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Tribuna
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Condecoraciones frente a persecuciones

Juan José Tamayo

La madre Teresa de Calcuta ha sido objeto -o mejor, sujeto- de las más altas condecoraciones que un ser humano puede recibir de parte de los poderosos de este mundo. Los dirigentes políticos de las más diferentes ideologías la han -agasajado con todo tipo de gestos de acogida. Los poderes económicos han prestado ayuda a sus obras sociales. Las autoridades de la Iglesia católica han bendecido su actividad caritativa poniéndola como ejemplo de amor no conflictivo a Cristo y a la Iglesia. Hasta los dictadores la han honrado con su amistad, y ella ha respondido con su reconocimiento y respeto hacia ellos. Su sintonía con el Papa y de éste con ella es total y sin fisuras.Estamos, ciertamente, ante una mujer admirable, ante una cristiana ejemplar que, a su paso por la historia, ha dejado una huella imborrable. Pero la ejemplaridad cristiana de la madre Teresa no es única. Hay también católicos contemporáneos suyos que han hecho una opción incondicional por los pobres y marginados, y se han jugado la vida luchando por su liberación. He aquí algunos nombres: Helder Cámara, monseñor Romero, I. Ellacuría y compañeros mártires, P. Casaldáliga, S. Ruiz, L. Boff, E. Cardenal:

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Y, sin embargo, ninguno de ellos ha recibido condecoraciones. Todo lo contrario: han sido acusados de revolucionarios e instigadores de la violencia popular. Las autoridades católicas los han acusado de heterodoxos e insumisos, les han amonestado, sancionado e incluso excluido de la comunidad eclesial. ¿Recuerdan el dedo acusador de Juan Pablo II, durante el viaje a Nicaragua, contra un Ernesto Cardenal postrado de hinojos ante el Papa? Los han convertido en presa fácil de los poderes militares y los escuadrones de la muerte, que han asesinado a cristianos inconformistas como monseñor Romero y Ellacuría.

Las preguntas brotan espontáneamente. ¿Por qué una monja tan humilde y abnegada ha concitado el reconocimiento unánime de los poderosos, mientras que los citados profetas coetáneos y correligionarios suyos se han visto sometidos a condenas y asesinatos por parte de los poderes económicos y políticos, militares y paramilitares, y a persecución y control por parte de las autoridades católicas?

¿No será porque la madre Teresa se dedicó a los pobres, pero no denunció a los causantes de la pobreza? ¿No será porque los premios le impedían criticar a sus "concesionarios"? ¿No será porque se limitó a hacer revoques de fachada en la derruida casa de los pobres, pero dejó intactas sus maderas carcomidas y no se ocupó de la infraestructura -económica- endeble en que se sustentaba? ¿No será porque, lejos de incordiar a los poderosos, les hizo el trabajo sucio de limpiar las heces que el capitalismo salvaje arroja a los arrabales de tantas Calcutas como hay en el mundo? ¿No será porque prefirió el asistencialismo a la transformación de las estructuras? ¿No será, al fin, porque el Jesús al que entregó su vida era el Cristo paciente y sacrificial que aceptó sumisamente la voluntad de Dios y se sometió fatalistamente a la muerte sin abrir la boca, en vez del Jesús de Nazaret subversivo que optó por los pobres, denunció a los poderosos como causantes de la pobreza y, por eso, lo mataron?

Juan-José Tamayo es teólogo y secretario general de la Asociación de Teólogos Juan XXIII.

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