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Viejas fuentes de energía, nuevas esperanzas / y 2

Más allá de la energía solar, aunque ésta aparezca prácticamente en el trasfondo de todas estas nuevas y renovables fuentes, el suministro energético a partir de ellas se opone también al dispositivo uniforme, a escala internacional, nacional e individual, a que estamos acostumbrados. La autosuficiencia implica el recurso en cada caso y en cada circunstancia a las fuentes disponibles, seaiv éstas el viento, las mareas, el sol, la biomasa, etcétera, y la diversificación implica simultáneamente el apoyo en una combinación de fuentes energéticas múltiples, sin desdeñar ninguna mínimamente rentable, no obstante su reducida escala e identidad, entre las que destaca, aunque no se haya contemplado in extenso por la conferencia, el ahorro energético, el uso eficaz y la conservación de toda la energía disponible, cualquiera sea su origen.La convocatoria de Nairobi no sólo pretendía una mayor concienciación sobre la transición energética y las virtualidades en una mejor utilización de las fuentes energéticas nuevas y renovables; otras motivaciones más profundas, que ya lucieron en anteriores reuniones propiciadas por las Naciones Unidas, marcaron su énfasis en la solidaridad internacional, en un planteamiento generoso por parte de las naciones industrializadas en la mejora de las relaciones Norte-Sur, un nuevo orden económico internacional a partir de un flujo institucionalizado de ayudas a los países menos desarrollados. Ello no sólo por razones que aquí con todo rigor podríamos denominar «humanitarias», sino por la propia lógica de convivencia planetaria, ya que, como puso de relieve el presidente Moi, de la nación huésped, la crisis energética afecta a todos sin que sea viable la salvación. de unos pocos. En el mismo sentido, otras intervenciones señalaron que el mundo en cuanto tal no podrá a la larga o a la corta mantener la actual distribución de áreas de producción y consumo, lo que determinará previsiblemente grandes tensiones que cristalizarán en conflictos de difícil superación.

Al circunscribir las reflexiones a nuestros propios y acotados problemas, no nos percatamos, actualizadam ente, lo que suponen las mismas causas y factores para otros pueblos y naciones, porque, como también recordó el presidente keniata, Moi, los países que eufemísticam ente se califican como en desarrollo, porque realmente son otros los que progresan, que suponen un 70% de la humanidad, en el caso habitual de carecer de recursos. energéticos convencionales, no sólo están privados de capacidad de reacción ante una subida de los precios internacionales de los hidrocarburos, ya que les es imposible ahorrar sobre sus menguados e insuficientes consumos, sino que tienen adicionalmente que absorber los más elevados costes de los productos manufacturados a través de los cuales las naciones desarrolladas tratan de compensar las pérdidas de las balanzas de pago.

Recursos energéticos

Si los países en desarrollo no miembros de la OPEP, cuyo porcentaje en el consumo energético mundial es del orden del 10%, aunque tengan que dedicar para ello más del 50% de sus ventas al exterior, duplicasen simplemente con apoyo en recursos energéticos fósiles su actuál nivel de vida, el impacto sobre las actuales reservas sería de una magnitud inmanejable.

Pero parece claro que ni puede admitirse la. congelación del desarrollo en estos países privándolos de mejores cotas de bienestar, ni es tampoco razonable que limiten sus aprovisionamientos a recursos nuevos y renovables, hoy todavía de problemática optimización.

La situación de muchos de estos países es además adicionalmente problemática por la composición de su paquete energético, en el que leñas, maderas y otros productos vegetales suponen hasta un 75% del total, lo que es el caso precisamente de Kenia y otras naciones del área africana tropical y ecuatorial, donde los eslóganes afirman: «La madera es nuestra crisis energética». Ello supone, con trascendencia en mayor o menor cuantía a todo el Tercer Mundo, una presión excesiva sobre las manchas arbóreas cuya deforestación se está produciendo, ante el aumento de la población y del consumo y el encarecimiento de otros aprovisionamientos, a un ritmo preocupante no sólo para estos países, sino para toda la humanidad, que a la larga sufrirá los cambios climáticos inducidos por la erosión y la pérdida de zonas verdes en gran escala. Desde otra óptica, la situación global de estos países puede también agravarse, de cara a la crisis alimentaria a que estamos también abocados, si se detraen mundialmente espacios agrícolas útiles para la producción alimenticia, para cultivos energéticos o se acentúa la esquilmación de las especies vegetales para la obtención por medios más o menos sofisticados de combustibles sintéticos de origen vegetal.

Pero la llamada a la solidaridad internacional de esta conferencia, como la de anteriores convocatorias de las Naciones Unidas, no parece haber tenido un sensible éxito. Las naciones de la Comunidad Económica Europea y otras industrializadas eran opuestas a los intentos del Grupo de los 77 de propiciar para fines energéticos la creación de una nueva organización en el seno de la ONU con fondos propios, limitándose a admitir una ampliación de las competencias y de los miembros del actual Comité de Recursos Naturales, con trasvase de recursos de otras finalidades. La representación estadounidense hizo hincapié en el papel decisivo que a este respecto debería reservarse a la iniciativa privada.

Época de crisis

Paradójicamente, en épocas de crisis, lo que es sociológicamente constatable, las deseables soluciones cooperativas vienen contrarrestadas por tendencias egoístas e insolidarias, lo que hoy aparece en el campo internacional, donde predominan las relaciones bilaterales sobre las multilaterales con trascendencia en el área que nos ocupa a numerosas ayudas y equipamientos más o menos experimentales por parte de determinadas naciones desarrolladas a otras en trance de desarrollo, aunque es difícil precisar si se trata en realidad de apoyos desinteresados o del intento de situarse anticipadamente, y esta es la otra y prosaica cara de la moneda, en un mercado tecnológico que se revela prometedor de abultadas cifras de negocio.

Desde los sectores oficialistas parece no darse demasiada importancia a la situación real, pese a determinadas concesiones retóricas, como revela el hecho de que el representante de la Comunidad Económica Europea asignase en su intervención un peso para el año 2000 a las fuentes renovables del orden del 6% al 10%, y el informe de la Unión Soviética estimasé para estos mismos horizontes en un 5% o 6% la magnitud total de este tipo de generación de energía, incluyendo la de origen hidráulico. En las antípodas de estos conservadores planteamientos, los partidarios a ultranza de mutaciones energético-radicales parecen propender a una nueva vuelta al culto solar bajo signo libertario.

Pero lo cierto es que una transición energética ordenada, como pretenden las Naciones Unidas, no puede orillar un cambio cultural profundo; todas las civilizaciones han basado sus fundamentos económicos en la energía, y desde otra perspectiva, las legítimas aspiraciones a mayor libertad que hoy plantean los sectores más sensibles de nuestra sociedad no pueden suponer un retorno a un mundo bucólico y artesanal, sino que, como sucede ya con el progreso de las comunicaciones, únicamente serán posibles con el progreso científico y con la superación, sobre todo, del actual desfase entre las ciencias sociales y las de la naturaleza.

Pero, a la postre, el balance de la cita de Nairobi no puede por menos de ser positivo; una vez más se ha constatado que a la hora actual, y en lo que a la energía se refiere, no hay «chocolate del loro»; que es imprescindible en estos momentos difíciles estrechar los vínculos entre las naciones y acentuar la fraternidad universal, y que existe ya una dinámica poderosa, que reuniones de este tipo contribuyen a reforzar, que empuja al ingenio y la inventiva humana hacia la búsqueda de soluciones cuya materialización, por su abrumadora lógica, no dudamos pasarán por encima de los intereses de cualquier tipo, de las sabidurías convencionales y del aferramiento a determinados estilos de ida.

Ramón Martín Mateo es catedrático de Derecho Administrativo y ex rector de la Universidad de Bilbao.

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