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Los niños trabajadores exigen sus derechos

Las ONG piden que se regule el empleo infantil en vez de prohibirlo

Son 218 millones en el mundo. Niños que, ante el fracaso de las políticas para erradicar el trabajo infantil, dejarán su infancia en las canteras, vendiendo en las calles, cuidando ganado o limpiando casas. Con la falta de alternativas, los niños han empezado a organizarse para luchar por sus derechos: a aprender un oficio, a quedarse en casa si enferman, a educarse, a jugar.

En África, 72.000 niños y jóvenes forman parte de MAEJT (Mouvement Africaine Enfants et Jeunes Travailleurs), presente en 20 países. MAEJT inició su andadura hace una década en Costa de Marfil. Empezaron con las criadas, con la ayuda de la ONG Enda Tiers Monde. "No es un sindicato, es más parecido a un movimiento cultural", dice Fabrizio Terenzio, responsable de Enda, quien explica que sus representantes van a las casas para convencer a los patronos de que las dejen ir a clase, hablan con los imanes para que los apoyen, organizan marchas... Según Terenzio, pocos se oponen. "Es un placer oír hablar a estos niños de sus derechos cuando antes eran invisibles, basura".

En Ruanda, Joseph Niyibizi, que ahora está en la veintena, consiguió acabar la secundaria gracias a la asociación, a la que acudía cuando cerraba el puesto de teléfonos que regentaba. "Hemos sacado de las calles a niños de hasta siete años", cuenta. Ser del movimiento ya supone un avance en la autoestima de los pequeños, dice Terenzio, quien expone la lejanía entre una legislación que prohíbe el trabajo infantil con la realidad de los países pobres.

"No queremos trabajar, pero nos vemos obligados, así que lo mejor es que nos organicemos". Habla Rani, de 17 años, presidenta de Badhte Kadam (Caminando hacia adelante en hindi), una asociación de India. "Los niños en la calle sufrimos abusos: estamos a la merced de nuestros empleadores y de la policía", asegura. Ella ha sufrido las porras de los agentes, pero algunas de sus amigas fueron violadas por sus patronos. Dos de cada tres niños de la calle han sufrido algún tipo de abuso, según un informe de 2007 del Gobierno indio.

Badhte Kadam trabaja con la ONG Chetna, que les ayuda a denunciar abusos o a tener servicio médico. Subhash Kumar, asesor de la organización, dice: "Todo niño tiene derecho a sobrevivir, a ser protegido y a participar en las decisiones que afectan a su vida". El director, Sanjay Gupta, aclara: "No queremos que ningún menor trabaje. Pero no podemos ser hipócritas y cerrar los ojos: mientras no existan las condiciones ideales, tenemos que proteger a estos niños".

Uno de los proyectos más innovadores es el Banco de Desarrollo Infantil de la ONG Butterflies, manejado por los propios niños. Desde India se ha expandido a Nepal, Bangladesh, Sri Lanka, Afganistán y Kirguizistán. En total, 6.000 menores son miembros, con ahorros de 1,7 millones de rupias (unos 26.600 euros). "Se intenta que ahorren, que sepan manejar el dinero", explica la responsable del proyecto, Suman Sachdeva.

Rohit, de 12 años, quiere ser médico. Trabaja a diario recogiendo basura. Por la tarde, se encarga de la sucursal de la parte vieja de Delhi. Los clientes depositan entre 20 y 50 rupias (de 0,30 a 0,80 euros) que él cuenta y apunta. "Tengo que ser responsable", explica sonriente. El banco también hace préstamos sin intereses para poner un pequeño negocio, como una tienda de dulces. Él ha ahorrado en un año 1.500 rupias (23,48 euros) que usará para sus estudios de medicina. "Con este dinero los niños podemos decidir un poco más por nosotros mismos", dice.

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