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Un Ratzinger globalizado y de izquierdas

La nueva encíclica de Benedicto XVI se presenta en vísperas del G-8, y pide más ética en la economía para un futuro menos injusto

El Vaticano publica hoy, en vísperas del G-8, la tercera y esperada encíclica de Benedicto XVI, Caritas in veritate , que lleva fecha de 29 de junio, día de la festividad de los santos Pedro y Pablo. El documento, dedicado a la economía y al trabajo, es fruto de una larga reflexión sobre el sentido de la economía y sus fines.

Las 127 páginas, divididas en seis capítulos, recogen los pensamiento del Pontífice sobre la crisis mundial y las vías de salida. La idea central del texto es que para que la economía funcione correctamente es necesaria la ética. En palabras de Benedicto XVI, el mundo precisa de nuevas reglas y de un gobierno de la globalización que aspire al bien común.

La encíclica retoma la temática social contenida en la Populorum progressio de Pablo VI, que vio la luz en 1967. Más de cuarenta años después, Benedicto XVI señala que la caridad debe conjugarse con la verdad. "Sin verdad, sin confianza y amor por la verdad no hay consciencia ni responsabilidad social y el comportamiento social cae en poder de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregantes para la sociedad, mucho más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales", se puede leer en el documento, escrito y corregido palabra por palabra por Ratzinger.

"Nuevas reglas para la globalización"

La globalización no es un mal en sí misma pero tampoco puede regularse por sí sola. Si se gobernara con "nuevas reglas", podría convertirse en una oportunidad. Y, en este nuevo contexto económico, comercial y financiero internacional, que ha modificado el poder político de los estados, el texto sugiere una "nueva valoración del papel de los estados y de su poder".

Invita también a los sindicatos a "instaurar nuevas sinergias a nivel internacional " para afrontar la reducción de las redes de protección social e invoca la "presencia de una verdadera autoridad política mundial". No reclama un superestado sino un modelo internacional de gobierno de la globalización, un autoridad que debe ser regulada por el derecho y atenerse de manera coherente a los principios de subsidiariedad y solidaridad con el objetivo de "buscar el bien común y comprometerse en el fomento de un desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad de la verdad".

"La crisis nace de un déficit de ética en las estructuras económicas", dice el Papa. Sin ética, la economía puede destruir al hombre y, de ahí que Benedicto XVI reclame a las empresas una responsabilidad social y a los hombres una responsabilidad personal: "El desarrollo es imposible sin hombre rectos, sin operadores económicos y hombre políticos que sientan profundamente en sus consciencias la llamada del bien común".

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