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Un hombre pide el indulto tras casi tres años preso por un error judicial

El juez lo condenó a siete años a pesar de que la testigo afirmó que el culpable era otro

Mónica Ceberio Belaza

Jorge Ortiz, de 36 años, sólo puede ya implorar un indulto al Gobierno, como ha pedido su abogado, para salir de la cárcel. No le quedan vías legales para exigir que se haga justicia y se declare su inocencia. Fue condenado en 2005 a siete años de cárcel por dos atracos a punta de navaja. Una de las víctimas dudaba de que hubiera sido él. La otra, que en un principio lo identificó, se desdijo antes del juicio ante la policía e identificó a otra persona. A la policía se le olvidó unir al sumario de Ortiz esta nueva diligencia y el juez, inexplicablemente, no creyó a la víctima cuando contó en el juicio lo sucedido. Lo condenó con estas pruebas. Ni la Audiencia Provincial ni el Tribunal Supremo enmendaron el error. Su familia, preocupada por su estado psicológico, recaba ahora firmas para el indulto.

La policía olvidó comunicar al juez que la víctima se había retractado
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En febrero de 2004 se cometieron en Gijón decenas de robos a punta de navaja contra comerciantes, todos parecidos y perpetrados por una persona. La policía comenzó a enseñar fotos a los testigos. Jorge Ortiz aparecía en los álbumes policiales por algún delito -nunca con violencia- por el que había sido detenido. Sólo dos víctimas pensaron, viendo la foto, que podía ser el atracador. Una de ellas dijo, al ver la foto y en el reconocimiento en rueda posterior, que "creía" que era él. La otra, Ana Yolanda E., recuerda que no estaba segura cuando le enseñaron la foto, pero que firmó el papel porque la policía le dijo que había robado en otros sitios. Y asegura que después, en la rueda de reconocimiento, lo identificó "con total seguridad" porque lo recordaba de la fotografía.

Ortiz pasó cuatro meses en prisión preventiva. Durante ese tiempo, los atracos continuaron. Finalmente, la policía detuvo a otro hombre, Miguel Robles, que fue después condenado por 24 atracos. Tras esta detención, la policía fue a buscar a Ana Yolanda para enseñarle la foto de Robles. Ella no dudó. Dijo que estaba segura de que era él quien la había atracado y que se había equivocado al identificar a Ortiz porque ambos tenían marcas de granos en la cara. A la otra víctima no le enseñaron la foto de Robles.

La policía olvidó remitir esta diligencia a la causa seguida contra Ortiz, y fue juzgado. En la sala, la víctima que siempre dudó de la culpabilidad de Ortiz volvió a hacerlo. Y Ana Yolanda contó la historia de la segunda fotografía. Insistió en que el culpable era otro. El juez, Lino Rubio, del Juzgado de lo Penal número 1 de Gijón, no la creyó porque no tenía los papeles. Condenó a Ortiz a siete años de prisión y procesó a Ana Yolanda por falso testimonio. Las pruebas de cargo eran sólo los reconocimientos de las víctimas. La resolución habla también de contradicciones del acusado, pero de hecho casi se le acusa de no probar su inocencia, cuando es su culpabilidad la que debe demostrarse.

La sentencia fue apelada. La Audiencia Provincial de Asturias la confirmó sin entrar a valorar el hecho de que Ana Yolanda lo había exculpado ante la policía y el juez.Y Ortiz volvió a la cárcel.

Ana Yolanda fue después juzgada por falso testimonio. La absolvieron. En el procedimiento salió a la luz lo ocurrido con los policías, que dijeron que efectivamente habían ido a enseñarle la foto de Robles tras la detención, que ella se había desdicho del anterior reconocimiento y que había identificado con absoluta seguridad al nuevo sospechoso. Paradójicamente, este doble reconocimiento exculpó a Robles del robo a Ana Yolanda. Cuando se le juzgó por la veintena de atracos, sobre éste el fiscal no presentó acusación argumentando que si la testigo había reconocido "sin ningún género de dudas" a dos personas, el testimonio no era fiable.

Cuando salió la sentencia absolutoria de Ana Yolanda, el abogado de Ortiz, Guillermo Calvo, pidió un recurso de revisión ante el Supremo. Es un recurso extraordinario y complicado, para el que se exige que existan hechos nuevos que "evidencien la inocencia del condenado". Es decir, se invierte la carga de la prueba. No es suficiente con que haya dudas sobre la culpabilidad, sino que hay que probar que el reo es inocente.

El Supremo no lo admitió a trámite. La fiscalía, que informó desfavorablemente a la admisión del recurso, dijo que los hechos alegados -la retractación de la testigo- ya habían sido planteados ante el juez de lo Penal y que éste había decidido no darles credibilidad. Y asunto resuelto. De lo que no hablaron ni la fiscalía ni el Supremo fue de que el juez de lo Penal se equivocó al pensar que la mujer mentía, como había quedado demostrado por sentencia firme posterior. En cualquier caso, ahí acabaron las vías legales. Ortiz sólo puede confiar en el indulto por parte del Consejo de Ministros mientras sigue en prisión.

Falsos culpables

Los siguientes errores judiciales tienen algo en común: la prueba de cargo fue la identificación "con total certeza" del sospechoso por parte de la víctima, identificación que después resultó errónea. Las pruebas de ADN han destapado numerosos errores. En EE UU han sacado de la cárcel -y en algunos casos, del corredor de la muerte- a 216 personas.

- RAFAEL RICARDI. Acusado y condenado por violar a una mujer junto a otro hombre, la policía ha reconocido que se equivocó al culparlo. El ADN encontrado era de otra persona a la que se acaba de identificar. Lleva 13 años en prisión. La fiscalía no ha pedido la revisión del caso.

- ROBERTO ESPINALES. Condenado por violación, pasó tres años en la cárcel a pesar de que las pruebas de ADN contradecían el testimonio de la víctima. El Tribunal Supremo lo absolvió años después.

- FRANCISCO J. GARCÍA.<7b> Pasó cinco años en la cárcel por la violación de un niño de nueve años. El tesón de su mujer, que buscó durante dos años a un testigo, logró demostrar su inocencia.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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