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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El alma de la vida

En el mundo del espectáculo, al espectáculo del fútbol no se le puede pedir más. Podría extenderse esta idea a gran parte de los deportes pero un deporte que convoca ante las pantallas a más de media humanidad no es un deporte más. Es el deporte rey, se decía antes, y ahora resulta ser el superdeporte global o soberano.

¿Por qué? Tres factores se juntan y confunden en la atracción del fútbol y más allá de su obvio carácter de representación tribal. El fútbol es grande porque engrandece el valor de la multitud que vive, gracias a él, la misma y simultánea peripecia colectiva.

Juegan 11 contra 11, pero esto es equivalente a la participación de una muchedumbre incontable frente a otras muchedumbres sin cálculo efectivo. ¿Muchedumbres enfrentadas? Enfrentadas en la incertidumbre del marcador pero asombrosamente solidarias en la pasión de ese juego.

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La patria es una camiseta

Más que nunca, los jugadores de una selección nacional son viejos compañeros en un equipo común y han compartido, en cualquier nación, sus alegrías, sus éxitos y sus derrotas.

Hoy, como nunca fue imaginable, los jugadores internacionales intercambian abrazos y camisetas, se abrazan antes y después del partido dando de este modo a la competición el alto valor, casi siempre inalcanzado, de ser un juego de enfrentamiento sin odios ni guerras. Las aficiones de uno y otro finalista se reúnen en el mismo bar, se cruzan en las mismas fuentes urbanas, celebran, al fin, la liza deportiva como un gran juego que no ha de provocar ni sangre ni trágicos enconos. Todo lo contrario: el fútbol ha unido en estos meses del Mundial a África con Estados Unidos, a Asia con Europa. Un Corea del Sur-Ghana viene a ser la joya de una nueva humanidad luciendo en el ideal de la intercomunicación mundial.

El fútbol es tan viejo (medieval) como supermoderno. Imita a los nuevos videojuegos al menos en dos órdenes de su identidad. Uno de ellos es aquel que, como en los videojuegos, hace al partido interactivo: la afición se comunica con los jugadores y condiciona al árbitro y la actitud general. Sin el apoyo de la afición o la ausencia de público el fútbol languidece en la siniestra experiencia de los encuentros a puerta cerrada.

El partido imparte emoción tanto como reclama participación. Los videojuegos son precisamente, insoslayablemente, de esta naturaleza pero, además, el gran interés de la consola (o lo que sea) es que, a diferencia del cine, del teatro, de la novela o del guión, no se hallan determinados por un final preescrito. Así, justamente, la soberana atracción del partido de fútbol es que no puede predecirse quién será el ganador sin importar la fama de los contendientes.

La figura del pulpo Paul prediciendo los resultados da idea de la abisal y mágica indeterminación de los resultados. Como la vida misma, el fútbol no ha renunciado al azar, al gol de churro, al penalti injusto en el último segundo. La vida se calca sobre la superficie del césped que es en parte un sueño infantil y, en parte, un tapete de casino, igual al sí o al no de nuestra muerte, nuestra vida, nuestro amor, nuestra desdicha.

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