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"Perdí toda facultad de palabra, me fui quedando sin memoria"

La decisión de someterme a un tratamiento siquiátrico fue tomada simplemente después de una consulta con algunos siquiatras, entre ellos los prestigiosos académicos soviéticos Snejveski, Loundtz, Nadjarov y Morozov. El diagnóstico fue: Esquizofrenia tórpida desde la adolescencia.Fui internado en el hospital especial siquiátrico de Dniepropetrovsk desde julio de 1973 hasta el 8 de enero de 1976. Estuve sometido a tratamientos de neurolépticos y a dos curas de insuloterapia.

Durante los interrogatorios los médicos me preguntaban sobre los contactos que tenía cuando estaba en libertad. Me negaba a responder a estas cuestiones alegando que correspondían a la instrucción del caso. Se comentaban mis cartas y se hacían permanentemente comentarios peyorativos sobre mis hijos, mi mujer, mis amigos... Se me intentaba convencer de que uno de mis hijos era un enfermo, otro esquizofrénico y mi mujer anormal.

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Si preguntaba sobre cuándo me podria ver libre, el médico me contestaba normalmente: «Cuando yo me retire.»

Uno de los enfermos calificó a los médicos de gestapistas e inmediatamente le pusieron una inyección de azufre. El enfermo estuvo literalmente aullando durante veinticuatro horas. Intentó, incluso en su desesperacion , cortarse las venas con un trozo de ventana que había roto. Los castigos fueron cada vez mayores y le pegaron casi hasta matarle. Solamnte cuando comprendieron que se estaba muriendo le suprimieron las inyecciones de azufre.

¿Qué se intenta con estos tratamientos y con este régimen? Se trata, según mi propia experiencia me ha enseñado, de romper literalmente al ser humano durante los primeros días, de acabar con su voluntad y capacidad de resistencia. Cuando esto se ha conseguido, empieza el tratamiento a base de neurolépticos. Pude ir constatando mi progresiva degradación intelectual, moral y afectiva. Perdí rápidamente el interés por los problemas políticos, por los científicos y más adelante por todo lo concerniente a mi mujer y a mis hijos. Me vi invadido, en cambio, por el terror acerca del destino de todos ellos. Perdí toda facultad de palabra, me fui quedando, poco a poco sin memoria y los problemas de los demás dejaron de interesarme por completo. El efecto de los neurolépticos se veía incrementado por el aislamiento de todos los otros internados políticos en posesión de sus facultades mentales.

A pesar de todo esto intentaba sin cesar hacer un esfuerzo por no olvidarme de nada de lo que allí me estaba ocurriendo. Por suerte o por desgracia no me acuerdo ni de una centésima parte.

A pesar de mi apatía vivía bajo el terror de que todo eso fuera irreversible. Pude ver la degradación progresiva e irreversible de seres que poco antes habían sido completamente normales. El estado somático de Evdokimov y de Plakhotniouk es terrible.

Como comunista convencido quiero dirigirme a todos los comunistas de Occidente. Nosotros los neomarxistas soviéticos hemos siempre puesto nuestras esperanzas en los partidos comunistas de Francia, Italia y Gran Bretaña. Esperamos que todos esos partidos sigan el ejemplo del Partido Comunisla checoslovaco, que rehabiliten el ideal comunista y que obliguen al Partido Comunista de la Unión Soviética a elegir entre el mao-estalinismo y el comunismo de rostro humano.

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