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Reportaje:

La pesada ingravidez

Los problemas que ocasiona la falta de peso limitan la permanencia de los cosmonautas en el espacio

Desde que el soviético Yuri Gagarin inició, a bordo de la nave Vostok, la era de los vuelos espaciales tripulados, en abril de 1961, cerca de 200 cosmonautas han permanecido en el espacio en condiciones de ingravidez por mayor o menor tiempo. A pesar de esta considerable experiencia acumulada todavía siguen sin desentrañarse muchos de los procesos que se operan en el organismo durante su adaptación a la falta de peso. En la actualidad, la instalación de estaciones orbitales permanentes está mucho más limitada por la adaptabilidad del cuerpo humano a las exigencias que plantea la falta de gravedad que por cuestiones técnicas.La etapa crítica aparece en los siete primeros días de vuelo. Durante este tiempo los cosmonautas padecen el síndrome de adaptación al espacio, la llamada enfermedad del movimiento. Aproximadamente una tercera parte de ellos sufre mareos, vértigos, náuseas y pérdida del sentido de la orientación, además de alteraciones de la actividad cardiovascular y desajustes vestibulares. Sin embargo, estas molestias van desapareciendo progresivamente a medida que el organismo se adapta a estas condiciones.

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Pero esta situación crea un nuevo problema, ya que cuanto mayor es la adaptación a la ingravidez más problemas planteará la readaptación a las condiciones terrestres. Los astronautas que protagonizaron los primeros vuelos espaciales se sorprendieron tras el aterrizaje al comprobar que sentían el peso del cuerpo, tenían que esforzarse mucho para mantener la postura vertical y sus funciones locomotoras aparecían bastante alteradas. Y los efectos tardaron bastante tiempo en desaparecer.

En el espacio, los astronautas pierden el sentido de la orientación, de la verticalidad. No saben si se encuentran cabeza arriba o cabeza abajo, debido a que los otolitos (receptores sensoriales del oído interno) dejan de funcionar en la ingravidez. Por otra parte, en un vuelo de duración corta los cosmonautas pueden llegar a perder entre cinco y siete kilos de peso. Sin embargo, en vuelos prolongados no se ha presentado este problema.

Durante el tiempo que dura el viaje la estatura de los cosmonautas aumenta unos tres centímetros. Esto es debido a que los espacios intervertebrales, al verse libres de la presión a que son sometidos por la gravedad, se expanden. Pero este incremento real de la estatura desaparece en cuanto los astronautas regresan a la Tierra, ya que la gravedad vuelve a comprimirlos.

Desde que se iniciaron los vuelos espaciales, la principal preocupación médica de los científicos se orientó a controlar en cualquier momento del vuelo las alteraciones que se producían en los distintos órganos y sistemas. Con este fin se fueron diseñando aparatos cada vez más sofisticados, capaces de remitir a la Tierra, de forma instantánea, la información deseada, hasta conseguir un sistema polifuncional, capaz de registrar todos los datos fisiológicos importantes del organismo.

Por medio de un ecógrafo se han registrado datos claves para la actividad cardiovascular, como el diámetro de los vasos, el volumen de la circulación sanguínea en distintas partes del cuerpo y la cantidad de sangre que el corazón expele con cada contracción. El perfeccionamiento de estos chequeos médicos en el espacio ha permitido saber que pasadas unas cuantas semanas de vuelo las reacciones del sistema cardiovascular se estabilizan, tanto en situación de reposo como en los momentos de esfuerzo.

La ausencia de gravedad tiene repercusiones sobre el sistema de riego sanguíneo, que remite más sangre de la habitual hacia el tórax y la cabeza, en perjuicio de las extremidades inferiores. Al regresar los cosmonautas a la Tierra el volumen de la sangre puede ser insuficiente para llenar el cauce vascular, debido a que los vasos sanguíneos de las extremidades inferiores se estiran bajo la acción de la presión hidrostática de la sangre.

Se comprobó, asimismo, que la cantidad total de hemoglobina de la sangre disminuye en los primeros treinta días de vuelo. Pero

este fenómeno no fue observado en viajes de mayor duración. También se observó que disminuye la tensión arterial sin que se sepa la causa.

Cuando se conocieron estos resultados los médicos comenzaron a preguntarse si los efectos negativos que produce la ingravidez entre los cosmonautas aumentarían proporcionalmente a la duración de los vuelos. Sucesivos experimentos de larga permanencia en el espacio demuestran que este temor es infundado.

Y es que, pasado un tiempo, el organismo se va adaptando a las nuevas condiciones impuestas por la ausencia de gravedad, y llegado un momento se estabiliza. También se supo que prolongar la permanencia en la ingravidez no empeora la capacidad laboral de los cosmonautas ni su estado general, sino que, al contrario, los mejora.

El problema se presenta cuando los cosmonautas regresan a un ambiente de gravedad. A las dificultades en la circulación sanguínea se une el debilitamiento muscular. Para evitar estos efectos se diseñaron aparatos especiales que permiten ejercitar los músculos en la nave e imitar la presión hidráulica sobre la parte inferior del cuerpo.

Para completar el volumen disminuido de la sangre circulante los cosmonautas deben tomar mayores cantidades de agua y sal en los días anteriores al regreso a la Tierra en los vuelos cuya duración supera los quince días.

Tanto la Unión Soviética como Estados Unidos pretenden mantener estaciones orbitales tripuladas permanentemente, pero mientras Washington ha concentrado sus esfuerzos en el desarrollo de los transbordadores espaciales, Moscú se ha dedicado a formar tripulaciones con experiencia en misiones de larga duración.

El récord de 238 días de permanencia ininterrumpida en el espacio, establecido por cosmonautas soviéticos, responde a esta preocupación por el estudio de los efectos sobre el organismo de una estancia prolongada en el cosmos. El experto Oleg Gazenco asegura que en este intento por conocer los límites de permanencia en la ingravidez admisibles por el organismo sin alterar la salud fueron inofensivos debido al aumento paulatino de la duración de los vuelos y a un control médico riguroso.

Mejoras en el régimen de trabajo

De esta forma pudieron constatar que tras un vuelo de treinta días de duración en el Saliut 4 la fuerza física se restituía en un mes, es decir, mucho más lentamente que después de los vuelos de mayor duración en la nave Saliut 6, aunque en seguida, después del aterrizaje, el estado de los cosmonautas era aproximadamente igual en ambos casos. En esta diferencia influía también la mejora lograda en los sistemas de profilaxis, así como la conseguida en el régimen de trabajo y descanso.

Según Gazenko, durante la estancia de los cosmonautas en órbita no se detectaron enfermedades de ningún tipo, incluyendo las infecciosas. Las investigaciones permitieron deducir que al realizar la tripulación de la nave un entrenamiento especial y cumplir un régimen racional de trabajo y descanso, todas las alteraciones fisiológicas que se observan después de los vuelos de corta duración no progresan por el hecho de que aumente el tiempo de permanencia en el espacio. Esta conclusión es aplicable a estancias de hasta medio año.

En uno de los vuelos de visita a la estación orbital Saliut 7, se realizó un experimento basado en la utilización del yoga para obtener datos cuantitativos sobre el funcionamiento de los músculos del cuerpo humano en el espacio. Se trataba de estudiar la eficacia de estos ejercicios para prevenir la desfavorable influencia de la falta de peso en los músculos.

Mientras el cosmonauta indio Rakesh Sharma hacía sus ejercicios de yoga se hicieron comprobaciones acerca de la actividad de los músculos de su cuerpo. También se realizó un análisis biomecánico de los regímenes de trabajo de distintos grupos musculares, y se estudiaron las propiedades coordinadoras del sistema de dirección del movimiento y la influencia de los factores del vuelo en ellas.

Con el fin de que el organismo no olvide su adaptación a las condiciones de gravidez y no deje de practicar las funciones que suele cumplir en la Tierra, los expertos han desarrollado una serie de ejercicios que deben ser practicados por los cosmonautas durante las etapas de larga permanencia en el espacio.

Se trata de entrenamientos en veloergómetro y pista móvil, el uso de un traje especial en cuyo tejido se han insertado tiras elásticas de goma, y la utilización de un traje de vacío que crea presión negativa sobre la parte inferior del cuerpo, lo cual hace que la sangre afluya a los vasos de las piernas imitando la circulación sanguínea propia del organismo humano en condiciones normales de gravedad.

Fobia al espacio ilimitado

Otro problema importante es el que plantea la adaptación mental a las condiciones del espacio, totalmente atípicas para un terrícola. Por ejemplo, la inmensidad del cosmos puede provocar una fuerte sensación de agorafobia, el efecto contrario a la claustrofobia. Actualmente se concede una gran importancia a este aspecto y por eso los psicólogos participan en la organización del trabajo y la vida de los cosmonautas.

Con su asesoramiento se establecen regímenes racionales de trabajo y descanso en distintas etapas del vuelo. También se pide su opinión para establecer el régimen más idóneo de trabajo en las distintas etapas del vuelo, así como la forma de descansar que más contribuye a restablecer la capacidad de trabajo y la descarga emocional. El enfoque de los problemas de la medicina cósmica ha cambiado totalmente desde que se conocen las limitaciones que impone la gravedad. Se han modificado, por ejemplo, los criterios de selección y preparación de los astronautas. Mientras que al principio se requería una fuerte salud, ahora se valora fundamentalmente la capacidad orgánica de adaptación. Los resultados de las investigaciones realizadas para el desarrollo de la sanidad espacial se utilizan también en otros campos distintos de la medicina. Por ejemplo, los métodos fisiológicos y psicológicos de selección y preparación para actividades muy especiales, como las realizadas por controladores; aéreos, equipos técnicos que trabajan en un medio aislado en condiciones extremas, exploradores o deportistas).

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