_
_
_
_
_
Reportaje:

Los bulos se disfrazan de noticias en la Red

La escalada de 'ciberrumores' fuerza a dirigentes y empresas a desmentirlos, pero eso aumenta su efecto - Algunas voces sugieren revisar las reglas de Internet para distinguir la información veraz

Carmen Pérez-Lanzac

El rumor siempre existió, pero lo que en el pasado era leyenda urbana se amplifica en grandes bulos a través de Internet. Afectan a empresas, políticos o individuos y han generado tal preocupación que el Parlamento Europeo decidió la semana pasada abrir un debate para poner ciertos límites a los blogs. El mismísimo Tim Berners, padre de la World Wide Web, ha creado una fundación para estudiar, entre otras cosas, la fiabilidad de los contenidos.

El pasado 24 de septiembre decenas de personas empezaron a formar cola ante las sucursales en Hong Kong del Bank of East Asia (BEA), uno de los bancos más importantes de la ex colonia británica. Eran clientes y querían retirar sus ahorros en ese mismo instante. Estaban nerviosos. Todos ellos habían sido alertados vía correo electrónico o SMS de la supuesta quiebra inminente de la entidad, afectada por la de Lehman Brothers y por la crisis financiera. El mensaje seguramente había llegado procedente de algún familiar o un amigo con muy buena intención. Lo que no está tan claro es que su origen fuese igual de inocente. ¿Un competidor con muy mala baba? Es probable.

Un SMS generó colas de clientes para sacar dinero de un banco
Fermín Bouza: "Lo peor es desmentir falsedades. Supone hacerlas oficiales"
La eurodiputada Mikko propuso al Parlamento regular los 'blogs'
El año pasado unas 3.000 personas cayeron víctimas del 'phising'
Dos de cada tres internautas distinguen mal la mentira y la realidad
Hay 'webs' cuyo fin es desmentir o confirmar lo que circula

Alarmadas, las sucursales empezaron a repartir octavillas entre los clientes que hacían cola para dejar de serlo, pero eso no frenó el pánico. Pocas horas más tarde, la entidad se veía obligada a publicar un comunicado blandiendo su higiene contable. El responsable de la autoridad monetaria de Hong Kong, Joseph Yam, también salió en su defensa: "Puedo confirmar categóricamente que los rumores son infundados".

Quizá en los últimos días usted haya recibido un correo similar. En España empiezan tímidamente a circular SMS alertando de la debilidad de tal o cual banco. Y la rumorología tiene en la actual preocupación económica un caldo de cultivo ideal (el 44% de los ingleses, que ha visto caer varias entidades en los últimos dos años, teme que su dinero no esté a salvo en el banco, según una encuesta de The Times). El rumor de toda la vida que antes circulaba entre una pequeña proporción sumado al genial, y en este caso muy peligroso poder de difusión de las nuevas tecnologías, hace que rápidamente su alcance se multiplique por ¿cien? ¿mil? ¿un millón? Depende del interés que suscite la "noticia" o bulo en cuestión. Los que afectan a nuestro bolsillo siempre se difunden con velocidad. Y un rumor de este tipo lanzado en el momento adecuado puede provocar una espiral de pánico, una cadena de desastres económicos.

Estamos rodeados de bulos, no es nuevo. Y los hay de todo tipo: interesados y bienintencionados. Empresariales o chismosos. Sobre productos que consumimos diariamente o sobre personajes famosos. Hagan un repaso mental. Está el de Ricky Martin encontrándose a una niña y su perro en Sorpresa, sorpresa; el de los 4.000 judíos que no fueron a trabajar al World Trade Center el 11-S; el de los móviles que explotan de repente; los idilios de José María Aznar con Rachida Dati, la ministra francesa de Justicia, o con la actriz Cayetana Guillén Cuervo; el de que Tommy Hilfiger es racista y nunca utiliza modelos de color... También los hay muy crueles. Hace meses se corrió la voz de que España iba a abrir un proceso de regularización extraordinario, lo que atrajo a cientos de inmigrantes con falsas esperanzas. Imaginen su decepción posterior.

De entre todos los bulos, los políticos son de los más populares y peligrosos, ya que muchos acaban calando en el imaginario colectivo y sus consecuencias son difíciles de medir. El pasado 9 de septiembre, en vísperas del séptimo aniversario del 11-S, el corresponsal de The New York Times en Egipto, Michael Sackman, contaba que entre un gran número de egipcios sigue calando la idea de que EE UU e Israel estuvieron implicados en el atentado. Una impresión que confirma Haizam Amira Fernández, investigador del mundo árabe del Real Instituto Elcano. "Cuando hablo con árabes lo vivo constantemente. Un número muy elevado de ellos, gente formada, cree que Al Qaeda es una invención de EE UU".

En China, un gran porcentaje de la población está convencida de que existe un complot internacional para desacreditar al país y de que la información que se dio sobre las protestas del Tibet estaba hinchada por medios interesados. Por no hablar de España, donde tenemos nuestra buena dosis de bulos políticos. ¿Qué efecto tienen estas ideas en nuestros votos, en el rumbo de nuestros países y en general del planeta?

La pregunta del millón es por qué siguen calando tantos bulos. Víctor Domingo, presidente de la Asociación de Internautas, tampoco se lo explica. "Míranos a nosotros. Por más que denunciamos las mentiras que circulan por Internet, por más que avisamos a la gente de que no reenvíe los mensajes en cadena que recibe y que no se los crea, el año pasado unas 3.000 personas cayeron víctimas del phising (estafa electrónica). ¿Por qué sigue picando la gente? Porque necesita recibir noticias que les gusta oír. Y lo que no podemos enseñar a la gente es a tener sentido común". La opinión de Ofelia Tejerina, abogada y experta en nuevas tecnologías, va en esa línea: "Normalmente cuesta más contrastar una información que creérnosla. Es una máxima de vida, no sólo del universo Internet. En general nos creemos lo que nos cuesta poco creer". "Para que un rumor se difunda tiene que tener alguna base, aunque sea un vago referente", reflexiona Fermín Bouza, catedrático de Sociología y experto en opinión pública. "Y luego están los bulos incontrastables, los imaginarios, a los que se apunta enseguida la gente fantasiosa y que no se van nunca precisamente por ser incontrastables. Permanecen. Los rumores son viejísimos y están muy estudiados. Cuando uno empieza a circular la gran duda de sus protagonistas es si conviene desmentirlo o no. Hace tiempo se salía al paso convocando ruedas de prensa para desmentirlos, pero eso es lo peor que se puede hacer porque supone hacerlo oficial".

La responsable de relaciones públicas de una importante empresa que se ha visto implicada en varios bulos en los últimos años, explica cuál es su forma de actuar cuando surge uno nuevo: "Lo más importante es no sobrerreaccionar. Eso es fundamental. Lo primero que hay que hacer es medir el impacto del bulo. ¿Que 100 clientes te llamen para informarse sobre el rumor en cuestión es mucho o poco? Una vez calculamos su alcance, puede que decidamos poner en marcha un plan de crisis para frenar una caída del reputational risk que lo llamamos (el riesgo de reputación). Pero hay que ser prudente en la reacción, mantener la tranquilidad y aguantar el tirón. Nunca se debe acudir a los medios. Aunque parezca increíble, lo peor que te puede pasar es que salga una noticia sobre el asunto incluso para desmentir el rumor y defenderte. Si es necesario se lanza una campaña de información (publicidad, entrevistas...), pero siempre con información pro activa, nunca negativa".

Esta máxima es aceptada por la mayoría de quienes se habían sentido afectados por rumores, por eso muchos se sorprendieron cuando José María Aznar decidió desmentir su supuesto idilio con Rachida Dati, multiplicando él mismo la difusión del rumor. El Bank of East Asia, desesperado, también optó por tranquilizar a sus clientes. ¿Habría aterrizado esta noticia ante sus ojos si no lo hubiese hecho? ¿O se habría quedado el banco sin depósitos si hubiese permanecido en silencio?

Internet, con su rapidez y su facilidad para opinar en el anonimato, se ha convertido en la portería del mundo. "La Red es el mundo del bulo por excelencia", continua Bouza. "La única manera sana de navegar por Internet es siendo absolutamente escéptico. Antes de creer cualquier cosa hay que ponerla en cuarentena porque estamos rodeados de bulos", insiste. "El conventillo o chusmerío propio de las pequeñas villas, se ha trasladado también a la Red", insiste el psicólogo Roberto Balaguer, experto en tecnología. Es tal la cantidad de spam, rumores, tonterías que circulan en correos, blogs y webs que al invento del siglo le está costando la reputación. "El chusmerío en parte ha tirado por tierra aquellos deseos muy políticamente correctos de los inicios de Internet de que permitiría hacer oír la voz de la gente y que eso traería consigo una mejor ciudadanía, etcétera", explica Balaguer. "La Red se parece cada vez más a la otrora llamada vida real. Las teorías conspirativas generalmente se difunden porque se sigue la lógica del 'por las dudas", continúa. "Difundir no implica necesariamente tomar posición, pero uno da cuenta al hacerlo de estar alerta frente a las posibilidades que sea cierto. Los bulos funcionan como un movimiento bajo las aguas, sobre el lecho marino, que a veces forma una pequeña ola y otras un gran tsunami más allá de corresponderse o no con la verdad".

Hay webs que se dedican a desmentir o confirmar algunos de los rumores más populares que circulan por ahí (como snopes.com o museumofhoaxes.com, ambas en inglés). Pero su labor es muy pequeña. La realidad es que los internautas están cada vez más confusos: dos de cada tres tiene dificultades para diferenciar bulo de información, según un estudio realizado entre 2.283 personas por la Asociación de Internautas este año. El 44% de los encuestados calculan que reciben entre uno y cinco bulos a la semana. Aparte de las noticias falsas que llegan a nuestra bandeja de entrada, en ciertas webs y blogs de apariencia periodística se difunden rumores bajo el anonimato y sin necesidad de rectificar si la noticia acaba desmintiéndose. Eso aumenta la confusión. ¿Es esto verdad? ¿Es esta web de fiar? "Hoy hay más voces que suenan y por momentos se torna en una situación cacofónica donde no se sabe quién, cuándo y por qué dice la verdad", explica Balaguer. "Como medidas preventivas frente a esto sólo cabe fortalecer la confianza en las fuentes en una situación donde esas fuentes también deben ir eligiendo y decantando sus propias fuentes en un circuito infinito".

Preocupada por este guirigay virtual, el pasado mes de junio la eurodiputada socialista estonia Marianne Mikko presentó en el Parlamento Europeo un informe animando a la Unión Europea a regular las bitácoras virtuales de sus ciudadanos. "No consideramos los blogs una amenaza, pero es cierto que están en posición de contaminar considerablemente el ciberespacio", explicó la eurodiputada ante la Eurocámara. "El hecho de que no se indique ni se dé a conocer el estatuto de los autores y editores de blogs causa inseguridad en lo relativo a la imparcialidad, la credibilidad, la protección de las fuentes, la posibilidad de aplicar códigos éticos y la responsabilidad jurídica (...). Necesitamos una marca de calidad, que se aclare quién escribe y por qué". El liberal alemán Jorgo Chatzimarkakis apoyó a la diputada estonia argumentando que los blogs pueden ser utilizados "por grupos de presión o empresas para hacer circular sus mensajes (...). Son un potente instrumento que podría llegar a percibirse como una amenaza al pluralismo si no se realiza un seguimiento". Finalmente, el informe fue aprobado la semana pasada (307 votos a favor y 262 en contra). En él, los eurodiputados acordaron abrir un debate para aclarar la responsabilidad de los autores en el contenido que publican o las fuentes que utilizan. Todo esto le ha costado a Mikko una lluvia de críticas en la Red, muchas de ellas por supuesto tras el anonimato que permite la Red y que ella misma critica.

Uno de los que más afectado se ha mostrado por los actuales derroteros de la Red es su propio padre, el matemático británico Tim Berners, uno de los artífices de su nacimiento, allá por 1989. El pasado 14 de septiembre, Berners alertó de la necesidad de separar en la Red los simples rumores de las noticias científicas contrastables. Berners comentó que se sentía preocupado del peligro de que sectores interesados usen Internet para propagar sus ideas. "Cualquier teoría conspiratoria puede llegar a miles de personas y causar un enorme daño", comentó Berners a la BBC con motivo del lanzamiento de su fundación World Wide Web Foundation (http://www.webfoundation.org/), que se dedicará, entre otras cosas, a examinar la fiabilidad de la web.

Pequeños pasitos ante un cóctel difícil de frenar: el atractivo del rumor, la ingenuidad de muchos internautas, el interés de otros y un poder de difusión desconocido hasta ahora y cuyas consecuencias todavía estamos descubriendo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_