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Entrevista:ÁNGEL GABILONDO | Ministro de Educación

"Yo creo en el esfuerzo y la exigencia"

Ha aceptado el cargo de buena gana, sabiendo dónde se mete y convencido de lo que va a hacer. Con la patata caliente entre las manos de las protestas estudiantiles por la reforma universitaria que surgió de la Declaración de Bolonia como primer reto, Ángel Gabilondo (San Sebastián, 1949) aterriza en el Ministerio de Educación -que recupera las competencias en Universidades y pierde las de Asuntos Sociales y Deporte- dejando el cargo de presidente de los rectores y responsable de la Autónoma de Madrid. Pero deja claro que la coherencia le importa, que su discurso no variará. "Lo decía como rector y lo digo ahora", repite a lo largo de la entrevista.

Buen orador, catedrático de Metafísica, formado en los corazonistas y en la Autónoma, Gabilondo lleva poco más de una semana en el cargo ("en estos días me he dedicado a escuchar") y pide tiempo para ponerse al día.

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A la vista de las ampollas que ha levantado la separación de la Universidad y la Ciencia en distintos ministerios, sólo un año después de unirlos, Gabilondo argumenta que se trata de un proyecto conjunto del Gobierno ("me siento miembro de un equipo, por tanto, dentro de un proyecto"). Cuando, a principios de la legislatura, Zapatero separó la Universidad de Educación, él advirtió como presidente de los rectores: "¡Cuidado, que la Universidad también es educación, educación superior!". Y ahora quiere mantener viva esa idea.

Al hablar de las protestas por la reforma educativa surgida de la Declaración de Bolonia, aborda el tema de forma directa y tajante, empezando con una crítica: "No me ha gustado que haya parecido que había que ser contrario o partidario eufórico de Bolonia, como si fueran dos equipos de fútbol, cuando la reforma de Bolonia engloba un montón de aspectos de una enorme complejidad".

Pregunta. La educación en España sale muy mal parada en informes internacionales como PISA o los de la OCDE, que comparan los resultados en secundaria. ¿Qué está fallando?

Respuesta. Hay que analizar a fondo conjuntamente qué podemos modificar no sólo en el sistema educativo, sino también en la percepción social de éste. Hay valores que tenemos que intensificar: el valor del estudio, de la enseñanza, de la exigencia. Son valores que se han asociado con opciones conservadoras, lo que es un error. Yo creo en el aprender, en el estudiar, en el enseñar, en fomentar la creatividad y las habilidades, pero también creo en el esfuerzo y en la exigencia. No son valores de una sociedad tradicional, son valores de una sociedad emprendedora, que no quiere malgastar su talento.

P. ¿Quiere decir que en los últimos años hubo cierta relajación en la disciplina?

R. Como veníamos de una enseñanza muy autoritaria, pasamos a una liberalización de los modos de hacer, que me parece una redención. Hay que encontrar el sentido de la medida.

P. La educación ha sufrido sucesivas reformas con cada cambio de Gobierno. Ahora dice que quiere un pacto de Estado por la educación. ¿Cómo pretende conseguirlo? ¿Al estilo del Pacto de Toledo sobre las pensiones?

R. Yo quisiera lograr una estabilidad común que no tenga que ver con intereses partidistas y de las autonomías. La Constitución pone el derecho a la autonomía al lado del derecho a la solidaridad entre las comunidades. Por eso el pacto debe ser un pacto de solidaridad, social, con los sindicatos y las fuerzas sociales, con los agentes o empresas que trabajen en la educación. Si no hay diálogo social no será posible. Y tendremos que trabajar con todos los estamentos autonómicos para lograrlo.

P. ¿Es para usted una prioridad entenderse con el PP para estabilizar el modelo educativo?

R. Por supuesto que hay que hacerlo, es indispensable, con todos los partidos del arco parlamentario. La educación no es patrimonio de ningún partido. Tenemos un proyecto que es entender la educación como un bien público y darle una dimensión social integrada. Y con este contexto espero que podamos sentar las bases entre todos los partidos.

P. Ya que apela al diálogo, ¿se reunirá con los representantes de los movimientos asamblearios que combaten el Plan Bolonia en las universidades?

R. En España hay un millón y medio de estudiantes y las protestas de Bolonia merecen respeto, pero no son exactamente mayoritarias. Hay que dialogar, escuchar los argumentos, las razones. Pero uno de los problemas es encontrar quién es el interlocutor en instancias que dicen que no son representativas. Las universidades nos hemos dotado de órganos de participación democrática en los que están representados los estudiantes. Y las universidades que han implantado ya los nuevos adaptados a Bolonia no sólo no han tenido malos resultados, sino que han aumentado el número de estudiantes. Además, estamos en un espacio muy competitivo.

P. ¿Sería un disparate una moratoria para implantar Bolonia mientras Europa sigue adelante?

R. No lo diría así.

P. ¿Lo descarta?

R. Sí. Cada universidad decidirá si necesita más debatir o más implantar. Porque a menudo estos debates se alargan. De lo que sí hay voluntad política es de no dejar de avanzar en el proceso de europeizar la Universidad. En 2010, España va a asumir la presidencia europea y dentro de poco habrá un encuentro en Lovaina para impulsar el proceso. No puede ser que Europa vaya en una dirección y España, de repente, esté en otra cosa.

P. ¿Qué ha pasado para llegar a esta situación?

R. Algo no lo hemos hecho del todo bien, y hay que decirlo claro. Primero, porque ha habido cambios de Gobierno, de políticas ministeriales, altibajos, vaivenes, y esto ha alargado el tiempo y esto no siempre juega a favor. Segundo, yo distinguiría entre información y comunicación, que es también generar espacios de reflexión o de intercambio de opinión, es decir, una confrontación de ideas. Me parece bien que haya una campaña de información, pero no quiero campañas de propaganda, sino de comunicación.

P. ¿Qué les dice a los que temen la mercantilización de la Universidad?

R. Ningún dato justifica un discurso así. En España no hay tanta participación privada en la Universidad y, es más, todos lo que analizan el sistema español lo ven como un déficit. También lo hay en la transferencia de los resultados a la sociedad. Porque la Universidad debe responder a las demandas de la sociedad, que no a las del mercado, no es lo mismo. Hay muchos estudios que no son exactamente los más demandados del mercado y que a mí me parece que son socialmente imprescindibles.

P. ¿Por ejemplo?

R. Los que tienen que ver con la cultura clásica no son los que tienen más demanda de mercado, pero la sociedad ve bien que se estudien en la Universidad. Otra cosa es que tengamos que rentabilizar los recursos, no malgastar, que con 77 universidades no todos los estudios tengan que estar en cada una de ellas.

P. ¿Hay demasiadas universidades? ¿Puede haber una facultad de todo en cada ciudad?

R. Hay que hacer un proceso de racionalización que no impida que un estudiante pueda estudiar ciertas cosas, aunque no necesariamente en su ciudad. Por tanto, este asunto va vinculado directamente a políticas de becas y movilidad. Y al establecimiento de redes de universidades, por ejemplo autonómicas.

P. Esto cuesta caro y estamos en un mal momento económico. ¿Está asfixiada la Universidad?

R. El Consejo de Universidades está estudiando el modelo y el plan de financiación que necesita el sistema universitario español, que debe estar unido a indicadores, a objetivos y a rendición de cuentas. Ésta es otra prioridad. Lo pedía como rector y lo pido ahora. En tiempos de crisis hay que hacer un esfuerzo en ciencia, en investigación y en educación. Yo siempre he dicho: "Las convicciones, a los Presupuestos".

P. ¿Estará de acuerdo Elena Salgado?

R. Es pronto para entrar en detalles del Presupuesto. Pero si este país cree que la educación y la educación superior son un valor fundamental, determinante, y además si son la única posibilidad, a través de la ciencia y la investigación, de modificar un modelo vinculado a la construcción y al turismo, tendrá que apostar a fondo por esto y hacer un esfuerzo.

P. El Ministerio de Educación antes no gestionaba los campus y ahora, con usted al frente y con la desaparición de la Secretaría de Estado de Universidades parece más bien un Ministerio de Universidades.

R. Ha quedado como Ministerio de Educación, con una visión integral de la educación. Porque ahora ya no hay edades, la educación ya no es algo que pase sólo en una fase de la vida.

P. Con la vuelta a este esquema se rompe con Ciencia e Innovación, cuando en las universidades se hace más del 60% de la investigación. Esto ya ha levantado recelos entre algunos rectores y sectores universitarios.

R. La vida no se divide en ministerios y la sociedad tampoco. La realidad de la Universidad no se puede trocear, es Universidad con ciencia, con investigación, con transferencia de resultados a las empresas, con enseñanza, si no, no es Universidad. Ambos ministerios van a tener que abordar directamente asuntos universitarios. Hay que generar órganos de coordinación y además hay que aparecer públicamente juntos cuando se traten asuntos de competencia de los dos ministerios.

P. El conflicto sobre Educación para la Ciudadanía sigue abierto pese a la sentencia del Supremo que rechazó la objeción. ¿Qué se va a hacer con los hijos de las familias empeñadas en no cursar la asignatura?

R. Las materias no se cursan según le gusten a uno mucho o poco, le parezcan oportunas o inoportunas o más pertinentes que impertinentes. Es una asignatura como las otras obligatorias y con ella se hará como con todas cuando se cursan o no y se aprueban o no. En cualquier caso, ojalá podamos encontrar algún tipo de camino hablando, porque la sentencia deja claro que lo que no se puede es objetar de conciencia a ella.

P. ¿Va a dialogar sobre eso con la Iglesia?

R. Los interlocutores naturales del ministerio para esto son las confederaciones de aquellos que trabajan en la educación y las comunidades autónomas, por supuesto. Tenemos que aprender a vivir en un país donde las decisiones adoptadas por los órganos correspondientes no sólo afectan a los que están de acuerdo sino a todos, es una lección de la democracia.

P. La reforma del bachillerato del ministerio ha sufrido un varapalo en el Supremo. No ha aceptado que se pueda pasar del primer curso al segundo con cuatro suspensos. ¿Era una mala idea, un mensaje equivocado?

R. No soy partidario de que sea indiferente aprobar o no asignaturas para pasar o no de curso. Pero el modelo que se perseguía era el de la enseñanza universitaria, donde se pueden hacer asignaturas de un curso sin haber completado otro. Nadie ha pensado que en la Universidad sea un disparate hacer esto. El problema ha sido que había dos lógicas distintas y si se relee será basándose en no relajar los valores del estudio, del esfuerzo y del conocimiento.

P. ¿Existe un derecho a ser educado en castellano? En tal caso, ¿se incumple?

R. Tenemos una suerte estupenda que es la Constitución española, que deja muy claros los márgenes de la política lingüística, cuál es la lengua oficial y las lenguas cooficiales. Cualquier decisión que se tome, la que sea, debe hacerse en el marco de esa propuesta. Todo lo que sea en ese marco es discutible o mejorable. Estudiaré las propuestas que se hagan sobre este tema.

P. ¿Está de acuerdo con las aulas separadas para inmigrantes? ¿O con los colegios que separan alumnos por su sexo?

R. Soy partidario de la educación inclusiva en todos los sentidos. No se pueden buscar discriminaciones ni por razones de sexo ni de religión ni ninguna otra. Sólo un espacio inclusivo donde uno aprende a convivir en diferencia nos prepara para vivir en una sociedad cada día más abierta, plural y diversa.

Ángel Gabilondo, el pasado viernes en el Ministerio de Educación en Madrid.
Ángel Gabilondo, el pasado viernes en el Ministerio de Educación en Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

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