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Reportaje:

La edad de los sofocos

La menopausia sigue siendo una etapa mal atendida

Carmen Morán Breña

Menopausia sigue siendo una palabra muy cargada de connotaciones desagradables, porque durante siglos, ese periodo en la vida de la mujer se entendía como una pequeña muerte, el cierre de muchas puertas: la de la feminidad, la de la sexualidad, incluso la de la edad madura o adulta, para pasar de golpe a la vejez.

El concepto no ha soltado todo el lastre, ni mucho menos, como prueba el que los expertos traten de normalizar su uso y de convencer a la población femenina alrededor de los 50 años de que este periodo no tiene por qué cambiar sustancialmente la vida, ni desde un punto de vista físico, ni psicológico. Porque, además de la ancestral concepción de la menopausia como algo oscuro, los avances científicos para tratar las molestias que pueden tener algunas mujeres han jugado más al despiste que contribuido a despejar dudas.

Antes se trataba a todas las mujeres; ahora, apenas el 5% toma medicación

"Hace algunos años, en Estados Unidos se trataba a todas las mujeres con estrógenos, sin discriminar a quien lo necesitaba realmente. Era casi un tratamiento de belleza, que además se alargaba por años", explica Joaquín Calaf, jefe del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Luego, a la luz científica aparecieron los miedos, los cánceres asociados al tratamiento, y el péndulo se fue radicalmente al otro lado. Las mujeres dejaron de tratarse cuando "entre un 15% y un 20% lo necesitan, sin embargo, no alcanza al 5% las que acceden a ello. Se ha creado un mal ambiente global", lamenta Calaf.

Los tratamientos se han reelaborado con dosis mínimas y no superan los cinco años. Siendo así, opinan los expertos, no hay lugar para el temor. "Ya no se trata indiscriminadamente para prevenir la osteoporosis o enfermedades cardiacas. Se convirtió en una enfermedad, y no lo es. Aún perdura esa lucha entre los que quieren medicar y los que no", dice la ginecóloga María Jesús Cancelo, del Hospital de Guadalajara.

Lucía, de Barcelona, es una de esas mujeres que ahora está observando cómo evolucionan sus primeros síntomas, para ver si se medica o no. Pero habla de la menopausia sin los traumas de antaño: "Estoy contenta de haber llegado hasta los 53 con menstruación. Y ahora estoy sintiendo algunos sofocos y a veces insomnio, pero no sé si atribuirlo todo a esto, porque también estoy pasando por una etapa laboral malucha", razona. "A los cuatro meses volveré a la consulta y si tengo que tomar algo, claro que lo tomaré", asegura.

No hay por qué sufrir innecesariamente, dicen los ginecólogos, pero advierten de que ese periodo de la menopausia coincide a veces con situaciones en la vida que se confunden con los supuestos síntomas del climaterio. "Es la época en que se van los hijos de casa, se acaba el trabajo, mueren los padres, incluso son años de divorcios", aclara Calaf.

Y es ahí cuando algunas mujeres pueden, además, necesitar apoyo psicológico. "Pueden entrar en momentos de tristeza, que en algunos casos más graves podría ser tendente a la depresión", asegura la doctora Carmen Cuadrado, autora de La Menopausia, algo más que un sofoco. Ella cree que los síntomas psicológicos son los que más han estigmatizado a la mujer menopáusica, los que inmediatamente se les lanzaban a la cara como acusación: irritabilidad, tristeza... Tan es así que muchas mujeres han ocultado ese estado incluso entre sus amistades más íntimas. ¿Cuánto ha cambiado esto?

La primera unidad de menopausia que hubo en España fue a principios de los ochenta, en la clínica madrileña Jiménez Díaz bajo la tutela del doctor Santiago Palacios. "En aquella época las mujeres se avergonzaban de ello y apenas se trataban los sofocos", recuerda Rosario Castaño, psicóloga clínica y sexóloga del Instituto Palacios, en Madrid. "Hicimos una encuesta y nos devolvían los formularios a escondidas de los vecinos". Aún persistía esa idea de dejar de ser mujer al perder la regla", dice. "Ahora todo ha cambiado mucho, pero perdura la concepción negativa, que se camufla bajo la coletilla de siempre: 'yo no he notado nada, a mí no me pasa nada', que no es más que otra forma de negarlo".

Una mujer se somete a una densitometría en Barcelona.
Una mujer se somete a una densitometría en Barcelona.JOAN SÁNCHEZ

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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