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Reportaje:ANTONIO MARÍA ROUCO | La iglesia católica española

Un cardenal con poder

"¡Si son más aburridas que un gorro de dormir!", decía Tarancón de las elecciones en la Conferencia Episcopal Española. No lo parecen ahora, a juzgar por las diferencias de criterio entre candidatos.

El cardenal Rouco, gallego nacido en 1936, aspiraba en 2005 a igualar a Tarancón, que condujo a la Iglesia católica entre 1971 hasta la infame noche del 23 de febrero de 1981. Ha sido el único prelado que logró tres mandatos sucesivos al frente de la Conferencia Episcopal, el máximo posible. A Rouco, hace tres años, se lo impidieron 26 obispos:necesitaba 52 votos de los 77 prelados en activo, y obtuvo 51. No eran los dos tercios de los votos emitidos, como dice el reglamento de la CEE. Apeado de las votaciones, se impuso el candidato que menos esperaba, frente a Cañizares, el mal menor para el cardenal de Madrid.

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Rouco no se ha recuperado de la decepción. En estos tres años ni una sola vez ha acudido a las asambleas episcopales a tiempo para escuchar los discursos de su sucesor, salvo el lunes pasado, que se sentó a la izquierda de Blázquez cuando éste comenzaba a hablar.

Suele decirse que no hay nada más parecido a un obispo que otro obispo. Lo parecía hace tres años. Ahora no. Blázquez se ha desmarcado de su predecesor de manera sonada.

Rouco piensa que España se rompe y quería, junto a Cañizares, que la Conferencia Episcopal emitiese una instrucción pastoral sobre la unidad patria. Blázquez les neutralizó relativizando una y otra vez tanto alarmismo. Rouco acudió a manifestaciones contra la legalización de los matrimonios gays. Blázquez se negó. Cañizares y Rouco creen que el Ejecutivo socialista persigue a la Iglesia. Blázquez dialoga con Rodríguez Zapatero en busca de acuerdos hasta ahora impensables, como la reforma a mejor -con un incremento del 34%- de la asignación tributaria que el Estado paga cada año a la Conferencia Episcopal para culto y sueldos.

Ni siquiera están de acuerdo en la política a seguir ante ETA. Rouco y Cañizares piensan que es inmoral dialogar con terroristas; Blázquez, que es imprescindible el diálogo.

SCIAMARELLA

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