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La plaga del caracol manzana lo resiste todo en el delta del Ebro

Cientos de miles de ejemplares sobreviven a los intentos de erradicar la especie - La desecación de 9.500 hectáreas durante cinco meses se demuestra inútil

Ni desecar la mitad del delta del Ebro (Tarragona) ni lanzar cal viva directamente sobre los canales de regadío: en los arrozales todavía permanece el mismo caparazón, imbatible. El caracol manzana sigue trayendo de cabeza a los agricultores por tercer año desde su aparición en el norte de España y amenaza con extenderse hacia el sur. Se trata de una especie muy resistente que se reproduce a gran velocidad, por lo que se expande lentamente pero implacablemente por la zona desde 2009, afectando a una extensión de 9.500 hectáreas. Ello pese al plan de la Generalitat, que ha destinado 3,5 millones de euros desde el año pasado para erradicar la especie mediante tratamientos inéditos: dejar sin agua durante cinco meses las 9.500 hectáreas del margen izquierdo del delta, donde la especie se ha asentado con fuerza, y llenar los desagües con cal.

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"Ningún país ha logrado erradicar esta plaga", advierte Ravindra Joshi, biólogo indio que desde 1980 estudia el caracol manzana y sus efectos sobre las cosechas. "Desde que se detecta la especie hasta que causa daños en los arrozales pasan unos cuatro años", señala, anticipando que el año próximo el delta empezará a afrontar los efectos del animal. "Y para entonces ya suele ser una catástrofe", señala Joshi.

"No sé qué haremos con este bicho", confiesa Hernán Subirats, el técnico de la Generalitat encargado del plan para erradicar la especie. "Al menos parece que no hay más que el año pasado. Si no hubiéramos hecho nada no quedaría ni una planta de arroz", señala. Pero el caso es que cientos de miles de ejemplares han sobrevivido a todos los tratamientos. Esta temporada, los expertos han aplicado uno con saponina: producto tóxico con efectos similares al jabón que se ha vertido a los campos desde helicópteros y tractores. El tratamiento, que cuesta unos 160 euros por hectárea, solo ha sido efectivo alrededor del 60%.

Y ni ha afectado a los millones de huevos de color liliáceo que inundan los canales y los márgenes del delta. "Un caracol manzana puede poner entre 400 y 500 huevos cada 10 días. A los ocho meses, las crías son fértiles: si empiezas a multiplicar puedes llevarte las manos en la cabeza", señala Subirats. No existe ninguna solución industrial para erradicarlos, solo queda zambullirse en el agua y destrozarlos con las manos. "Hemos probado un aceite que les corta la respiración. Pero las puestas están recubiertas por una mucosa, el aceite se agujerea y respiran por allí", lamenta Subirats.

En diciembre de 2010 se contabilizaron seis millones de caracoles en el delta del Ebro, según datos de la Generalitat. Unas 450 parcelas de arrozales permanecían afectadas por la plaga, 140 con un nivel muy grave, es decir, más de 50 ejemplares por metro cuadrado. En una noche, dos caracoles pueden comerse 400 raíces de arroz, el equivalente a una parcela.

"No es un logro menor: por ahora se ha salvado al resto del país y del continente. Pero en el delta ya no se podrá erradicar", señala Joshi, quien subraya que el caracol manzana provoca destrozos por valor de decenas de miles de millones de euros al año en todo el mundo. "Me sorprende que el Gobierno español y la UE no presten más atención a la plaga", añade.

La Generalitat ha destinado a 77 personas para frenar la expansión del animal y evitar a toda costa que pase al hemisferio derecho del delta. Pero este molusco invasor puede avanzar, incluso, reptando aguas arriba. Subirats dice que es la peor invasión que ha sufrido la zona, ya amenazada por otras especies. Aún así, confía en encontrar antes de final de año una solución para las puestas y mermar la población de caracol manzana. "Si lo logran, España habrá sido el primer país del mundo capaz de avanzar en la erradicación de la plaga", cuestiona Joshi.

Ejemplar de caracol manzana de unos doce centímetros, en un desagüe del delta del Ebro.
Ejemplar de caracol manzana de unos doce centímetros, en un desagüe del delta del Ebro.JOSEP LLUÍS SELLART.

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