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1990 llega con un segundo de retraso

Los relojes atómicos 'ajustan' el desfase de la Tierra en su giro de rotación

Un segundo. La noche de mañana, 31 de diciembre de 1989, se prolongará un segundo más. Es tan poco que casi nadie va a percatarse del hecho. Si acaso, los británicos, que como son tan meticulosos añadirán a medianoche un pitido más a las tradicionales seis señales con que el observatorio de Greenwich, a través de la BBC, fija la hora exacta cada sesenta minutos. El día de hoy, pues, tendrá 86.401 segundos en lugar de los 86.400 de un día normal. Una diferencia ínfima pero no insignificante: muestra que, en materia horaria, el hombre es ya capaz de enmendarle la plana a la propia Tierra.

Este reajuste de un segundo no es un capricho. Es una decisión de organismos tan respetables como la Oficina Internacional de Pesas y Medidas y el Servicio lnternacional de Rotación de la Tierra, que pretenden adecuar el tiempo abstracto y perfecto de los relojes atómicos al tiempo que viene determinado por la rotación de la Tierra, real pero con ligeras imperfecciones. Nuestro planeta se ha retrasado un segundo en su continuo girar alrededor de su eje y los relojes atómicos se adaptarán mañana a ese desfase. Se evitará así que, desfase tras desfase, acabe saliendo el sol a las 10 o las 11 de la mañana dentro de varios milenios.José María Codina, director del Observatorio Fabra y del Servicio Horario de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, explica en cuatro puntos qué es lo que sucede. Primero: la hora legal de la Tierra es la que viene determinada por los relojes atómicos, coordinados mundialmente entre sí, que definen una escala de tiempo totalmente uniforme. Dos de esos instrumentos superprecisos se encuentran en el Observatorio de la Marina de San Fernando (Cádiz). Segundo: el hombre se rige en sus actividades por la sucesión día-noche que resulta de la rotación de la Tierra y que da lugar al denominado tiempo universal. Tercero: nuestro planeta reduce muy lentamente y de manera no uniforme su velocidad de rotación, lo que provoca el desajuste entre el tiempo universal y el horario legal. Cuarto: para que la diferencia entre uno y otro no se haga excesiva, de cuando en cuando se atrasan un segundo los relojes atómicos.

El horario legal se convierte así en una escala de tiempo con saltos periódicos que le permiten adaptarse al tiempo universal y que recibe la denominación de tiempo universal coordinado. Esos saltos se efectúan cuando la diferencia alcanza o supera las siete décimas de segundo en alguna de las dos fechas fijas previstas para efectuar reajustes: el 31 de diciembre o el 30 de junio.

Dos horas en dos siglos

¿Se producen muy de tarde en tarde esas correcciones? El doctor Codina se apresura a responder que no. "Son necesarias cada 12 o 18 meses", precisa. ¿Qué diferencia se acumularía, por ejemplo en un siglo, si no se hicieran los reajustes? El director del Observatorio Fabra consulta sus papeles: "En 20 siglos, desde el nacimiento de Cristo, se calcula que se han acumulado 7.300 segundos". Algo más de dos horas en 2.000 años. ¿Por qué la Tierra gira poco a poco más despacio? "La causa fundamental", responde, "la constituyen las mareas, una consecuencia de la atracción gravitatoria de la Luna, pero los movimientos internos de nuestro planeta o incluso los vientos influyen también".El segundo, ese espacio de tiempo breve pero preciso que la auroridad científica pertinente va a añadir con esmero a la cola de 1989, fue un concepto incomprensible hasta bien entrada la Edad Moderna. Nuestra idea de tiempo como algo abstracto en que un día se divide en 24 horas iguales, en minutos, en segundos es por tanto relativamente reciente. Durante la Edad Media, incluso los monjes, que se servían del concepto de hora para fijar el momento de las oraciones, utilizaban horas desiguales: el día se dividía en 12 horas y la noche en otras 12, que duraban más o menos según la época del año. Los campesinos carecían de referencias horarias y su patrón temporal era la jornada: desarrollaban sus actividades de sol a sol aunque ello supusiera mucho más tiempo en verano que en invierno.

Los primeros relojes mecánicos de que se tiene noticia son del siglo XIII y se limitaban a dar cuenta de las horas mediante campanadas. Los relojes con esfera no aparecen hasta el siglo XIV y hubo que esperar hasta el XVI para que algunos incorporaran la manecilla de los minutos. Para efectuar sus investigaciones sobre el movimiento, Galileo tuvo que medir, los breves intervalos de tiempo con relojes de arena, de agua o tomando el pulso, una cadencia natural de periodo aproximado al segundo.

Relojes precisos

El conocimiento científico, del que Galileo es uno de sus primeros impulsores, no habría podido desarrollarse sin que el tiempo dejara de estar íntimamente ligado al ciclo natural día-noche para convertirse en algo abstracto medido por relojes cada vez más precisos. En ese contexto, el segundo se acabó definiendo como la 86.400ª parte del día solar medio. Y siguió así hasta que la aparición de los relojes atómicos, capaces en teoría de no errar ni un segundo en 10.000 años, permitieron separar definitivamente la medida del tiempo del ciclo natural de la Tierra. La XIII Conferencia de Pesas y Medidas decidió en 1967 definir el segundo como la duración de 9.192.631.770 periodos de la radiación correspondiente a la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de cesio 133.Una noche como la de mañana, pese a todo, un segundo seguirá siendo el tiempo que dura un beso apresurado.

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