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Entrevista:Las nuevas españolas

Marta Bobo

Un pie con calcetín colegial, encima de la cabeza. Una pierna en arco sobre el cuerpo. Las rodillas infantiles, de delicado dibujo, como apoyo dulce para la cabeza triste. Desconcertante criatura que puede hacerlo todo, doblarse, curvarse por cualquier parte, tras un instante de concentración y relámpago mental. ¿Será esto de la gimnasía rítmica, también, una cosa mentale?

-Yo soy de Orense y tengo dieciocho años. Estudio COU. Me vine a Madrid con esto de la gimnasia, en vista de que iba bien.

El body rosa que le conozco de otras veces, el pelo en cola de caballo, con pompón rosa sujetándolo, los pendientitos, los labios pintados (sabía que le esperaban fotos y ha venido, hija mía, con los labios pintados.

Le pido a Gigi que se los limpie en seguida, y se da muy buena maña). Marta Bobo tiene el rostro delicado, más femenino que fascinante, ningún acento gallego, los labios finos y dibujados, las manos quebradizas de hueso y gracia, y un perfume de mujer que delata e n la niña sus 18 años.

Marta Bobo, madrileña de Orense, niña suspectamente anoréxica, tiene dos lunares en la espalda, uno en cada paletilla, y una quemadura en la cadera izquierda. "Es de la moqueta, que a veces te rozas y luego sale una costra". Marta Bobo, ni niña ni mujer, mujer y niña, es el puro lolitismo apócrifo, una "inmensa miniatura", como alguien dijo de alguien.

También sabe poner ojitos. para los primeros planos.

-Aquí en Madrid vivo con mi hermana, que está estudiando en la Universidad, en casa de una señora que me lleva el desayuno a la cama y siempre me ha tratado como a una hija. Un médico, sí, dijo que yo tenía anorexia, y luego resulta que no. Todo el mundo me miraba con pena y el caso es que yo me encontraba muy bien. Lo que tengo son los pies destrozados, oyes, bueno, todas las gimnastas y todas las bailarinas, yo creo que ahora me molesta algún ligamento.

En el inmenso estudio de la gimnasia rítmica hay figuras menudas, desrealizadas por la ausencia de la gravedad, que bajan y suben al techo como en un sueño o en la Luna. En un vago, armonioso y destartalado espacio, hay niñas tan alacres como Alicia, como una Alicia con maillot. Marta Bobo, mientras me habla, no puede evitar el mirarlas, el observarlas "críticamente", profesionalmente. Marta Bobo es una dulce y escueta criatura con la sonrisa niña, párvula, escolar, adorable, con los dientecillos irregulares, graciosos, de una herencia de mal desarrollo y unas generaciones descalcificadas que en ella se han tomado venganza.

-Lo de Los Ángeles.

-Fue muy bonito el viaje y todo. Pero me ha gustado más lo de Viena.

-Lo de Viena.

-Viena es una ciudad preciosa y nosotras hemos quedado nada menos que detrás de las búlgaras, que son las mejores del mundo. En Bulgaria, la gimnasia rítmica es algo así como el deporte nacional.

-¿Te gustaría ser niña búlgara?

-Claro, lo que más.

-¿No se puede llegar a campeona del mundo desde España?

-Imposible. Es como querer volar sin alas. Yo me realizaré al máximo en lo mío, pero conozco las limitaciones que me rodean, y que a veces me ahogan.

-Después de ser Marta Bobo, ¿no has encontrado ayuda oficial, oportunidades por parte de la Administración?

-No, nada. Sólo algún telegrama felicitándome.

Extraña criatura, Marta Bobo, difícil diálogo el que se establece con ella. Ondula siempre entre la niña y la mujer. Dice cosas, efectivamente, de dieciocho años inteligentes, pero que le salen como de un fondo infantil (infantil en su voz), débil e ingenuo.

-Tú, por dentro, Marta, ¿te sientes una niña o una mujer?-Antes me cabreaba que me siguiesen tratando como a una niña. Ahora me importa menos, porque ya sé que soy una mujer.

-Tienes los ojos tristes, Marta.

-Es que de muy chica tuve miopía y otras cosas en la vista. Usaba gafas. Por eso se me han quedado tristes, pero yo siempre me estoy riendo y no me tomo en serio a mí misma.

-Sin embargo, vas un poco de estrella.

-Un poco sí, claro. Son los demás quienes la hacen estrella a una.

-De la gimansia rítmica al ballet no hay más que un paso.

-Me encantaría darlo, pero ya veremos. Adoro la música.

Marta Bobo, española novísima, niña rubia de Galicia, "me encanta Madrid", el vacío del gimansio, desrealizado de música y espejos. Alguien dijo que la mujer es el sexo flexible. Marta Bobo conversa muy naturalmente con un pie en la cabeza, con la cabeza entre las piernas, y, de vez en cuando, se pone un chándal gris, de Viena, y el pantalón rojo de una compañera, pero la compañera viene a pedírselo y Marta se lo devuelve y estira su chándal/suéter hasta cubrirse las dobladas rodillas en las que apoya, de vez en cuando, su cabeza de falsa niña auténtica.

-Me gusta ir de compras, me gastaría un millón en una tarde. Me gusta el cine. Me gusta leer, pero tengo poco tiempo. Mi carrera es corta. A los veinte años, en esto, se empieza a decaer, y en seguida vienen éstas (señala con la barbilla a las que están entrenándose) y se la llevan a una por delante. Me retiraré antes de que me pase eso.

-El amor.

-Los amigos.

-Los novios.

-Digo que los amigos.

-Los nervios.

-Ya no tengo nervios. He participado ya en muchas competiciones.

-La concentración mental.

-Es intensa antes de salir a actuar. Luego, yo estoy en un mundo irreal y preciso, fIotante y justo. Sé que el aro, o lo que sea, hará sin falta lo que tiene que hacer. Lo malo de un fallo, siempre casual, no es el fallo, sino que vuelve a caer una en la realidad, vuelve a ver las cosas, la gente, los jueces.

-Marta, vives de una droga peligrosa. Nadie crea nada sin su droga.

-Sí, esto es una droga imprescindible para mí. En etapas de restablecimiento, lo echo mucho de menos. Y cuando me retire, será terrible. (Pero dice "terrible" sin tragedia). Me veo en vídeos, me dicen que soy genial, pero yo no sé por qué hago lo que hago, ni cómo, yo no me veo, en realidad, yo no hago gimnasia: es la gimansia la que me lleva a mí. Esta niña es una inspirada. Esta niña/mujer es una mística de la cosa. Está rozando la inefabilidad y tiene hasta los estigmas: quemadura de la cadera izquierda. Esta mujer niña se deja llevar por el ritmo profundo y seguro de su cuerpo como Mozart por la música. Estamos sentados en sillas de tijera, en un rincón de este Versalles desguazado y desrealizado, y Marta se sujeta las rodillas con los brazos y los brazos con sus manos de dibujo minucioso, delicado, fino y fuerte. Lleva las uñas muy cortas. Ha posado para Gigi Corbetta con la sencillez de lo imposible, con la agilidad de los cuerpos angélicos, como dotada que está de una anatomía fácil, libre de las tórpidas leyes de la gravidez.

-¿Por qué es la gimnasia rítmica un deporte exclusivamente femenino?

-Pienso que los hombres, quizá, tienen los músculos más rígidos, aunque en Japón, los chicos hacen ya gimnasia rítmica.

-¿Sabes que hay actualmente, en España, miles de niñas que quieren ser Marta Bobo?

Sonríe, ríe. Otra vez esa sonrisa, tan de niña enferma, en que los ojos se entristecen cuando la boca se alegra. Otra vez los dientecillos inarmónicos y graciosos, así como hospicianos.

-Sí, muchas niñas me escriben pidiéndome una foto o un autógrafo. Ya no tengo tiempo de contestarlas a todas.

-¿Cuántas horas de entrenamiento haces al día?

-A temporadas cuatro y a temporadas ocho. Pero todos los días del año, siempre.

Uno jamás fue niño precoz, uno jamás llegó (ni parece ya probable) a Marta Bobo, pero uno sabe que el talento, en buena medida, es una cuestión de insistencia. Y, más allá del talento, el éxtasis, eso que a veces desciende sobre los místicos, los escritores y las campeonas adolescentes de gimnasia rítmica.

Las otras muchachas pasan cerca de nosotros, como ráfagas de precisión e irrealidad al mismo tiempo. Marta, ya se ha dicho, las mira un momento, sin dejar de hablar, con mirada calibradora y enterada. ¿Atisba ya entre las de catorce a la que, dentro de unas cuantas olimpiadas, le va a quitar el puesto? Porque parece que en la gimnasia se es vieja o viejo a los veinte años. ¿Sólo en la gimnasia, estamos seguro de no venir envejeciendo desde los veinte años?

-¿Eres coqueta?

-Sí.

-¿Eres consciente de que, al mismo tiempo que un brillante ejercicio, estás exhibiendo una bella imagen?

-Tengo las piernas largas y eso siempre queda bien.

Huele a mujer y suena a niña. Muy difícil, escribir de Marta Bobo, fijar un personaje que no ha fijado aún su persona, entre la infancia precoz y la juventud campeona. Es fácil y bello, en cambio, estarse en una silla, oyéndola hablar o viéndola actuar, componiendo con su cuerpo todas las letras insólitas y armónicas del alfabeto de la gimnasia rítmica. Luego se pone la bufanda, se vuelve a pintar los labios y se va.

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