Ofelia o la mujer sin rostro
Estas últimas semanas, la imagen de un cuerpo cubierto con una sábana blanca es la única que hemos visto en todos los medios de comunicación a propósito del juicio contra Dominique Strauss-Khan, acusado de violación. Ofelia es el nombre ficticio de esta mujer (originaria de Guinea) que dice haber sido agredida por el expresidente del FMI, candidato favorito a las primarias del partido socialista en Francia. Ella dice, pero nadie le cree. Frente al principio humanista de la "presunción de inocencia", se enfrenta el rostro velado de esta mujer que trabajaba como mucama en el hotel Sofitel de Nueva York. Frente a la inocencia del supuesto agresor, imposible hacer que la opinión pública considere su "presunción de veracidad" que, en nombre de valores democráticos, hace un llamado directo a la palabra "persona", aparentemente sin mucho valor jurídico. Hemos visto el cinismo con el que una parte de la clase política, considerada de izquierda, acepta con indulgencia que la defensa de DSK demuela a la adversaria para proteger a un miembro de su partido. ¿La depredación se justifica por la ley de la subsistencia? Existen todavía ciudadanos y ciudadanas considerados de segunda categoría, aquellos que nadie ve, ni siquiera la izquierda más ilustrada. Ellas son las mujeres postergadas, casi siempre emigradas, de castas inferiores, no intercambiables, sin beneficio para la comunidad, indignas de gestos de solidaridad, ni siquiera de parte de las mujeres.
El balbuceo de ciertas dirigentes socialistas o el silencio sostenido de la opinión pública en general, que se negaba a opinar por ser "fieles a la tradición de presunción de inocencia", demuestra de alguna manera una fidelidad a las leyes patriarcales.
Simone de Beauvoir pensaba que era justamente en el instante en que la mujer está más emancipada cuando se proclama la inferioridad de su sexo, es en tanto que categoría sexuada que se le niega la igualdad con el hombre. Esa pelea por los derechos se sigue dando desde la división social y el enfrentamiento, sin poder encontrar el apoyo necesario en las instituciones o los partidos. Frente a esa sordera, el desarraigo hará que los (y las) más jóvenes no se reconozcan en los partidos, incluso de izquierda, como sucede ahora en España, y pasen a ser los indignados que crearán su propia ágora pública.
Patricia de Souza es escritora, autora, entre otros libros, de Electra en la ciudad, El último cuerpo de Úrsula y Tristán. www.palincestos.blogspot.com
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
Últimas noticias
El Bernabéu señala a Vinicius, pitado por la grada tras ser sustituido contra el Sevilla
El tren interoceánico con 148 pasajeros choca en México con un tráiler sin dejar heridos
Un récord para Mbappé en la noche del desencanto del Bernabéu con el Real Madrid
La Real Sociedad ya tiene nuevo entrenador: Pellegrino Matarazzo
Lo más visto
- Uno de los promotores de la señal V-16 de tráfico: “Es duro oír el testimonio de víctimas que han sufrido amputaciones al poner los triángulos”
- Cae una organización que enviaba camiones cargados de cocaína desde Marbella hasta varios países europeos
- Más de 40 congresistas demócratas piden por carta a Trump que cese en sus “intentos de socavar la democracia en Brasil”
- La policía registra varios domicilios y las oficinas de la ministra francesa Rachida Dati por otro presunto caso de corrupción
- La Administración de Trump publica solo una parte muy censurada de los papeles de Epstein, aunque la ley le exigía difundirlos “todos”




























































