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Una ballena junto al Empire State

Más de un centenar de grandes cetáceos viven, desde hace tres años, en la desembocadura del río Hudson, a escasa distancia de Nueva York

La ciudad de las oportunidades. Así es como se conoce en todo el mundo a Nueva York. Y se dice que si uno puede sobrevivir en la ciudad de los rascacielos, puede hacerlo en cualquier sitio. La aparición de coyotes el pasado invierno en Central Park, el pulmón de la metrópoli, dio mucho juego a la imaginación de los vecinos.

Ahora las protagonistas son las ballenas, que se han instalado a una quincena de kilómetros del puerto de Nueva York, tras un siglo de ausencia de la desembocadura del Hudson. A los científicos les llama la atención que estos mamíferos, a los que les gusta un ambiente más bien tranquilo, vivan tan cerca de la metrópoli.

Su retorno se está convirtiendo en otra de las grandes atracciones de Nueva York. Si no, que se lo pregunten a Tom Paladino, capitán de dos barcos en Rockaway, que habla de que la población de cetáceos se ha multiplicado por diez en los últimos tres años. "Solíamos ver una decena cada temporada. Ahora son cerca del centenar".

Y no solo son más. También llegan antes. Por eso, Paladino utiliza su flotilla los fines de semana para llevar a los curiosos a verlos. También hay más delfines, sus primos pequeños. Sin embargo, a los científicos y organizaciones de preservación de la vida natural les sorprende la poca atención que se les está prestando.

La Universidad de Cornell es la única que tiene instalados dispositivos acústicos para seguirlos. El profesor Chris Clark calcula que puede haber hasta medio centenar de cetáceos viviendo permanentemente cerca del puente de Verrozano. Y habla de seis especies de ballenas.

Los científicos no se esperaban tantos ejemplares al analizar los datos. El estudio de Cornell arrancó en 2008 de la mano del Departamento de Conservación Medioambiental. ¿Y qué explicación dan los expertos? Esencialmente dos: que la legislación en EE UU prohíbe la caza de cetáceos y la mejora de la calidad del agua.

La esperanza de vida de una ballena ronda entre los 70 y 90 años. En ese periodo, la ciudad pasó de ser un hábitat más bien rural a un centro industrializado. Lo que nadie sabe decir en este momento es si las ballenas vuelven a la región para quedarse o por cuánto tiempo estarán en la zona portuaria.

Uno de los temores es que se aventuren a subir por el río Hudson. "Es poco usual", señala Teri Frady, de la Oficina Nacional de Oceanografía (NOAA), "pero sucede, como el cetáceo que se adentró en el Delaware en 1994".

El mayor problema es que se encuentran muy cerca de zonas de pesca y de tráfico de contenedores. El proyecto de Cornell trata de establecer un sofisticado sistema de alerta que notifique a las embarcaciones la presencia de estos animales. El tráfico marítimo dificulta la comunicación entre ballenas.

Las redes también son una amenaza, señala el Whale Center de Nueva Inglaterra y la Citizens Campaign for the Environment. Como afirman desde la guardia costera, "no se trata solo de preservar la seguridad de estos animales, sino también de las embarcaciones que entran y salen del puerto".

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