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Un hacha hallada en Atapuerca indica que ya había ritos funerarios hace 400.000 años

'Excalibur' es una piedra roja, perfectamente tallada, descubierta en la Sima de los Huesos

Gustavo Hermoso / Rafa Höhr

En la Sima de los Huesos (Atapuerca, Burgos) se han encontrado ya 4.000 fósiles de humanos de hace 400.000 años, algo excepcional en el mundo. Pero eran sólo huesos, no había ningún otro vestigio de aquellos individuos prehistóricos. Por ello, el hallazgo de un hacha de piedra, de cuarcita roja, primorosamente tallada, maravilló a los paleontólogos del equipo de Juan Luis Arsuaga. Ellos consideran que formó parte de un rito funerario y es el vestigio más antiguo de la mente simbólica, algo exclusivamente humano. El hacha, bautizada Excalibur, se halló en 1998 y hoy se presenta en Nueva York.

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Tras cuatro años de estudio de la singular pieza en los laboratorios de los paleontólogos, Excalibur es, a partir de mañana, la joya de la exposición sobre Atapuerca que se inaugura en el Museo Americano de Historia Natural. Cinco herramientas de piedra de este tipo, llamadas bifaces, se han encontrado en los yacimientos de Burgos, pero ésta es la primera que aparece en el de la Sima de los Huesos, donde está la gran acumulación de fósiles de hace 400.000 años.

Su presencia en la cueva, un agujero de la montaña donde sólo hay restos humanos y de oso, donde no hay vestigio alguno que indique que los hombres prehistóricos vivieran allí o comieran o prepararan sus herramientas, induce a pensar a los científicos que es una pieza de ajuar funerario. Esto significaría que es el más antiguo vestigio hallado hasta ahora de la cultura de la muerte, de una mente simbólica que distingue al hombre del resto de las especies.

Excalibur -los paleontólogos la bautizaron inmediatamente con el nombre de la espada mágica- apareció el 9 de julio de 1998, con la campaña de excavación de aquel año apenas comenzada. El equipo de la Sima de los Huesos que dirige Arsuaga (uno de los tres codirectores del proyecto Atapuerca, junto con Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro) encontró el hacha entre la acumulación habitual de fósiles humanos.

Fue Ana Gracia, uno de los siete miembros del equipo de la sima, quien estaba en aquel momento con los palillos de modelar apartando arcilla en el suelo de la cueva. Recuerda que vio una cuarcita, una piedra de río que era el material predilecto de los hombres prehistóricos para hacer herramientas y que nunca había aparecido en la cueva hasta ese momento (no hay cerca lascas de cuarcita: Excalibur no se talló allí).

"Empecé a retirar el sedimento y al ir perfilando la piedra vimos que tenía bordes tallados cortantes", cuenta Gracia. "Era la parte posterior del bifaz. Era increíble, emocionante... pero esta vez no lloré". Más de cuatro años después Alfonso Esquivel, otro paleontólogo, lee una fría anotación en el cuaderno de la excavación que él se encarga de hacer: "Piedra, en medio del nivel verde [código del nivel de fósiles humanos]". Alrededor estaba un diente humano y un acetábulo (de la cadera), así como un canino y una costilla de oso, según quedó registrado.

"Estábamos todos alucinados", dice Ignacio Martínez. El 10 de julio él realizó la excavación completa del hacha. Mide 155,8 milímetros de longitud máxima, 98,5 milímetros de ancho y 49,87 de grosor. Es una piedra roja con una capa exterior ocre, una pieza muy rara por la tonalidad pese a que hay cuarcita en la región, en las terrazas del río Arlanzón.

Excalibur fue retirada con sumo cuidado del yacimiento y durante cuatro años ha sido analizada a fondo en los laboratorios de Arsuaga y de Carbonell (en la Universidad Rovira i Virgili, de Tarragona) como responsable de la arqueología del proyecto Atapuerca.

"El mayor debate en evolución humana es cuándo surgió la mente del hombre, cuándo se encendió esa chispa", explica Martínez. "La mente simbólica, como la nuestra, dejaría tres tipos de evidencia en el registro fósil de los hombres prehistóricos: el arte, que se remonta a sólo 40.000 años; el lenguaje, que estamos investigándolo en los hombres de la sima; y la cultura de la muerte, cuándo empieza a tratarla con especial conciencia". Las muestras más antiguas de ritos funerarios hasta ahora tienen 60.000 años y son discutidas por no pocos expertos.

¿Cómo acabó Excalibur en esa acumulación de cadáveres? La hipótesis de los científicos es que no fue una catástrofe natural, sino que los cuerpos fueron depositados allí intencionadamente. Y junto a ellos, en algún momento, tal vez como homenaje, se dejó una pieza singular, un hacha de un material muy especial, perfectamente tallada. ¿Fue hecha para la ocasión? ¿Pertenecía a algunos de los muertos? Quién sabe.

El célebre paleoantropólogo Henry Lumley, tras ver Excalibur y visitar la sima, escribió en el cuaderno de la excavación en 2001: "Cómo me ha emocionado pasar unos instantes en esta cámara sepulcral, testimonio más antiguo del nacimiento de los primeros mitos de la humanidad".

El hacha de piedra <i>Excalibur.</i>
El hacha de piedra Excalibur.JAVIER TRUEBA / MADRID SCIENTIFIC FILMS

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