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Los microbios marinos son viajeros de larga distancia

Dos equipos de investigación, uno con participación española, demuestran la amplia expansión espacial y temporal de las bacterias

Los microorganismos marinos recorren largas distancias en los océanos mundiales, sin estar contenidos por barreras geográficas como sucede con las especies terrestres. Pero esta alta capacidad de distribución remota de los microbios no se refiere sólo al alcance espacial, sino también a la perspectiva temporal (como se observa en el registro fósil) y a la adaptabilidad a diferentes entornos vitales. Dos investigaciones que abordan esta cuestión han presentado ahora sus resultados.

Pedro Cermeño y Paul Falkowski (ambos de la Universidad Rutgers, EE UU, y el primero ahora en la Universidad de Vigo) han analizado la presencia de diatomeas en los océanos mundiales y en los registros fósiles de muestras extraídas del subsuelo oceánico que se remontan a un millón y medio de años. Ellos han constatado que estas comunidades de diatomeas no tienen límites de dispersión, "lo que sugiere que la biodiversidad al nivel microbiano difiere fundamentalmente de la de animales macroscópicos y plantas para las que el aislamiento geográfico es un componente corriente de especiación", explican en su artículo en la revista Science. Hay que tener en cuenta, señalan, que, a diferencia de los ecosistemas terrestres, los océanos son un fluido interconectado que potencialmente permite la dispersión global de los organismos planctónicos.

Por su parte, Casey Hubert (Instituto Max Planck, Alemania) y el equipo europeo que lidera se han centrado en esporas de bacteria propias de entornos de alta temperatura (termófilas) pero encontradas en sedimentos marinos polares. Estas esporas son formas durmientes en espera de mejores tiempos para prosperar. De hecho, estas esporas polares reviven al ser sometidas a incubación a temperaturas altas (entre 40 y 60 grados centígrados) en los experimentos. Seguramente han sido transportadas de puntos calientes de los fondos oceánicos.

"Las similitudes genéticas entre estos microbios y las bacterias procedentes de depósitos petrolíferos offshore son sorprendentes", afirma Hubert. "Tenemos intención de realizar rastreos para localizar la fuente, o fuentes, de estos microbios desplazados, lo que podría tener una aplicación interesante si realmente proceden de filtraciones de depósitos petrolíferos". Pero la fuente también podría estar en la circulación oceánica desde puntos de la corteza oceánica donde hay fumarolas y otros puntos hidrotermales. Las termófilas pueden ser arrastradas desde uno de esos puntos calientes del fondo del mar y acabar como esporas hibernadas en los sedimentos fríos de la región polar donde han sido encontradas. Estos científicos han extraído sus muestras de sedimentos del Ártico cerca de la isla noruega de Spitsbergen.

Aparte de su potencial utilidad en la exploración petrolífera, esta investigación aporta datos importantes sobre la biodiversidad. "Las especies dominantes de bacterias en un determinado ecosistema oscurecen la presencia de muchos grupos menores que no parecen participar en el funcionamiento de ese ecosistema", añade Hubert. "Las termófilas árticas pueden dar pistas fundamentales para resolver importantes enigmas de la biogeografía".

Microbios marinos
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