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"No hay ningún dato que indique que el volcán va a parar"

Los vulcanólogos advierten de que habrá que acostumbrarse a compartir el espacio aéreo con la ceniza volcánica islandesa

Nada parece indicar que la actividad del volcán bajo el glaciar Eyjafjalla vaya a detenerse en su segunda oleada de interferencias en los espacios aéreos europeos. El Centro Nórdico Vulcanológico, el Instituto de Ciencias de la Tierra islandés y el Servicio Meteorológico de ese país emiten diariamente un informe sobre la evolución del volcán desde que se produjo su erupción, el pasado 20 de marzo. Según esos datos, la expulsión de lava ha decrecido lentamente, pero la actividad explosiva se ha acelerado. Esos informes siempre concluyen con la misma frase: "No hay indicios de que la erupción vaya a detenerse".

La evolución del Eyjafjalla, que en su última erupción permaneció activo dos años (1821-1823), es un misterio para los expertos. Cada volcán tiene un comportamiento distinto, y en la mayoría de las ocasiones, es imposible predecirlo. Según Inés Galindo Jiménez, vulcanóloga del Instituto Geológico y Minero de España en Las Palmas, el actual estado de la erupción es muy similar al que presentaba el 20 de marzo, cuando dejó de ser un desconocido para el mundo.

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"Primero fue una erupción volcánica efusiva (coladas de lava), después tuvimos la primera nube de ceniza, aumentó la explosividad y disminuyó la lava. Posteriormente volvió a bajar y ahora ha vuelto a aumentar la explosividad; no hay una clara tendencia de aumento o de disminución de la cantidad de material emitido, no hay un dato que pueda hacer pensar que la erupción vaya a terminar, ni de que esté disminuyendo".

Según esta experta, las erupciones en Islandia son muy habituales, lo que no quiere decir que "vaya a haber estos fenómenos todos los días", aunque ahora "no queda más remedio que acostumbrarse" a esta situación. Galindo Jiménez asegura que la explosividad de un volcán puede cambiar varias veces, porque por mucho que se conozca un volcán es difícil pronosticar su evolución; salvo "en casos como el del Stromboli (Italia), que suele tener el mismo tipo de actividad siempre".

Las compañías aéreas sí están aprendiendo a esquivar sus efectos debido a la peligrosidad que suponen las partículas que viajan en la nube. La nube de ceniza, explica la vulcanóloga, comienza a desplazarse lateralmente cuando la densidad de esta y la de un punto de la atmósfera coinciden. Y eso está ocurriendo ahora a una altura aproximada de seis kilómetros (20.0000 pies); aunque también puede darse a mayores alturas. "Depende", subraya Galindo. Eso explica que AENA haya decidido esta tarde mantener abiertos todos los aeropuertos, estableciendo una zona restringida entre los 20.000 y los 35.000 pies. Los aviones sí podrán navegar por debajo de 20.000 pies; debajo de la zona por la que se supone que transitan los restos volcánicos.

La nube está formada por partículas de ceniza de pocos milímetros con pequeños silicatos muy densos y con componentes metálicos, acompañados de vapor de agua, dióxido de carbono, monóxido de carbono, dióxido de azufre, sulfuro de hidrógeno y flúor y cloro. Esas partículas en suspensión son las que puedan causar graves daños en los fuselajes y motores de los aviones.

Todo el verano

Con el volcán islandés no sirven las previsiones a medio plazo; incluso las de un día para otro se ven alteradas simplemente con un cambio de dirección del viento. El Servicio Meteorológico británico ha advertido de que las alteraciones en los vuelos pueden durar todo el verano. "Nos encontramos todos a merced del volcán y no hay manera de saber cuánto tiempo continuará la erupción", ha explicado a Efe un portavoz de Met Office. "La actividad volcánica aminoró un poco durante una temporada y ahora se ha vuelto más activa". Según las mismas fuentes, los vientos del noroeste son los culpables de haber empujado la nube y haber provocado el cierre de algunos aeropuertos, cancelaciones y retrasos en buena parte de Europa.

El vicepresidente del Colegio de Geólogos, José Luis Barrera, ha ido hoy más allá y ha advertido de que "hay que ir acostumbrándose a vivir con el volcán", porque su actividad "no tiene visos" de estar cerca del final. Este experto ha instado a las autoridades a que realicen un plan para garantizar el transporte por otras vías de forma "estable y permanente", informa Europa Press.

"Se sigue moviendo el magma debajo del cráter y no tiene visos de que la erupción, y por ende la nube, vaya a parar de forma inmediata, por lo que todo depende de las corrientes de aire". Además ha insistido en la necesidad de que haya "control" y que se realicen mediciones del polvo volcánico que caiga, sobre todo, en las pistas de los aeropuertos, porque si las cenizas caen sobre las pistas, podría entrar en los aviones, tanto en las maniobras de despegue como de aterrizaje.

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