La impotencia de la ONU
Cuando Yvo de Boer reunió a los representantes de la sociedad civil en la Conferencia del Clima de Barcelona para comunicarles que no veía posible un acuerdo legalmente vinculante, no sólo estaba anunciado que la Cumbre de Copenhague sería fallida, también estaba expresando la impotencia de la ONU -y su propia impotencia- para conducir las negociaciones hacia un compromiso multilateral suficiente que evitara un cambio climático catastrófico.
Los primeros pasos de la agenda climática, iniciada con el Convenio Marco de Naciones Unidas en 1992, fueron conducidos por el maltés Michael Zammit Cutajar, que logró con el Protocolo de Kioto poner en marcha las primeras políticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Consiguió notables resultados, principalmente en Europa, aunque no pudo evitar que EE UU -dirigido por un presidente al servicio de las compañías petroleras- se quedara al margen.
Cuando De Boer asume el mando, en agosto de 2006, su cometido es crear las condiciones para un acuerdo que diera continuidad a Kioto, cuyo primer periodo de cumplimiento finaliza en 2012, e incorporar a EE UU. No lo ha conseguido, a pesar de que en sus años la percepción política y social sobre la importancia del cambio climático ha avanzado extraordinariamente. Los procesos que llevan a las personas a adoptar determinadas decisiones son complejos, pero es difícil no vincular el fracaso con su abandono. Su marcha simboliza el final de un ciclo. Después de Copenhague nada volverá a ser como antes. Ahora tiene nuevos protagonistas -EE UU y China- que, ante la parálisis europea, fijan reglas menos proclives a los acuerdos vinculantes y al protagonismo de la sociedad civil y la comunidad científica, que señalan con persistencia las obligaciones de los gobiernos. ¿Será Rajendra Pachauri, presidente del IPCC, la próxima víctima? Los procesos climáticos ya desencadenados no esperan. Reconducirlos requiere reconducir un nuevo escenario para lograr reducciones de las emisiones. Ese es el mandato para quien asuma ahora la dirección.
Joaquín Nieto es presidente de honor de Sustainlabour.
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