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La fuga de Ascó revela corrosiones de origen desconocido en la nuclear

El CSN detecta plomo en las partículas que la central emitió hace un año

El escape radiactivo de Ascó I (Tarragona) del pasado noviembre ha puesto en evidencia que la nuclear sufre deterioros que la planta no había controlado. La central, propiedad de Endesa, padece corrosiones de las que nada hubiera sabido de no ser por esa fuga: el análisis químico de una muestra de las partículas emitidas entonces ha detectado la presencia de plomo, metal que precede a un tipo de corrosión especialmente agresiva. El Centro de Seguridad Nuclear (CSN), que lo descubrió en un laboratorio especializado de Madrid, señala que dicho plomo proviene de una parte inconcreta del interior de la central y ha conminado a la planta a que determine su procedencia para repararla. El sistema con que Ascó rastrea las corrosiones no había detectado nada. La portavoz de ANAV, consorcio de Endesa e Iberdrola que gestiona la nuclear, dijo desconocer el problema y se remitió a la opinión del CSN.

"Algo debe de estar agrietándose, pero no sabemos dónde", dice un técnico
Una zona imprecisa de la planta lleva al menos un año bajo riesgo de rotura

El plomo es un elemento cuya presencia trata de evitarse a toda costa en cualquier planta: penetra en los resquicios del metal y, una vez asentado, genera reacciones químicas que aceleran el desgaste de la zona o pieza en cuestión. Un documento del CSN detalla que un lugar sin determinar de Ascó lleva al menos un año acogiendo el mismo plomo que, en cantidades microscópicas, las partículas radiactivas arrastraron hacia el exterior. Dicho plomo, sostiene el documento, antecede y provoca la denominada rotura por corrosión por esfuerzo (SCC, en sus siglas en inglés), aunque el organismo no es capaz de precisar en qué grado.

La SCC es una erosión compleja que combina la acción de la presión con un agente químico. Roe el metal siguiendo el dibujo de un árbol y termina por resquebrajarlo de modo similar al que se agrieta un cristal. Según su intensidad, puede producir la falla de una pieza en un lapso de tiempo extremadamente corto. Ascó emplea varios métodos para evitar este tipo de afectación: realiza inspecciones regulares y dispone de un sistema de testigos para detectar cualquier indicio de corrosión, entre otras medidas. No han detectado ninguna anomalía.

La fuga de noviembre propició que el CSN detectara la corrosión en una fase supuestamente incipiente: la cantidad de plomo que se halla entre las partículas es reducida, inferior a una parte por billón. Eso era hace 12 meses. "Desconocemos cómo ha podido evolucionar con el tiempo", explica un técnico de la nuclear. El problema al que se enfrenta la central es precisar de dónde proviene el plomo y si se ha ido desplazando hacia otras partes de la nuclear amplificando el problema.

La búsqueda es un embrollo en un recinto que cuenta con más de 100.000 conducciones metálicas y que dispone de más de 50.000 sistemas con decenas de válvulas en cada uno. Por añadidura, que el plomo se encuentre asentado en el recorrido que siguieron las partículas -desde el edificio de combustible hasta la chimenea exterior- es sólo una de las posibilidades. "Puede proceder de cualquier parte anterior y que se haya acumulado allí. Encontrarlo será una odisea", razona un técnico de Ascó. La incógnita de su localización deja además demasiadas posibilidades abiertas: la corrosión puede hallarse en una parte banal de la nuclear o en una zona comprometida; afectar a una mera conducción de aire o a válvulas de mayor complejidad. "Algo debe estar agrietándose pero no sabemos dónde. Por probabilidad se tratará de una avería menor. No hay forma de garantizarlo", concluye otro técnico. Éste conjetura que la zona erosionada se averiará antes de localizarla. "Puede que no la detectemos hasta que la corrosión termine por agrandar la brecha", dice un supervisor de la central.

La organización ecologista Greenpeace cargó contra el CSN por permitir que la planta siga operando sin precisar la incidencia de la corrosión. "Es una vergüenza", protestó Carlos Bravo, responsable de la campaña antinuclear de Greenpeace. "Esta corrosión es grave y, por su origen, puede deberse a zonas peligrosas. Es otra muestra de que ni el CSN supervisa a las centrales ni éstas priorizan su seguridad por encima de todo. Con las nucleares envejecidas, el problema de la corrosión es el mayor riesgo del parque nuclear español. No puede tratarse de forma tan somera", concluyó.

Los expertos avalan la complejidad que entrañará esta problemática en plantas que, como Ascó, se construyeron en la década de los setenta. "La corrosión es uno de los talones de Aquiles al que se enfrentan las nucleares de más de 30 años", precisó el catedrático de energía nuclear de la Universidad Politécnica de Cataluña, Javier Díez. Ascó I cumplirá los 24 años en marcha el mes que viene.

La corrosión ya ha provocado contratiempos en las nucleares españolas: en 2005, el CSN multó con 1,6 millones de euros a la central de Vandellòs (Tarragona) por ocultar que sufría amplias grietas en el sistema de refrigeración. El Consejo, tras admitir que había infravalorado ese incidente, lo calificó como nivel 2 de la escala internacional de sucesos nucleares.

Preguntas sin respuesta

¿Cuánta radiactividad emitió Ascó I al exterior? La pregunta, un año después del escape que la nuclear ocultó durante meses, sigue sin respuesta. No es la única: el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) tampoco ha precisado hasta dónde llegaron las partículas y con qué intensidad. "No nos han respondido", lamenta Carlos Bravo, responsable nuclear de la campaña nuclear de Greenpeace, grupo que destapó y denunció la fuga antes de que la detectara el propio Consejo.

La red de vigilancia ambiental del Consejo también da lugar a nuevas dudas: los datos oficiales, que Greenpeace solicitó y procesó, indican que no hubo una fuga radiactiva. Hubo varias y de forma sucesiva que se alargaron hasta el mes de diciembre. "Lo hemos denunciado y nadie nos lo ha rebatido", sostiene Bravo. Los picos de radiactividad que registró la red del CSN coinciden en el tiempo con la puesta en marcha de Ascó I tras la parada de noviembre del año pasado y otros trabajos de raspado de la nuclear. Pese a ello, el CSN sólo contempla sancionar a la central por una emisión. "Fue un sólo incidente pero provocó varias fugas", zanja Bravo. De momento, el CSN ni confirma ni desmiente.

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