_
_
_
_
_

"Tenemos que pelear por los niños como sea"

El asesinato de Mireia Roma por su marido fue un mazazo.- No había denuncias por malos tratos entre la pareja.- La familia sabía que quería separarse, pero poco más

Mireia Roma está presente a todas horas entre sus familiares. La emoción ahoga a menudo sus palabras al referirse a ella. Hace siete meses que murió asesinada a manos de su marido, Luis Javier Santamaría, de 45 años. Fue el pasado 12 de abril. Mireia, de 29 años, recibió nueve puñaladas en su ático de Mutxamel (Alicante) y después su marido prendió fuego a la casa con él dentro. Cuando los bomberos entraron encontraron al presunto agresor con síntomas de asfixia por inhalación de humo y el cuerpo de Mireia calcinado. La pareja tenía dos hijos, la pequeña de dos años, que en aquel momento estaba en casa de su abuela materna, y el mayor, de cinco años, que se encontraba en el colegio. Los pequeños son ahora la prioridad de la familia. Residen en la vecina población de Sant Joan con la madre de Mireia. "Si no tuviéramos a los niños no sé si estaríamos en pie, pero tienes que pelear por ellos, sea como sea", enfatiza una fuente de la familia. Y cuando hay que llorar, se llora, sin esconderse, añade esta fuente.

Más información
"No la mató a ella, nos mató a todos"
54 mujeres deberían estar aquí
"Debí habérmelo cargado: mi madre estaría viva"
La violencia contra mujeres y niñas
"Nadie se ha disculpado por haber negado a mi hija la teleasistencia"
2.700 ideas contra la violencia machista

El asesinato de Mireia fue un mazazo. No había denuncias por malos tratos entre la pareja. La familia sabía que quería separarse, pero poco más. Y Mireia a menudo expresaba su deseo de "darle otra oportunidad" porque sufría por sus hijos. "Más buena era imposible. Era todo corazón", asegura la familia. La joven había perdido su empleo tras nacer su hija pequeña. Trabajaba en lo que le salía y acababa de terminar "con muy buena nota" un curso oficial de repostería en Alicante. "Tenía mucha mano para la cocina", destaca la familia. Su ilusión, de hecho, era montar algún negocio. Y aunque últimamente iba corta de dinero, "lo poco que tenía lo daba. Era superbondadosa".

En la casa donde murió Mireia aún son visibles las huellas del fuego que originó su verdugo. La techumbre del ático permanece ahumada y maltrecha. Es el recuerdo de lo ocurrido más explícito para los vecinos de esta localidad alicantina. Mientras, y tras pasar por el Hospital de San Juan, el agresor fue enviado a la prisión de Fontcalent a la espera de juicio. La causa, en fase de diligencias previas, está abierta por asesinato y violencia de género y la instruye el juzgado número 4 de San Vicent del Raspeig. Tiene medidas de alejamiento de sus hijos y también perdió la tutela de los dos pequeños, ahora y de manera provisional en manos de los abuelos maternos. La Generalitat Valenciana no ve ninguna objeción a la petición de la familia materna de mantener la custodia de los pequeños y asegura que acabará dando luz verde al expediente.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_