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La OMS y la OCDE creen que los riesgos para la salud de la radiactividad de Fukushima son bajos

Los expertos no consideran que, por el momento, la situación en Japón sea comparable a la de Chernóbil en términos de consecuencias negativas para la salud

Todos recibimos radiaciones a diario. Incluso nos sirven para diagnosticar y curar enfermedades. A partir de cierta cantidad, sin embargo, son tóxicas, y a dosis elevadas, pueden ser mortales. Los expertos nucleares del mundo están observando lo que ocurre en la central Fukushima de Japón, con temor a que se repita un nuevo Chernóbil. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha asegurado a este periódico que "por el momento, aunque esto podría cambiar, más allá de los 30 kilómetros de distancia de seguridad de la central, los riesgos para la salud de la población son pequeños". "El contexto actual no representa un peligro inmediato, ni a medio o largo plazo (10-15 años), para la población", opina también Ted Lazo, responsable de Radioprotección y Residuos en la Agencia de Energía Nuclear de la OCDE.

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Eduardo Fraile, presidente de la Sociedad Española de Radiología Médica, explica que una radiografía de tórax emite 0,02 milisirvets (mSv), y que al año recibimos una dosis ambiental de entre 2-3 mSv. Hasta ahí, todo normal. Más allá de 100 msSv, las radiaciones pueden ser patológicas, asegura, y Gregory Härtl, coordinador del departamento de comunicación de alerta y respuesta global de la OMS, confirma que "es a partir de esa cantidad cuando se empieza a observar un aumento en los niveles de incidencia de cáncer en poblaciones expuestas". En la central japonesa las últimas mediciones han registrado 0,6 mSv por hora, un dato alto pero poco preocupante, aunque dentro de las instalaciones se han llegado a registrar 400 por hora.

Los efectos inmediatos de altas dosis radiactivas afectan a las células que más se reproducen -por eso, niños y adolescentes son la franja de población con mayor riesgo, porque tienen más células en fase de desarrollo-. Los órganos que podrían verse afectados son principalmente la piel (con quemaduras, alteraciones y problemas severos), el cristalino (los daños en la vista pueden ir desde cataratas a ceguera), el sistema reproductor (además de otros daños, podría aumentar el número de abortos y de malformaciones en los fetos de mujeres embarazadas en la zona).

La médula ósea, la sangre, con una pérdida significativa de glóbulos blancos, y la glándula tiroides, pueden ser otros de los perjudicados. Para proteger a esta última se suministran pastillas de yodo, que la saturan e impiden que penetren partículas de yodo radiactivo. Lazo informa de que el Gobierno de Japón ha puesto a disposición de la población un cargamento de yodo, pero aún no lo ha administrado. La alimentación de la población japonesa, basada en buena parte en pescado y algas, les aporta una buena cantidad de yodo que les protege contra las radiaciones: "Normalmente su tiroides debe estar lleno", opina este experto en protección nuclear de la OCDE.

Efectos a corto y largo plazo

Las personas afectadas con una dosis de unos 500 mSv pueden sufrir náuseas y mareos. A partir de 1.000 mSv pueden presentar lesión medular, que viene precedida de disminución en la producción de hematíes, leucocitos y plaquetas. Si la dosis recibida es superior a 7.000 en todo el cuerpo, la radiación es incompatible con la vida, según ha explicado a este periódico el jefe del servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Gregorio Marañón, Rafael Herranz.

A medio y largo plazo (entre 5 y 20 años), se pueden producir alteraciones del ADN de las células, que pueden provocar mutaciones congénitas y malformaciones en las generaciones futuras. El cáncer de órganos sólidos, la leucemia y el linfoma, son los efectos más temidos y más frecuentes, después del cáncer de tiroides.

Como explica Fraile, las consecuencias de las radiaciones ionizantes en la salud dependen, por un lado, de una relación directa: hay evidencias científicas que demuestran que a mayor dosis, más peligro de desarrollar enfermedades. Por otro lado, hay relaciones de probabilidad en la que intervienen otros factores (por ejemplo, edad y estado del paciente), que influyen en que unas personas desarrollen cáncer y otras no, habiendo recibido todos la misma dosis. Intervienen también el tiempo y la distancia a la fuente de radiación, que degradan los isótopos y disminuyen su efecto negativo sobre la población. Esta, además, ha sido evacuada a 30 kilómetros de distancia de la central de Fukushima. Los más expuestos ahora son, por tanto, los 50 trabajadores que están tratando de controlar la situación.

La respuesta del país asiático hasta el momento ha sido la más adecuada posible, según Härtl, de la OMS, y Lazo, de la OCDE, que han destacado su capacidad de organización para evacuar a cientos de miles de personas de la zona "vulnerable", antes de que comenzasen las explosiones.

Un médico mide los niveles de radiación de evacuados de la ciudad de Koriyama.
Un médico mide los niveles de radiación de evacuados de la ciudad de Koriyama.AP

El referente de Chernóbil

Los accidentes nucleares no son tan frecuentes como para poder desarrollar estudios científicos comparativos. La referencia es en todo caso el accidente de Chernóbil de 1986, el más grave y el más estudiado. Ted Lazo, responsable de radioprotección de la Agencia de Energía Nuclear de la OCDE, descarta que de momento se pueda decir que nos encontremos ante un nuevo Chernóbil. "El incendio que provocó aquella catástrofe duró cinco días y la temperatura era tan elevada que las partículas radiactivas llegaron a la estratosfera. "Aquí no hay suficiente fuente de energía y el combustible no da tanto calor como para que suba muy alto en la atmósfera", opina Lazo. Aunque se ha detectado radiación en Tokio o Vladivostok, a unos 1.000 kilómetros de Fukushima, este experto recuerda que cuando ocurrió el desastre de Chernóbil las partículas llegaron desde Ucrania hasta EE UU.

De las investigaciones posteriores a la catástrofe nuclear se desprende que las dosis altas de radiación tienden a matar las células, mientras las bajas las dañan o alteran el código genético de las células irradiadas.

Aproximadamente 134 trabajadores de los equipos de emergencia estuvieron expuestos a altos niveles de radiación (entre 800 y 16.000 mSv), según la Comisión Regulatoria Nuclear de EE UU. De estos, 30 murieron en las semanas siguientes.

Según un informe de UNSCEAR, el comité científico de la ONU sobre los efectos de las radiaciones atómicas, hasta 2005 se habían registrado más de 6.000 casos de cáncer de tiroides entre niños y adolescentes que estuvieron expuestos a la radiación en Bielorusia, Rusia y Ucrania, y se esperan más casos en los próximos años. El índice de leucemia no parece sin embargo excesivamente elevado. El estudio concluye que aunque los niños y los equipos de emergencia están en mayor riesgo de padecer enfermedades relacionadas con las radiaciones, la mayor parte de la población, que fue evacuada, no sufrirán sus consecuencias. En Japón, en teoría ya no debería quedar gente a menos de 30 kilómetros alrededor de la central de Fukushima.

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