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Columna
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Un pastor de carácter

En la mitología cristiana, el primer pastor aparece ya en el grupito del Paraíso Terrenal. Se llamaba Abel y acabó mal. Poco se sabe de su rebaño, pero tan azaroso oficio cundió para ennoblecer una de las ramas más selectas del pensamiento con que la iglesia nacida del judío llamado Jesús ha logrado hacerse católica, es decir, universal. Me refiero a la Teología Pastoral. Hay otras especialidades más misteriosas, pero sin Pastoral -como ciencia del cuidado de las almas- no habría crecido el rebaño cristiano como lo ha hecho. Ninguna otra rama de la teología es tan práctica como la Pastoral. Conviene no perder esta perspectiva utilitaria para entender el agitado cambio de pastor en la mortecina diócesis de San Sebastián, impulsado por el cardenal Rouco. El obispo Munilla no va a tardar en cambiar el rumbo de esa iglesia local. Tampoco le faltarán apoyos, aparte del principal, el del Papa. Responsable de la Pastoral Nacional de la Juventud.en la Conferencia Episcopal Española, Munilla es obispo desde 2006 y no ha ocultado su conservadurismo eclesial, muy mayoritario en España. Se nota escuchando sus lecciones de catecismo diariamente en Radio María, y en sus frecuentes artículos en la principal prensa católica.

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Al margen de debates sobre el procedimiento de elección, es evidente que Munilla llega a San Sebastián para cambiar de rumbo. No le van bien las cosas a la Iglesia católica en el País Vasco. Tampoco en Cataluña. Pese a la preponderancia, durante décadas, de un nacionalismo autoproclamado católico, el retroceso de la iglesia romana en esas dos comunidades no ha parado de agudizarse, en número de sacerdotes y seminaristas, pero también hasta en el comportamiento fiscal de los fieles. Guipúzcoa y Barcelona figuran a la cola en el listado de cotizantes a Hacienda que ponen la equis en el IRPF a favor de la Iglesia católica. Hay regiones que doblan sus porcentajes, como Castilla-La Mancha y Navarra.

Hasta ahora, el debate sobre el nombramiento de obispos se centraba en la nacionalidad. "Volem bisbes catalans (Queremos obispos catalanes)", fue el clamor de la iglesia catalana en 1967 contra el arzobispo Marcelo González Martín, destinado a Barcelona. Es el precedente contemporáneo al rechazo de Munilla por el clero guipuzcoano. Pero hay una diferencia notable. Munilla es vasco, habla euskera y ha ejercido el sacerdocio durante años en Zumárraga, mientras que el cardenal Marcelo González, llegaba a Cataluña sin saber catalán. El problema no es el origen de cada prelado. Tampoco lo es el procedimiento de elección. Tan dedilicio ha sido el nombramiento de Munilla, como el de su antecesor Uriarte, procedente de Zamora. Éste fue aceptado si rechistar por los que ahora manejan el argumento electoral como excusa. Los 131 sacerdotes que han rechazado a Munilla en carta pública (un 77% de la diócesis), esgrimen que su nuevo pastor no es "persona idónea para desempeñar el cargo de obispo". Las razones las buscaron en el comportamiento de Munilla cuando pastoreaba en Zumárraga, donde mostró, se dice, "desafección y falta de comunión con las líneas diocesanas".

Pero fue por aquellas actitudes por las que Munilla regresa a Guipúzcoa. Los nacionalistas, antaño católicos, han convertido al PNV en sujeto preferente de su comunión eclesial, y Roma busca otros caladeros. ¿Es política, como denuncia, bronco, el propio PNV? Es teología pastoral. Pura razón practica.

SCIAMMARELLA

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