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Reportaje:vida&artes

Ni lengua ni libertad

En el pulso entre la libre elección de la lengua escolar y la defensa del idioma, Galicia emerge con una tercera vía - Pero tampoco es solución

Pablo Linde

¿Quién elige la lengua en que van a aprender los niños en la escuela en una comunidad con dos lenguas cooficiales? ¿El Gobierno, los profesores, los padres? ¿Cómo se combina la libertad de elección de estos últimos con la protección de la lengua más débil, en inferioridad de condiciones, y con una organización más o menos lógica, más o menos eficaz, del sistema? Después de tres décadas de democracia parece que todavía no se han encontrado las respuestas óptimas a estas preguntas, a juzgar por el incesante debate, enconado en muchas ocasiones, y en muchas ocasiones más político que educativo, sobre los modelos que han ido instaurando en España las comunidades con lengua cooficial.

"Es una dejación de responsabilidades institucionales", se queja un catedrático
"Se intentan conciliar discursos antagónicos", dice un lingüista
Las materias se darán en castellano, gallego y en inglés a partes iguales
Los modelos de otras autonomías fallan en la libertad de elección o segregan

Nadie parece encontrar una fórmula a gusto de todos. En Cataluña, donde el modelo es la inmersión con el catalán como lengua principal, las quejas se producen por las dificultades para estudiar en castellano. En la Comunidad Valenciana, donde en colegios e institutos conviven la posibilidad de estudiar sólo en valenciano o principalmente en castellano, las críticas llegan por la falta de oferta para aprender sólo con la primera. O en el País Vasco, el propio Consejo Escolar de la comunidad ha criticado que el modelo separado de escuelas que ofrecen la enseñanza en una u otra lengua acaba creando guetos.

Ahora, el nuevo Gobierno gallego, del PP, surge con una especie de camino del medio que no ha terminado de contentar a nadie. Propone enseñar en las escuelas en castellano, gallego e inglés a partes iguales, pero con una vuelta de tuerca al argumento de la libertad de elección de los padres, que los populares enarbolaron en la campaña electoral que les devolvió al poder en la comunidad el año pasado.

Se trata de un polémico sistema de votación. Los padres de infantil indicarán en la matrícula al principio de año cuál será la lengua vehicular en la que sus hijos aprendan a leer y escribir. Hasta ahora, ésta era una decisión que tomaban los consejos escolares en función de la lengua predominante en el entorno. En primaria y secundaria, estas votaciones serán cada cuatro años. Pero sólo se elegirá el idioma en el que se da una de las asignaturas principales. La otra materia troncal se impartirá en el otro idioma oficial: castellano o gallego. Y en el resto de las asignaturas se buscará un equilibrio entre ambas lenguas e inglés, que llegará a representar un tercio de la carga lectiva total dentro de unos años (sin concretar), cuando los profesores estén suficientemente formados.

"Es un intento de conciliar discursos antagónicos sobre la lengua sin entregarse de lleno a ninguno de ellos", explica el lingüista Mauro Fernández. La del experto se cuenta entre las pocas voces que apoyan el proyecto de la Xunta -"Eso es lo que hay que hacer cuando se busca un consenso"-, pero, en general, han llovido las críticas.

Hay disconformidad en el fondo: muchos creen que es una forma de intentar contentar a los sectores más "españolistas" rebajando la importancia del gallego y desprotegiéndolo. Y en las formas: sindicatos, profesores y pedagogos creen difícilmente asumible dar un tercio de las horas en inglés y ven problemático que sean los padres quienes voten en qué idioma se imparte cada asignatura.

Ni siquiera Galicia Bilingüe, una asociación contraria a la normalización del gallego que se convirtió en uno de los principales grupos de presión para derogar el decreto que hoy está en vigor, se muestra contenta con la solución que se les propone. "Será un placebo, un documento con el que el presidente pretende esconder o tergiversar su compromiso electoral, pero que mucho me temo que dejará patente que engañó a los gallegos que fueron a votar convencidos de que podrían escoger la lengua vehicular de la enseñanza", dice su presidenta, Gloria Lago.

La polémica lingüística, centrada tradicionalmente en Cataluña y País Vasco, emergió hace poco más de dos años en Galicia. Cuando, en 1995, el Parlamento gallego aprobó el decreto que obligaba a impartir un tercio de las clases en gallego, no hubo prácticamente contestación, pero una parte de la sociedad protestó en 2007, cuando la Xunta, con el PSG y el BNG en el poder, elevó a un mínimo de un 50% la carga lectiva en el idioma propio de la comunidad. Un modelo que ahora sigue vigente.

Este sistema no ha creado ningún problema, según el presidente de la federación de directores de centros públicos de Galicia, Xosé Antonio Pardo, o el sociolingüista Henrique Monteagudo. Aunque el también lingüista Mauro Fernández matiza: "Desde 2007, la situación variaba mucho de unas zonas a otras. En muchos centros no había ningún conflicto, o si lo había, no afloró. En otros, en cambio, especialmente en ciertas zonas urbanas, era patente la tensión, en las aulas, en los hogares, en los claustros de profesores, en la lengua de las programaciones escolares, en la corrección de las tareas de los niños, etcétera".

Ahora, continúa Fernández, retrocede el gallego, pero también el español para dejar paso al inglés. En cuanto a la elección de los padres, "es bastante limitada, aunque a algunos les parezca excesiva". Es "aberrante" para José Manuel Suárez, presidente de la Asociación de Pedagogos de Galicia. También para los sindicatos representativos en la enseñanza, excepto ANPE, el más cercano al PP. UGT asegura que habrá "un conflicto de dimensiones incalculables". El mayoritario, el nacionalista CIG, dice que "ni los padres ni las madres son quienes deben diseñar el currículum de sus hijos".

El catedrático de Didáctica de la Lengua de la Universidad de Santiago de Compostela José Manuel Vez Jeremías lo explica de la siguiente manera: "Los padres entrarían en una situación muy compleja sin estar preparados. Lo más es la dejación de responsabilidades institucionales para dejarla en manos de opiniones de la sociedad, creando un conflicto al profesorado. Es un tema técnico, político y de gestión educativa, y es la comunidad educativa la que debe decidir".

"Tal vez en las negociaciones que se avecinan podrían mejorarse cosas, tal vez dar una cierta flexibilidad para que aquellos centros que venían impartiendo la mayor parte del currículum en gallego sin ningún conflicto, puedan seguir haciéndolo, garantizando el tercio en español y su presencia en alguna asignatura troncal. Y esa flexibilidad podría extenderse en sentido contrario a otros colegios. Yo creo que hay una importante oportunidad para alcanzar un consenso que se traduzca en un modelo estable, que no cambie con el signo de cada gobierno", vuelve a matizar Mauro Fernández, lingüista de la Universidade da Coruña.

Su colega Henrique Monteagudo cuestiona incluso la utilidad que puede tener un tercio de la enseñanza en inglés: "Me parece un brindis al sol. Es de broma que un decreto que en principio trata de resolver la cuestión entre gallego y castellano se introduzca un tercio en inglés. Es un reto para el sistema educativo muy grande. El PP desde hace tiempo está queriendo contraponer la normalización de las lenguas periféricas con el inglés, como si hubiera contradicción entre recuperar las lenguas y aprender este idioma. En Europa hay muy pocos sitios donde estudien un tercio en inglés y los que hay son más bien ricos con muchos recursos y con planes muy bien montados. La utilidad y la viabilidad de eso es muy discutible. No hace falta un tercio en inglés para aprenderlo bien. Es una apuesta arriesgada, cara y no se justifica".

Pero si el nuevo modelo que propone el Gobierno de Núñez Feijó tampoco contenta a casi nadie, ¿qué se puede hacer en un momento en el que, además, todos los sistemas se enfrentan al reto de introducir con fuerza un idioma extranjero, principalmente, el inglés?

Muchos expertos introducen ideas como plurilingüismo o multilingüismo, es decir, convivencia y flexibilidad entre lenguas. Jasone Cemoz, catedrática de Pedagogía de la Universidad del País Vasco, apuesta por ello. Cemoz habla del sistema vasco, con tres modelos, a elegir por los padres: en castellano, mixto o en euskera. "En la práctica hay muchos más modelos, no son puros, las fronteras están muy disipadas y la diferenciación y el debate son más políticos y formales", añade Cemoz.

Fernando Ramallo, de la Universidad de Vigo, aboga por "un modelo de bilingüismo institucional, parecido al finlandés, donde, al final, si yo me desplazo de Galicia a Teruel, mis hijos pueden seguir estudiando en gallego". Aunque reconoce que "para eso, queda aún mucho, mucho trecho". Ahora mismo, Ramallo está "a favor de un modelo de inmersión lingüística para todos los alumnos, de manera gradual, para recuperar las lenguas históricas", resume. "Es decir, que en infantil se estudie el 90% en lengua propia y el 10% en castellano y se invierta gradualmente la pirámide hasta llegar al 50% en 4º de la ESO. Éste es el único modelo comprobado científicamente para normalizar las lenguas minoritarias".

Pero a las opiniones de los especialistas siempre hay que introducir los condicionantes ideológicos y políticos. Y la persistencia de los padres que, sean el número que sean y tengan los motivos que tengan, quieren que sus hijos estudien principalmente en cualquiera de los idiomas cooficiales de España. Aunque esta pretensión también tiene sus limitaciones. Por ejemplo, el pasado mes de noviembre el Supremo rechazó que los padres elijan la lengua en la que deben estudiar sus hijos. "El derecho a ser instruido en la lengua de su elección conduciría a resultados absurdos, ya que todos podrían así reivindicar una instrucción impartida en cualquier lengua", afirma la sentencia, que responde a un hombre que intentaba que sus hijos cursasen íntegramente en castellano las clases en un colegio Vigo.

Toda esa ensalada ideológica, política, educativa y judicial da como resultado la configuración actual en las comunidades con lengua propia, con sus aciertos, limitaciones y, por supuesto, tensiones.

Cataluña es el paradigma de la inmersión lingüística, que se ha mantenido invariable desde el fin de la dictadura. El sistema se basa en el catalán como única lengua vehicular. Los dos grandes argumentos a favor son la necesidad de evitar la segregación por idioma y hacer efectivo el bilingüismo que consagra la Constitución. "El objetivo es crear una escuela catalana en lengua y contenidos. Para que pudieran llegar a eso todos los alumnos sin discriminación, fue necesario recurrir a la inmersión lingüística", sostiene Joaquim Arenas, secretario del Instituto Europeo de Programas de Inmersión.

En este modelo, lo que cojea es la parte de la elección de los padres. Estos, aunque tienen derecho a escolarizar a sus hijos en castellano según la ley, en la práctica hay obstáculos, explica el profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Albert Branchadell. El profesor recuerda que diversas sentencias instan a la Generalitat a incluir en los impresos de preinscripción una casilla donde se dé a elegir entre el catalán y el castellano a los padres. "Pero el Departamento de Educación sigue sin hacerlo. Después dice que cada año hay sólo un puñado de solicitudes, pero no podemos saber cuántas habría si se facilitara el impreso".

En los casos que sí se solicitan, el profesor imparte la clase en catalán, pero cuando se dirige al alumno que lo ha solicitado lo hace en castellano. "Esto es complicado de gestionar y poco práctico, y también genera reservas desde un punto de vista moral", sostiene Branchadell. Lo ideal sería hacerlo en aulas separadas. Pero como el sistema pretende evitar a toda costa la segregación, "hay una paradoja entre el disfrute efectivo del derecho y el espíritu del sistema".

Tanto a Arenas como Branchadell les sorprende el modelo de Galicia. "Que cada centro escoja su lengua es bastante insólito. Se ha hecho un gran trabajo en los últimos años y ahora todo eso peligra", opina Arenas. Branchadell: "Es un procedimiento inaudito, no conozco ningún caso en el mundo. La dirección nacional del PP defiende la libertad de elección. Pero aquí sólo hay libertad de votar, no de elegir".

Si en Cataluña el punto débil es la libertad de elección, pero funciona en la extensión de la lengua propia, sin segregar, en el País Vasco la formación de guetos es precisamente el problema, aunque también la penetración y el uso del euskera.

El anterior gobierno, con un Departamento de Educación nacionalista, decretó al final de la legislatura un modelo similar al catalán, con el euskera como lengua vehicular, pero el cambio fue paralizado por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, por lo que el actual gobierno pretende volver a igualar el rango de importancia de ambas lenguas oficiales. La coalición PSOE-PP habla de "bilingüismo integrador" en un marco en el que la recuperación del euskera se mezclará pronto con el trilingüismo. A efectos prácticos los modelos seguirán vigentes y, por tanto, seguirán siendo las familias las que elijan en cuál matricular a sus hijos, una elección en la que predomina el modelo en vasco, con sus posibles e indeseadas consecuencias segregadoras. En la Comunidad Valenciana, la queja vuelve a ser la libertad de elección de los padres, aunque esta vez no es a la hora de elegir castellano, sino valenciano.

En la Comunidad Valenciana el bilingüismo real se da sólo en 43% de los centros públicos, tal y como reflejan los datos. En el curso 2009-2010, de un total de 1.726 centros públicos y privados de infantil y primaria, sólo 738 ofrecen la posibilidad de estudiar un programa de enseñanza en valenciano. Sólo 70 centros concertados tienen línea en valenciano (el 1%). Al llegar a secundaria esta oferta desaparece completamente de la privada y en la pública la matrícula cae un 58%. Es decir, que de los 445.335 alumnos menores de 12 años que estudiaban en valenciano el curso pasado, al pasar a la ESO este año sólo han continuado 138.223.

Jaume Fullana, director del colegio público Gabriel Miró de Calpe que fue pionero hace 20 años en la implantación de líneas en valenciano, defiende sus buenos resultados, confirmados por distintas pruebas de nivel. Con 540 alumnos, de los cuales el 70% es de procedencia extranjera, tiene el doble de demanda de matrícula en los programas en valenciano que en la línea de enseñanza sólo en castellano.

Es posible que nunca llueva en la escuela a gusto de todos, que los modelos instaurados hasta ahora tengan problemas, pero, a priori, y según está planteado, el sistema que propone la Xunta de Galicia no parece ser la solución para ningún sector ideológico ni para la mayoría de los expertos.

Con información de Neus Caballer (Valencia), Jesús García (Barcelona), Ania Elorza (Bilbao), Juan Antonio Aunión (Madrid).

Las galescolas (en la foto, la de la localidad de Vilaboa) impartían educación infantil en gallego. La actual Xunta  eliminó la iniciativa.
Las galescolas (en la foto, la de la localidad de Vilaboa) impartían educación infantil en gallego. La actual Xunta eliminó la iniciativa.L. R. V.

Los sistemas

- Galicia. Al menos el 50% de las asignaturas en gallego. La Xunta proyecta repartir a partes iguales entre castellano, gallego e inglés, y los padres votarán en cada escuela en qué idioma quieren que se enseñen las materias principales.

- País Vasco. Modelo A (castellano, con el vasco como asignatura), el B, bilingüe vasco-castellano (sólo se dan en castellano la lengua y las matemáticas) y el D (todo en vasco con el castellano como asignatura).

- Comunidad Valenciana. Tres vías: 1) Mínimo del 33% en castellano y 33% en valenciano, y lengua extranjera; 2) todo en valenciano salvo el tiempo que el centro dedique al castellano, además del idioma extranjero; 3) cuatro horas en castellano, el resto en valenciano e idioma extranjero.

- Navarra. Zona vascófona al norte; zona mixta en Pamplona y su comarca; y la zona sur no vascófona.

- Cataluña. La lengua de inmersión escolar es el catalán. Se imparten entre dos y tres horas semanales de castellano. Se puede elegir el castellano en la primera enseñanza, siempre en clases conjuntas.

- Baleares. Al menos el 50% del cómputo horario debe ser en catalán.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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