_
_
_
_
_
Reportaje:

Vivir con ochenta

Los octogenarios españoles gozan de buena salud a pesar de las escasas ayudas

Carmen Morán Breña

El consejo, del viejo:

-Lo primero que tiene que hacer un anciano es comprarse cada día un décimo de lotería. Así no te da la depresión, piensas que te va a tocar y lo que vas a hacer con ello.

-¿Y usted lo hace?

-Bueno, yo hago alguna quiniela. Ah, y otra cosa, tener un perro. Tener un perro es fundamental, porque te obliga a salir.

Apoyado sobre la mesa camilla, el octogenario Manolo va hilvanando anécdotas de su vida y cuando se atasca algún recuerdo lo repiensa mientras alisa inconsciente el tapete de ganchillo. Con él son ya cerca de dos millones los que han pasado de los ochenta en España, como señalan el último informe y la encuesta que ha elaborado el Imserso sobre las personas mayores. La mayoría de ellos, casados; la mayoría de ellas, que son más, viudas. Un 25% vive solo, lo que no siempre quiere decir en soledad, porque suelen tener a los hijos cerca.

La televisión es la compañera inseparable de la mayoría de ancianos

Los octogenarios son gente acostumbrada ya a la pastilla diaria, al colesterol y la tensión, a largas sesiones delante de la tele, algunos paseos, los nietos al colegio, inoportunas caídas y otra visita al médico. Pedir ayuda para cortarse las uñas, dormitar de día el sueño perdido de la noche, hacer un buen guiso para la familia, contar batallitas o hundirse en el silencio. Con los achaques propios de la edad, la mayoría declara un estado de salud razonable.

María Catalina González Pacheco tiene una botella de agua en la mesa de centro: "Es por el riñón, también tengo algo de azúcar y de corazón; la tensión ahora la tengo controlada, pero la gente mayor nunca está bien, te sacan de todo".

Para tener 85 años, María Catalina está ágil y conserva la mirada azul y unos pómulos firmes; un bonito pelo blanco y unas manos que guisan a fuego lento para sus hijos. A las seis y media de la mañana se tira de la cama y se mete en la cocina. Una hija soltera que siempre ha vivido con ella y un hijo que ha vuelto tras su separación, le dicen adiós antes de irse al trabajo.

Sola en su casa de Madrid, pone la lavadora, se asea sin ayuda y duerme la siesta del burro en el sofá. La tele está puesta. Cuando tenía 80 años, la vida era parecida, pero ahora tiene algo más: miedo. "Ya no me atrevo a salir sola de casa, los hijos me acompañan, antes iba a la compra, pero ya...".

Cuando llega Maricarmen, se come a besos al gato y le dice a su madre que no trabaje más de la cuenta. " Luego salimos de paseo, por el Retiro". Ahí se encuentra con amigos y amigas. "Vinieron asistentes sociales a ofrecerme ese cacharrito que tocas un botón para llamar si te caes, pero les dije que no, que otros lo necesitarían más".

Viuda desde hace 10 años, a María Catalina le gustaría morir, como su marido, en casa. "Si me llevan a una residencia me parece lo normal, pero claro, como en casa no vas a estar en ningún sitio...". Y vuelve a acariciar al gato: "Es muy bueno tener un animalito en casa". Y a la una de la noche apaga la televisión.

La tele es la compañera inseparable de muchos ancianos, aunque algunos se han pasado a la pantalla de plasma y los DVD. La mujer de Manolo, María Zoilo, se ha organizado su pequeño rincón tecnológico, en su habitación, donde, de tanto en tanto, cambia el mando a distancia por la aguja de coser o por un libro. Su espalda la tiene sumida en un dolor permanente, así que Manolo ocupa buena parte de su tiempo en atenderla. Él es el que sale a la compra -"los jubilados somos los de la bolsa"- y a dar algunos paseos con los amigos. Es un hombre muy activo: "Yo no me aburro, sólo hay que ponerse a pensar".

Dice el informe del Imserso que, cuando son los ancianos los que están peor de salud, sus mujeres llevan la carga de la casa, pero cuando son ellas las que no se defienden tanto, necesitan ayuda externa, por ejemplo de los hijos. En el caso de Manolo y María ocurre algo parecido: una mujer, Ana, viene cada día una hora a hacerles la comida y otra señora les hace la limpieza unas horas semanales. Pero van a solicitar al Ayuntamiento algo más, porque con una hora diaria a Ana no le da tiempo "ni a hacer una paella", se quejan ambos. "Se necesita más ayuda, porque mi mujer tiene que colaborar y ella no puede hacer esfuerzos, el médico se lo ha dicho". Pero es casi imposible que María pase un rato quieta. La espalda, atornillada con clavos columna arriba, la ha encerrado en casa con dolores insoportables. Espera que una pronta intervención para colocarle una bomba de morfina venga a amortiguar un sufrimiento que no distingue el día de la noche. A pesar de eso...

-Manolo, ¿te traigo la pastilla?

Y Manolo la deja que se levante y lo haga, porque sabe que ella no se está quieta ni atada.

María Catalina, en su casa de Madrid, acaricia a su gato.
María Catalina, en su casa de Madrid, acaricia a su gato.GORKA LEJARCEGI

ANTES DE QUE LLEGUEN LOS 90

- En España hay cerca de dos millones de octogenarios, más mujeres que hombres.- El 80% ve al hijo que tiene más próximo todos los días. El 33% vive con algún hijo.- A los 85 años, un 62% necesita ayuda para algunas actividades diarias.- El 91% toma medicamentos y ve la televisión a diario.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_