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Reportaje:

Un palacete con barrotes

Picón de Jarama, donde se suicidó un chico de 12 años, acumula denuncias

El centro de menores Picón de Jarama, gestionado por la Fundación O'Belen, es un palacete del siglo XVII que se asoma al balcón de un otero del pueblecito madrileño de Paracuellos. Los barrotes, en cambio, son modernos. Cubren toda la superficie de las ventanas. Además, el muro principal, pintado de color crema, está coronado por una alambrada. Dentro vive un número variable, pero creciente -ya son más de 40, doblando el número habitual en este tipo de lugares- de chicos en situación de "protección terapéutica".

Pero no son todos iguales. Unos tienen puntos verdes, los que indican un objetivo conseguido; otros, naranjas, los que señalan que no se alcanzó la meta, pero se intentó; y otros rojos que marcan el fracaso. Los que tienen muchos puntos verdes viven en habitaciones mejores, más confortables que los otros. Se pueden obtener puntos verdes "si no se pone en tela de juicio los criterios de los educadores y se aceptan aunque no se compartan". También si se escriben tres cosas positivas del centro todos los días.

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Marcos no escribió cosas buenas. Primero, puso una denuncia en una comisaría. Después, mandó una carta a la Consejería de Familia y asuntos Sociales. El principal motivo de sus quejas es que un cuidador le estampó un detector de metales en la cabeza. "Agresión sin pérdida de conocimiento", especifica su informe de Urgencias del Hospital La Paz. Tanto la madre biológica de este adolescente como una familia de acogida que le tuvo en su casa durante un tiempo se sumaron a la denuncia. De hecho, la madre de acogida insiste en que quiere recuperar la tutela del menor. Pero no le dejan. "Es un horror lo que sucede allí", insiste esta mujer. Este mismo chico también ha denunciado una "retención" en la que se le echaron encima estando en el suelo. Picón acumula más de 10 denuncias admitidas, según han asegurado fuentes del PSOE en la Asamblea de Madrid.

"Son muy, pero que muy estrictos", concede uno de los trabajadores que se relacionan con el centro. El centro está regido desde hace año y medio por la Fundación O'Belen, la misma que controlaba la residencia La Jarosa, clausurada hace dos años. Antes, Picón tenía otros gestores. Y otra fama. "Esos chavales han cambiado mucho", comenta echando fugaces miradas a las puertas del centro un hombre que juega con su perro junto al terraplén que limita el palacete. Antes, los vecinos del pueblo afirman que los menores eran pendencieros y que iban por las calles provocando. Ahora no. Pero todo tiene truco. La explicación para este hombre, que resulta que es un trabajador del lugar, es que los chicos potencialmente peligrosos "se pasan encerrados meses". También que la medicación les deja "atontados". En Picón, según el informe del Defensor, los menores pueden estar en las salas de aislamiento hasta 70 horas. Además, algunos reciben sus clases en el propio edificio. De modo que no tienen por qué salir a la calle.

El pasado mes de diciembre un niño marroquí de 12 años se suicidó cuando estaba en una de esas habitaciones de castigo. Algunos trabajadores del lugar deslizan que el motivo de la muerte fue un duro castigo al niño por resistirse a ir a comer el último. A finales de ese mismo mes, un chico de 17 años intentó lo mismo. Pero sobrevivió.

La Consejería de Familia Y Asuntos Sociales de Madrid, de quien depende orgánicamente, insistió ayer en que "el personal que trabaja en el centro está muy cualificado. Además, miembros de la Fundación Real Madrid dan clase a los niños para motivarles". También, les justifican: "La labor de los profesionales es muy estresante y sienten una gran responsabilidad".

Una situación de tensión que se trasluce por el hecho de que 48 trabajadores hayan abandonado Picón. Este centro es el único de los investigados que se negó a que entrasen en la residencia en una ocasión. La argumentación: "Los chicos están intranquilos por Navidad". Hacía pocos días que se había suicidado Hammid, de 12 años, ahorcado.

Emilio Pinto, presidente de O'Belen, la fundación que gestiona Picón y otros siete centros investigados, negó ayer los malos tratos y explicó que esas "salas de contención o de baja estimulación sólo son empleadas en los casos en los que la descompensación del menor puede poner en peligro su integridad o la de sus compañeros", explicó en rueda de prensa.

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