a protestar a Roma. El proyecto se paró, pero el Papa Wojtyla siguió insistiendo en Roma y durante sus viajes por el mundo.

Resistencias

Las resistencias de algunos episcopados debieron ser muy fuertes y el documento de la congregación se puso definitivamente en el cajón. Entonces Juan Pablo II tuvo una idea: imponerlo en su diócesis, en Roma, capital de la cristiandad. Sería como decir a todos los otros obispos: "Seguid mi ejemplo".Comunicó la idea al vicario de Roma, cardenal Poletti, el cual se vio en un aprieto. Temía que el clero romano pudiera revelarse, y sobre todo, ¿cómo imponerlo a los miles de sacerdotes extranjeros que pasan continuamente por Roma? Un pequeño sondeo ha revelado que sacerdotes y religiosos de Roma visten de seglar en un 50%, y de los extranjeros que pasan por aquí, más del 80%. Por otra parte, el Papa quería imponer la sotana a todos, y el cardenal Poletti ha insistido para que el Papa aceptara también el clergyman.

Y para dar más fuerza a la decisión pidió al Papa que le escribiera él mismo una carta pidiéndole que impusiera ese modo de vestir, para cubrirse de este modo las espaldas ante su clero romano.

En la carta del Papa a Poletti se afirma: "No ignoro las motivaciones del orden histórico, ambiental, sicológico y social que puedan aducirse en contra de la vestimenta eclesiástica". Pero añade: "Podría, sin embargo, decir que motivos de la misma naturaleza existen a su favcir". Más aún, según el Papa, las motivaciones que se aducen en su contra "aparecen más bien de carácter puramente humano que eclesiológico".

Y Juan Pablo II, que funda su decisión en el carácter de signo que tiene el hábito "para que el sacerdote o religioso se distinga del ambiente seglar en el que vive" y para que aparezca claro que "no es de este mundo", ha dado también un motivo sociológico en apariencias muy moderno. Dice el Papa que, teniendo el sacerdote que transmitir un mensaje, no se puede olvidar que "el mundo de hoy es muy sensible al lenguaje de las imágenes". Pero para Juan Pablo II lo más importante, como afirma en su carta, es que "en la moderna ciudad secular, en la que se ha debilitado tremendamente el sentido de lo sagrado, la gente necesita también de estas llamadas a Dios, que no pueden ser olvidadas sin empobrecer nuestro servicio sacerdotal".

Por su parte, el cardenal Poletti ha enviado una carta, que se publica juntamente, a todos los sacerdotes y religiosos de: la diócesis con las normas prácticas y concretas para la nueva disciplina sobre el hábito. Y en ella se advierte también la preocupación de que dicha disciplina pueda ser desobedecida. Dice que las nuevas normas tendrán que ser puestas en práctica "con todo su vigor". Ningún sacerdote o seminarista podrá salir a la. calle o ejercer su ministerio sin la sotana o el clergyman, y éste tiene que ser vestido negro, o gris oscuro, o azul oscuro, con el cuello blanco de celuloide. Y los religiosos deberán usar el hábito de su congregación respectiva.

Esta nueva norma sirve para todo religioso que viva o pase por Roma. No basta, pues, la cruz en la solapa. Se pregunta el cardenal por qué el Papa lo ha hecho sólo con la diócesis de Roma y no con toda la Iglesia. Su respuesta es clara: "Quiere empezar por los que están más cerca de él, como si dijera: 'Después vendrán los otros'".

Y hace todo lo posible para dar a entender a los curas y religiosos que ha sido un deseo del Papa. Y hace una llamada "a la colaboración y comprensión de los jóvenes".

Les dice a estos jóvenes curas y seminaristas que deben de este modo dar testimonio "abierto, alegre y valiente" de su consagración a Dios ante la gente incrédula o indiferente. Y les confiesa que el mismo Papa se ha dirigido ya a la virgen Salus Populi Romani para que la respuesta a esta nueva disciplina "les sea fácil y rápida".

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