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Reportaje:

Quédense con mi hijo

Aumentan los padres que piden a la Administración la guarda de sus menores

Ocurrió hace ya unos años, en la Fiscalía de Madrid, cuando un padre se presentó con su hija adolescente atada con una cadena. "Vengo a que la encierren, porque se dedica a la prostitución y no puedo con ella", relató el hombre. Se trata de un caso extremo, pero no insólito. Cada año, decenas de padres de toda España acuden a la Administración para reclamar que se hagan cargo de la guarda de sus hijos menores de edad, porque se sienten incapaces de seguir educándoles o desbordados por las malas relaciones que se han establecido entre ambos.

Es lo que se denomina legalmente la guarda administrativa, que tiene su amparo en el artículo 172.2 del Código Civil. "Cuando los padres o tutores, por circunstancias graves, no puedan cuidar al menor, podrán solicitar de la entidad pública competente que ésta asuma su guarda durante el tiempo necesario", dice el texto.

Hay personas que pretenden 'devolver' a sus hijos adoptados

La competencia de la tutela de los menores está transferida a las comunidades autónomas y por ello es muy difícil cuantificar el alcance del fenómeno, pero los especialistas coinciden en que cada vez abundan más las situaciones de padres desbordados por sus hijos. La Junta de Andalucía, por ejemplo, tiene en la actualidad a 25 niños bajo su tutela en régimen de guarda administrativa. Muchos otros padres lo han intentado y la Administración autonómica ha rechazado asumir la guarda porque no estaba justificada.

Como ocurre casi siempre con la letra de la ley, la cuestión está en determinar cuándo se produce una de esas "situaciones graves" de las que habla el Código Civil y cuánto tiempo han de estar separados de sus progenitores. "Los padres son insustituibles y no le corresponde a la Administración cumplir esa función", explica Carmen Belinchón, directora general de Infancia y Familias de la Junta de Andalucía. "Otra cosa es que se demuestre que ha fallado el sistema de salud, el educativo o los servicios sociales", añade. "En esos casos, la Administración asume la guarda durante un tiempo, que suele ser un mes, para intentar corregir esa deficiencia".

Félix Pantoja, ex vocal del Consejo General del Poder Judicial, es más crítico. "La Administración es remisa a ejercer esa función que le atribuye la ley y tiende a eludir su responsabilidad". Pantoja, que fue fiscal de menores de Madrid de 1992 a 2001, también recuerda el caso de otros padres que acudieron a la fiscalía para que se hicieran cargo de una adolescente que habían adoptado. "A esos padres se les concedió un certificado de idoneidad para adoptar y está claro que no estaban capacitados para ello", opina.

Imma Pérez, directora general de Atención a la Infancia y la Adolescencia de la Generalitat de Cataluña, coincide con Belinchón en que la Administración no puede asumir la guarda de un niño si no está justificado. Asimismo recuerda que en alguna ocasión se ha advertido veladamente a los padres de que si no cumplían sus obligaciones serían denunciados. Pérez también habla de padres que querían "devolver" a sus hijos adoptivos porque estos sufrían, por ejemplo, una enfermedad. Si la Administración se niega, la fiscalía puede instar un procedimiento de jurisdicción voluntaria, y al final acaba resolviendo un juez. "Ha habido casos en los que, a cambio de asumir la guarda por imperativo legal, la Administración ha cobrado a los padres el gasto que genera el cuidado y mantenimiento del hijo".

"Sacar a un chaval de su familia es duro, pero en ocasiones lo es más trabajar con los padres para concienciarlos de su responsabilidad", dice Pantoja. "Son casos anecdóticos, pero que existen", se lamenta Pérez. Casos como el de una madre de Sevilla que reclamó en 2001 a la Junta que se hiciera cargo de su hijo menor, drogadicto. O el de otra mujer cordobesa que exigió la misma medida con su hija de 13 años, embarazada.

¿Cómo se puede llegar a esa situación en una familia? La psicóloga clínica y criminóloga de Canarias Paola González asegura que la familia es una unidad de socialización que necesita mantener unos roles y que éstos no se pueden perder. "Los padres han de actuar como padres y los menores como menores. Si se produce una relajación de la disciplina y las normas, las acabarán imponiendo los hijos y se convertirán en ingobernables", señala.

Así se corre el riesgo de que aparezca lo que los especialistas denominan síndrome del emperador, un comportamiento tirano hasta el punto de agredir físicamente a la familia. Y eso afecta a toda clase de familias, no sólo las desestructuradas. "Al ser humano hay que ponerle límites", explica González. Según ella, no es que los adolescentes estén sobreprotegidos, "sino que están sobrerrepresentados en el grupo social. Se les deja actuar como adultos sin serlo". Y esa permisibilidad, a la larga, les acaba perjudicando.

Dos jóvenes encapuchados pasean por el centro comercial de Brent Cross, en Londres.
Dos jóvenes encapuchados pasean por el centro comercial de Brent Cross, en Londres.EFE

De entre 12 y 16 años y de familias estructuradas

El perfil de los hijos que acaban en régimen de guarda administrativa es el de un adolescente de entre 12 y 16 años. Afecta por igual a ambos sexos y en muchos casos provienen de familias estructuradas, incluso acomodadas, que tienen cubiertas sus necesidades básicas en todos los frentes.

Hijos que han recibido una educación, pero que en la adolescencia acaban enfrentados a sus padres. "Es un perfil que no habíamos previsto, pero ahí están, dando voces en silencio y poniéndonos a todos a prueba", explica Carmen Belinchón, la directora general de Infancia y Familias de la Junta de Andalucía. "Y es que ser padre es muy difícil", añade. Hace 20 años, cuando el desarrollo económico no se había extendido a amplias capas de la población, las familias acudían a la Administración para que asumiera la guarda de sus hijos por la enfermedad de algún progenitor o cuestiones relacionadas con el trabajo que les impedía hacerse cargo de los menores. Ahora, es por otros motivos.

El psicólogo y criminalista Vicente Garrido retrata muy bien a esos jóvenes en su libro Los hijos tiranos. En su opinión, muchos de los padres que sufren esas situaciones no son permisivos ni negligentes. "Se han ocupado de sus hijos, pero otra cuestión diferente es si podrían haberlo hecho mejor". Javier Urra, otra de las referencias en este tema, psicólogo de la fiscalía de menores de Madrid y autor de la obra El pequeño dictador, sostiene que lo que cambia al ser humano es la educación, "sobre todo en los primeros años, meses e incluso antes de nacer". En su opinión, "es muy distinto si eres un hijo deseado o no, si eres un padre relajado o agresivo".

Paola González insiste en que "los niños sin límites y fuera de control corren el riesgo de acabar teniendo una respuesta violenta". No hay más que hablar con los jueces de menores para comprobar que las agresiones a padres o familiares aumentan cada vez más y que son las propias víctimas las que acuden a denunciarlos. "No hay guardia en la que no se presenten uno o dos casos", explica el titular del Juzgado de Menores número 4 de Barcelona, Ramón Mariñosa.

Por eso, la psicóloga Paola González insiste en la necesidad de que esos chicos tengan una referencia de autoridad clara. "Ese mismo niño, ante un juez o un policía, se calla y escucha, aunque por dentro piense otra cosa. Y eso es porque reconoce el rol de la autoridad, que no puede perderse en la familia".

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