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Tanzania ilegaliza la curandería tras la muerte de 40 albinos

Presionado por una comunidad internacional cada vez más escandalizada, el Gobierno de Tanzania ha dado un paso más por intentar poner freno a las muertes y, en una polémica decisión, ha decidido suspender las licencias de todos los sanadores tradicionales, de difícil ejecución, puesto que se calcula que el 40% de la población recurre a ellos (y no todos ellos hacen muti).

De acuerdo con cifras oficiales, 40 personas albinas han sido asesinadas en Tanzania el pasado año. Pero las agrupaciones de defensa de los albinos elevan la cifra a 60. Y ello pese a que en los últimos meses se detuvo a más de cien personas involucradas en la "cacería" de individuos con esta condición genética (muchos de ellos, niños) a los que matar o mutilar y cuyas extremidades se usan para la preparación de muti, pócimas que, de acuerdo con una creencia que se ha ido extendiendo en los últimos años, posibilitan al que las ingiere hacerse rico.

En la línea de dureza del Gobierno se encuentran las declaraciones del primer ministro, (muy criticadas por la oposición) Mizengo Pinda, según las cuales los agresores, de ser sorprendidos in fraganti, deberían ser ejecutados. Pinda, que ha adoptado recientemente a un niño albino, reconoció a la prensa tanzana que sus declaraciones "son inusuales en un primer ministro", pero afirma que las hizo "para enviar un mensaje claro a los asesinos, que deberían saber que de ser detenidos tendrán que enfrentarse al mismo sufrimiento que pretendían infringir a sus víctimas".

Redes criminales

El Gobierno, que nombró el pasado año a la primera parlamentaria albina, deberá hacer algo más: ninguno de los detenidos ha sido condenado y, de acuerdo con políticos y miembros de las asociaciones de defensa de los albinos, la corrupción policial y judicial es causa también del problema, bien por colaborar directamente con redes criminales organizadas, bien por intervenir -previo pago- para que los juicios se retrasen y por poner en la calle a los detenidos.

Algunos de los fallecidos aparecen con agujeros en la garganta de donde los asesinos beben la sangre de sus víctimas, antes de mutilarlas. Las víctimas deben ser enterradas bajo lápidas de cemento para evitar mayores mutilaciones del cadáver.

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