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Reportaje:

El drama sanitario de China

El abandono del sistema socialista ha supuesto la precariedad asistencial de la población

La tetera humea en el suelo negro de la vivienda, mientras el frío se cuela por las rendijas de la puerta. Liang Jingli apenas puede tenerse derecho. Con las manos apoyadas en las caderas, se balancea como un bambú al viento. Parece un tentetieso. Es un hombre fuerte, de pelo enhiesto y manos recias. Pero, a sus 52 años, está roto. "No puedo quedarme mucho de pie, las piernas no me sostienen. No puedo trabajar, y no tengo dinero para el médico".

Liang malvive en Huang Ta, aldea de 300 habitantes a 120 kilómetros al oeste de Pekín; pero habla con la dignidad de la que hacen gala muchos pobres en China. Para él, como para cientos de millones de chinos, ir al hospital es algo imposible en este país gobernado por el Partido Comunista. Las reformas económicas de Den Xiaoping en 1978 han convertido la medicina, pública o privada, en un producto regido por las leyes del mercado, que hay que adquirir y pagar como artículo de lujo.

"El doctor lo único que hace es vender todas las medicinas que puede"
Según el Gobierno, el 40% de la población no va al médico porque no puede pagar

Huang Ta yace en un valle yermo y gris, que se hunde como un puñal entre montañas de 2.000 metros, en la frontera con la provincia de Hebei. Bajo los cobertizos, sus habitantes guardan como oro las piedras de carbón para cocinar y calentarse. En invierno, el aire corta el acero. La vida aquí es dura, y no hay más que ancianos, niños y enfermos. Los aldeanos sólo pueden plantar algunos frutales, "el único cultivo que permite el Gobierno", dicen. Otros trabajan reforzando el cauce del río por 20 yuanes (1,8 euros) al día.

Pero una de las mayores preocupaciones es la precariedad sanitaria. El 90% de la población rural china y el 60% de la urbana no tienen cobertura social. Esto hace que, según el Gobierno, casi el 40% de la población del país no vaya nunca al médico porque no puede afrontar la factura.

La situación es especialmente grave en el campo. Pese a representar el 70% del censo, dispone de menos del 30% de los recursos sanitarios. Según reconoce la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, el deterioro de la salud de los agricultores es uno de los principales factores que ha propagado la pobreza. Para un campesino, el coste medio por ingreso hospitalario es de 2.236 yuanes (202 euros), casi el equivalente a los ingresos de todo un año.

"Cuando alguien cae enfermo o sufre un accidente, la única solución es pedir dinero a la familia y los amigos o morir", dice Wang Dianfu, de 44 años, otro vecino, que padece fuertes dolores en manos y pies que le impiden trabajar. "Sólo me alivia meter las manos en agua casi hirviendo", dice. "No puedo permitirme ir al médico, porque tengo un hijo de 19 años y otro de cinco, que están estudiando".

Lejos quedan los años de fervor maoísta en los que los llamados doctores descalzos recorrían este valle, como el resto del país, dispensando cuidados. Era un tiempo en el que el eslogan "Wei renmin fuwu" (Sirve al pueblo) acompañaba el entusiasmo socialista que enarbolaban estos trabajadores (mitad campesinos mitad enfermeros) entrenados para curar heridas, atender partos o tratar apendicitis. Un ejército de paramédicos que, unido a las cooperativas sanitarias creadas por Mao Zedong, contribuyó a controlar las epidemias y reducir la mortalidad infantil. La sanidad, aunque básica, llegó así al 90%, y la esperanza de vida pasó de 32 años en 1950 (recién fundada la República Popular), a 69 en 1985; aunque esto agravó la superpoblación.

El modelo sanitario chino fue alabado por el Banco Mundial y la OMS (Organización Mundial de la Salud) como ejemplo para otros países en vías de desarrollo. Pero en 1980, al abrazar Pekín el capitalismo, el sistema de acceso universal fue desmontado. El fin de la colectivización supuso el colapso de las clínicas rurales, los doctores descalzos dejaron de ser financiados por el Gobierno y la medicina se hizo de pago.

Según la OMS, pese a la positiva evolución que han experimentado desde entonces indicadores como la esperanza de vida, las mejoras sanitarias se han ralentizado y la tasa de mortalidad incluso ha aumentado desde los años 90 en algunas regiones muy pobres. La OMS asegura que se debe, principalmente, al abandono del sistema de financiación pública. Esta situación ha contribuido al incremento de hepatitis, tuberculosis o sida. "El sistema sanitario chino es capitalista, pero sin regular, y muy descentralizado. Esto explica las tremendas diferencias entre regiones", afirma Hu Teh-wei, profesor de Economía de la Salud en la Universidad de California.

Las reformas han transformado hospitales y clínicas en empresas con ánimo de lucro. Y la venta de fármacos se ha convertido en jugosa fuente de ingresos para los centros y los médicos, que abusan constantemente. "Cuando viene el doctor al pueblo, lo único que hace es vender todas las medicinas que puede. Muchos enfermos no saben qué les pasa, pero le tienen que comprar medicinas por más de 200 yuanes [el equivalente a los ingresos mensuales], así que se niegan a verle", dice Liang, mientras mira a su madre, una anciana encogida, que respira con dificultad.

En las ciudades, aunque funcionarios y empleados disponen de cobertura, muchos habitantes (entre ellos, gran parte de los más de 100 millones de emigrantes de población flotante) se han quedado también fuera de una sanidad cada vez más cara. Muchas empresas no cotizan por sus empleados. Otros trabajadores, sin seguro, regentan pequeños negocios.

Por tanto muchos campesinos rechazan afiliarse porque consideran que no reciben nada. Muchos gobiernos provinciales carecen de fondos para aportar su parte. "La única solución es que el Gobierno dedique más dinero", afirma Hu Teh-wei.

Un niño chino, junto a bolsas de pollos sacrificados por la neumonía atípica (SARS) en enero pasado.
Un niño chino, junto a bolsas de pollos sacrificados por la neumonía atípica (SARS) en enero pasado.REUTERS

La otra cara del éxito económico

Es el otro lado del espejo del fulgurante éxito económico chino, que, tras 25 años de reformas y un crecimiento medio anual del PIB de más del 9%, ha dejado un sistema sanitario incapaz de responder a las necesidades de la población, como puso de manifiesto la epidemia de SARS (neumonía atípica). Un sistema en que los pacientes, además de tener que pagar antes del tratamiento, a menudo se ven obligados a sobornar a los médicos. "Hace mucho tiempo que el Gobierno ha dicho que hay que reformar la Sanidad, pero hasta ahora no ha sabido empezar. Muchos otros sectores han sido reorganizados, pero no éste", se queja una enfermera del hospital Jin Shuitan, en Pekín. A pocos metros, varios pacientes pasan con bolsas llenas de medicamentos.

Consciente del problema y temeroso de las consecuencias para la economía y la estabilidad social, el Gobierno ha empezado un programa de nuevas cooperativas médicas en el campo, con objeto de que la población rural esté cubierta en 2010. Según el modelo, lanzado hace unos meses, cada campesino aporta 10 yuanes al año, y los gobiernos central y local contribuyen con otro tanto. Pero el sistema ha sido recibido con pesimismo tanto por la OMS como por otros expertos. En primer lugar, porque los gastos inferiores a 600 yuanes no son reembolsados, por lo que los enfermos no van al médico hasta estar muy mal; y porque, para los gastos superiores, la devolución oscila entre el 20% y el 60% de la factura, por lo que los pacientes deben pagar aún mucho más de lo que pueden; y en tercer lugar porque, en cualquier caso, deben adelantar todo el montante.

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