_
_
_
_
_
Vida & Artes

Se abría rresuelto qon fazilidad

Javier Rodríguez Marcos

Ya es un clásico: "Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima, ni confundirá revolver con revólver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?". Lo dijo Gabriel García Márquez el 7 de abril de 1997 en Zacatecas (México) durante un Congreso de la Lengua y el parlamento del Nobel colombiano va camino de ponerse a la altura del clásico de Nebrija de que en español se escribe como se habla.

Más información
La i griega aún tiene esperanzas
La i griega resucita pero guion pierde la tilde

El autor de Cien años de soledad, que, por supuesto, no sigue en sus libros sus propias propuestas, tituló su encendido e incendiario discurso Botella al mar para el dios de las palabras, y la verdad es que no era el primer náufrago en usar esa botella. Mucho antes que él lo había hecho el venezolano Andrés Bello, que en 1847 publicó su Gramática de la lengua castellana dedicada al uso de americanos. Se abría rresuelto qon fazilidad es una frase que inventó el desaparecido lingüista Juan Ramón Lodares en Gente de Cervantes (Taurus, 2001) siguiendo las posteriores propuestas ortográficas del caraqueño.

En el fondo, las pretensiones de aquel "sabio" y "gigante" del idioma, como lo llama Humberto López Morales, no era romper con la Real Academia Española, que, por cierto, antes de que existieran las academias americanas de cuya asociación es secretario López Morales, creó la figura del académico correspondiente para distinguir la labor filológica de Bello. Su intención tenía como objetivo facilitar el acceso a la lengua y a su ortografía a las masas de americanos de media y baja cultura que, con la independencia de las repúblicas del otro lado del Atlántico, se iban incorporando masivamente a eso que llaman territorio de La Mancha.

El experimento, que tuvo mucho de explosión controlada, se le fue de las manos. Su propuesta triunfó en Chile, donde la impuso el Gobierno a través del Ministerio de Educación, pero la mayoría de los países latinoamericanos no la siguieron. Pese a que Sarmiento intentó radicalizar la propuesta de Bello, en Argentina no se pudo sustituir patata por papa en los documentos oficiales hasta 1934. El modelo castellano mantenía toda su fuerza y su prestigio pese a que algunos en la república del Río de la Plata habían llegado a coquetear con la idea de hacer del francés el idioma oficial.

Entre tanto, el peligro de cisma incubado en Chile durante las ocho décadas de vigencia de la propuesta de Andrés Bello llevaron al propio padre de la idea a solicitar al Gobierno que la retirara. Así se hizo. Desde entonces, la unidad del español no ha vuelto a estar en peligro. La política panhispánica de la Asociación de Academias -que ha producido un diccionario de dudas, uno de americanismos, una gramática esperadísima y, ahora, una exhaustiva ortografía- es una garantía más. Los escarceos ortográficos no constituyen, dice López Morales, "riesgo alguno" para la segunda lengua global del planeta.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_