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Una nueva cultura... con ciencia

El V Congreso de Comunicación Social de la Ciencia, en Pamplona, propone que la ciencia sea parte del debate social, con vocación de aportar ayuda a las soluciones y al progreso para el futuro

El 27 de septiembre de 1980 la televisión pública estadounidense comenzaba a emitir una serie titulada Cosmos, un documental dirigido y presentado por un astrofísico (Carla Sagan) relativamente conocido en EE UU por su labor divulgativa. A lo largo de 13 semanas, todo un trimestre, la serie de la PBS fue calando en la audiencia, con un montaje visual lleno de creaciones digitales (no tan habituales como lo son ahora, cuando no entendemos una información sin sus modelos 3D, animaciones y demás), pero también con abundantes imágenes a lo largo del mundo, incluyendo una reconstrucción de la Biblioteca de Alejandría que sirvió, de hecho, para impulsar el proyecto de la Nueva Biblioteca; también con la música de Vangelis y, sobre todo, con la enorme capacidad de Sagan de hablar de historia, de política, de arte... y seguir hablando de ciencia. Vista posteriormente en más de 60 países, sigue siendo una de las series más famosas de la historia de la televisión, pero sobre todo es casi el único hito de la divulgación en medios de comunicación de masas de una ciencia básica.

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Han pasado tres decenios y, tras el Año Internacional de la Astronomía -y aun reconociendo la gran capacidad del cosmos para generar noticias de interés que sean recogidas por los medios- o después también del gran Año Darwin -una celebración tan necesaria en un mundo en el que en muchos países la idea de la evolución sigue estando proscrita- la ciencia sigue sin conseguir acceder a la consideración de los programadores de las cadenas, salvo para los rellenos de tinte cultural o para ocupar mínimamente poco más de un 2% de los espacios informativos.

Sin embargo, como se comprueba cada dos años en las encuestas sobre percepción pública de la ciencia que elabora la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), los temas de la ciencia despiertan interés, un poco de admiración apabullada por el desconocimiento, con una importante dosis de sospecha o temor de las consecuencias y de las directrices que mueven esos complejos entramados de investigación y desarrollo. En el panorama reciente hemos de añadir, además, la situación de crisis económica, en la que una de las jaculatorias más repetidas por todos los expertos incluye que sólo de la mano del desarrollo científico y tecnológico se podrá avanzar hacia nuevos modelos de progreso. Paradójicamente, las mismas voces que anuncian esta apuesta apresuran recortes en el gasto para mantener un sistema de ciencia que, aunque todo el mundo reconoce obsoleto e imperfecto en un país como el nuestro, en el que se sigue por debajo de la media de inversión (por más que haya existido un significativo cambio en los últimos gobiernos), es el único que puede realmente renovarse y seguir avanzando.

Hace poco, importantes colectivos de investigadores han reclamado en una manifestación en Madrid (6 de marzo) que "investigar es invertir en futuro", con la exigencia al Gobierno de que el borrador de la nueva Ley de la Ciencia sea un verdadero motor y no papel mojado. Hace casi tres decenios, en los ochenta de Cosmos, la primera gran Ley de la Ciencia consiguió comenzar a cambiar la situación, pero quedaron demasiadas tareas pendientes y el mundo ha cambiado ya tanto que lo que se previó como futuro pasó hace años ya, quedando a menudo aparcadas las reformas para un indefinido futuro que nunca llega del todo.

Seguimos gastando en ciencia menos de la mitad que los países europeos más avanzados, pero sabemos que es necesario revolucionar el sistema de ciencia, con la colaboración de todos los agentes y creando políticas científicas que involucren el sector empresarial,con transparencia por un lado y eficiencia por todos los demás.

Si añadimos al explosivo cóctel una información sobre todos estos temas que es unas veces puramente anecdótica, otras interesadamente deudora de lo comercial o lo político y, en general, demasiado breve y superficial, sin análisis de fondo y sin tiempo para poder disponer de datos independientes, con el colmo de colarse de vez en cuando lo que simplemente es milagrería o pseudociencia, no deberíamos extrañarnos de que para el gran público la única ciencia de interés sea la que desgranan los informativos meteorológicos, en un país donde sólo ellos superan en audiencia al resto de la programación televisiva (con la rendida pleitesía, claro está, al sacrosanto fútbol).

Desde 1999, científicos, periodistas, divulgadores, museístas y otros profesionales relacionados con el mundo de la comunicación de la ciencia y la tecnología intentan aportar nuevos modos, nuevas voces y, sobre todo, incorporar elementos de debate en un tiempo en el que precisamente esas claves quedan ocultas por desconocidas. Los congresos sobre comunicación social de la ciencia, que nacieron entonces de la mano del Parque de las Ciencias de Granada, han ido pasando por el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia, los Museos Científicos Coruñeses y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Madrid.

Ahora, en su quinta convocatoria, el congreso llega a Pamplona de la mano del Planetario y del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, coincidiendo con un aniversario que cambió el mundo de la comunicación de la ciencia, pero también el mundo entero si contamos el efecto que tuvo en la sociedad renacentista, hace 400 años: la publicación del libro El noticiero sideral, que contaba las observaciones con el telescopio del patricio florentino Galileo Galilei.

Se propone en el congreso una nueva cultura, en la que la ciencia sea parte del debate, exponiéndose también en prime time y en los foros públicos, con vocación de aportar ayuda a las soluciones y al progreso para el futuro. En Pamplona, en Navarra, se intenta avanzar de la mano de las instituciones en ese sentido, con nuevos centros de investigación, con más comunicación científica. Pero nos contentamos con saber que seguimos dando pasos hacia adelante. Y esperamos que nos acompañen cada día más gentes, porque uno no puede dar noticias del mundo si no nos interesa ese mundo que sigue por descubrir.

Javier Armentia es astrofísico y director del Planetario de Pamplona

El congreso de comunicación de la ciencia, en Pamplona, coincide con el aniversario de la publicación del libro 'El noticiero sideral', del científico florentino
El congreso de comunicación de la ciencia, en Pamplona, coincide con el aniversario de la publicación del libro 'El noticiero sideral', del científico florentinoNATIONAL MARITIME MUSEUM (GREENWICH)

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