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Reportaje:

Liberalismo bien entendido

El sociólogo Ralph Dahrendorf obtiene el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales

Andrés Ortega

Conocí a Ralph Dahrendorf cuando era director de la London School of Economics and Political Science (LSE), y yo simple estudiante de Relaciones Internacionales. Ya entonces me extrañó -y me dijo mucho del sistema educativo británico- que un alemán, sociólogo y político, hubiera llegado a tal posición. Dahrendorf ha sido uno de los grandes sociólogos, y de subrayar una de sus obras, desde su seminal Clases y conflicto de clases en la sociedad industrial (1959), me quedo con El conflicto social moderno (1988), una visión más próxima a la socialdemocracia que al posterior neoliberalismo en el que hace una distinción fundamental entre derechos y prestaciones, que se confunden a menudo. A lo que hay que añadir la "famosa hipótesis de Dahrendorf" de que una receta económica no vale necesariamente para todas las sociedades dada la diversidad. Es decir, que fue un anti-ortodoxo, hoy tan buscado en nuestra era de la diversidad.

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Posteriormente regresó a Alemania, adquirió la nacionalidad británica en 1988, estuvo 10 años al frente del prestigioso St Anthony's College en Oxford, y en 1993 Margaret Thatcher le nombró miembro vitalicio de la Cámara de los Lores como Barón Dahrendorf. Larga carrera para un alemán que de diputado por el Partido Liberal llegó a Comisario Europeo antes de regresar a la cátedra sintiéndose, según me confesó después, ya más británico que alemán, que es una forma de ser europeo.

Fue de los primeros que calibró el viento de libertad que sopló con la caída del Muro de Berlín en 1989. También de los que enseguida advirtió contra una "deconstrucción de la democracia" en un cierto autoritarismo político que unido al crecimiento económico se satisface en la apatía de los ciudadanos, en lo que llamó el síndrome de Singapur, aún muy presente.

Dahrendorf fue también de los primeros en criticar duramente el recorte de las libertades que supuso en EE UU el Patriot Act aprobado sin discusión al dictado de un asesor de origen vietnamita del entonces fiscal general americano, John Ascroft tras el 11-S, según me contó, asustado, tras conversar con el susodicho, al regreso de una reunión del grupo de Bildeberg al que pertenecía.

Para Dahrendorf, la democracia es ante todo "cambio sin violencia", pero "no es un conjunto de instituciones morales, sino prácticas". En los debates del XXV aniversario de EL PAÍS, en Madrid en mayo de 2001, vio dos tipos de problemas que podían socavarla. En primer lugar, la "política de usar y tirar", es decir, que tratamos la política como los bienes materiales: "Los compramos, los usamos brevemente, y entonces, los tiramos". No hay continuidad en el juego político. Segundo, que importantes decisiones "han emigrado a espacios políticos en los que no tenemos instituciones propiamente democráticas", como "en la globalización y en la europeización". Pero lo que más dijo temer es a los fundamentalismos, no sólo el de la sharia, sino cualquiera que reivindique la legitimidad no de abajo sino religiosa. Un gran defensor del liberalismo bien entendido.

El sociólogo Ralph Dahrendorf.
El sociólogo Ralph Dahrendorf.EFE

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