Siete periodistas fueron asesinados en América Latina desde junio
La Asociación Mundial de Periódicos denuncia la persecución de reporteros
Siete periodistas han sido asesinados desde el pasado junio en América Latina, tres de ellos en Colombia, según un informe difundido ayer en París por la Asociación Mundial de Periódicos (WAN), que denuncia la persecución de los reporteros que cubren temas sensibles como la corrupción. Además de los tres colombianos, perdieron la vida un periodista en Salvador, otro en Honduras, otro en Guatemala y un séptimo en Paraguay.
Los periodistas en esa región continúan siendo víctimas "de asesinatos, amenazas y acoso" cuando investigan temas como la corrupción y el tráfico de drogas, criticó la WAN en su informe sobre la situación de los reporteros en el mundo.
En Colombia, los asesinatos en septiembre del periodista Javier Darío Arroyave y en octubre del fotógrafo Carlos Alberto Jamarillo y de su asistente Julio César García demuestran que los periodistas "siguen siendo blancos potenciales de la violencia", señala el informe.
Muchos periodistas han huido de Colombia en los últimos meses y quienes permanecen en el país recurren a menudo a la autocensura porque "temen por su vida y su seguridad", agrega.
La WAN recuerda el asesinato en septiembre del reportero Salvador Sánchez Roque en el Salvador y el arresto tres semanas después de su presunto asesino. Sin embargo, lamenta que en Honduras, "uno de los países más inseguros de América Central debido a la corrupción y al crimen organizado", el asesinato de Carlos Salgado en octubre haya quedado por el momento impune. Tampoco está resuelto el caso sobre la muerte en Guatemala del fotógrafo Jorge Alejandro Castañeda Martínez en julio, aunque se ignora si su desaparición "está ligada a su trabajo".
La WAN alude asimismo al asesinato del periodista radiofónico Tito Alberto Palma Godoy en Paraguay, en agosto, presuntamente "abatido por hombres con uniforme militar".
En México, los medios de comunicación son blanco de ataques violentos, como lo ilustra la muerte en octubre de tres vendedores del diario El Imparcial del Istmo, que levantó las protestas del sector de la prensa.
