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Columna
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El fin del pensamiento

La multinacional Thomson Reuters, dedicada a realizar críticas de las revistas científicas y de ciencias sociales, ha lanzado el definitivo eslogan de la época. Su lema, a modo de formidable profecía, sentencia: The end of think. The beginning of know. El fin del pensamiento, el principio del conocimiento. ¿Puede filosóficamente dividirse una categoría de otra? Puede que no sea filosóficamente posible ni se entienda, a primera vista y de forma tajante, esta escisión, pero el agua que comunicaba sus orillas, mezclada en otros tiempos, empieza a presentar sus importantes diferencias de personalidad y carácter práctico.

Pensar, lo que se entendía por pensar, resulta ya demasiado lento para ejercer una acción (knowledge to act, conocimiento para actuar, sigue diciendo la propaganda de Thomson Reuters) mientras que con el conocimiento actualizado, diversificado y rico la intervención vuela. Es el modelo del broker o del trader en la economía especulativa y veloz.

A la historia de las mentalidades sucede la historia de las soluciones prácticas

La ponderación del bien o el mal, lo relativamente positivo o lo relativamente negativo se reemplaza por la supremacía del conocimiento eficiente o no. La oportunidad gana a la meditación y lo inmediatamente productivo a todo el resto de la producción.

El pensamiento duda, se contradice, retrocede, oscila o se balancea. El conocimiento eficiente, por el contrario, busca llegar rápidamente a la variada totalidad del objeto, iluminarlo y tomarlo preso.

La competencia social hace tiempo que no se basa en ideas ni en doctrinas demasiado contrapuestas. Ni siquiera las cuestiones morales separan mucho a sus opuestos porque la moral, a su vez, tiende a formar una parte del conocimiento (científico) cierto o no, se apoya en el dato de la investigación y no en la base de una ética demasiado enteca.

Efectivamente, cada momento histórico se ha servido de unos valores para legitimar su organización. Tanto la explotación como la esclavitud, el absolutismo o la tortura. Pero nunca antes el cinismo llegó a mostrar tan claramente la unidad interna entre el actual mundo del conocimiento y el viejo del valor. La unidad entre el funcionamiento de la estructura y de su superestructura que refería el marxismo.

Las cosas parece que son como son a propósito de sí mismas y la manera de mejorarlas no obedecerá a un superior proyecto humano, benéfico o vil, simplemente se tratará de que funcionen mejor según las leyes que establecen entre sí mismas.

No seremos ya, en fin, los sujetos que se esforzarán en mejorar la historia en una determinada dirección ideal, sino los silos de un saber aplicable que busca eficacia funcional. A la historia de las mentalidades sucede la historia de las soluciones prácticas, al mundo superior del pensamiento el doble del conocimiento. Parecen elementos gemelos pero su diferencia radica en que lo que fuera efecto de la reflexión ha tomado, por reflexión, su antigua causa.

El conocimiento se extiende en la Red sin cabeza determinada, el conocimiento se manifiesta ahora por todas partes sin paternidad ni patente conocida ni proceso aparente. Somos, a la vez, los supuestos visionarios de este progreso y sus primeros sirvientes ciegos. Una gran explosión del modelo wiki, en la Wikipedia y tantos otros lugares, ha convertido el saber de la muchedumbre en la multitud del saber y, de otra parte, la eminencia del pensamiento en un accidente que nadie es capaz de localizar, perdidos en la marea y la velocidad del conocimiento. Conocimiento sin cabeza, conocimiento sin proceso, saber al fin, descargado de sabor o pensamiento.

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