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Los calvinistas tendrán que incluir mujeres en sus listas electorales

Isabel Ferrer

El Partido Cristiano Reformado, que agrupa desde 1922 a los calvinistas ortodoxos en Holanda, afronta la mayor crisis de su historia. El Tribunal Supremo acaba de fallar contra la discriminación de la mujer patrocinada por el grupo. Excluidas de sus listas electorales, y de todos los puestos de poder, sólo fueron admitidas como militantes en 2005. Entonces, los tribunales forzaron la presencia femenina. Los jueces han ido ahora más lejos: "El Estado no puede permitir que se vulnere la Convención de Naciones Unidas contra la discriminación de la mujer". O cambian, o se quedan fuera del sistema electoral.

Sorprendidos porque se creían protegidos por la libertad de culto -amparada por la Constitución- los dirigentes del Partido Cristiano Reformado han calificado la decisión de "inconcebible". "No es posible que el Supremo nos obligue a tratar igual a hombres y mujeres. Nos guía la Biblia, y la mujer está subordinada al hombre", dijo Bas van der Vlies, su líder, tras el fallo.

El momento político no puede ser más delicado. Las elecciones legislativas están convocadas en Holanda para el próximo 9 de junio, y el partido cuenta actualmente con dos escaños. Apoyados por una comunidad de 650.000 personas, necesita listas igualitarias. "Esperaremos para actuar hasta ver sus candidaturas", ha advertido el Ministerio de Justicia. "No hemos sido desmantelados. Como siempre, dependemos del Señor y continuaremos nuestra tarea de extender los valores de la Biblia", ha contestado el portavoz del partido.

Un mundo aparte

Aunque esta vez sea de mayor calado, los calvinistas ortodoxos holandeses ya han tropezado antes por su segregación de la mujer. En las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, los conservadores británicos les exigieron cambiar de postura si querían formar parte del nuevo bloque de derecha. El único parlamentario del Partido Cristiano Reformado holandés no cedió, y perdió su escaño.

Concentrados en el denominado "cinturón bíblico", situados al sureste del país, mantienen una observancia estricta de su particular lectura de los textos bíblicos. Disponen de su red de escuelas, centros sociales y medios de comunicación, y los niños no se vacunan porque sus mayores creen que las enfermedades son "una prueba enviada por Dios", por lo que sufren epidemias.

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