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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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El prícipe y la corista

Seguro que ustedes vieron hace poco, por el telechisme, El príncipe y la corista, celuloide rancio con la nutritiva Marilyn y el carroza Lawrence Olivier. La cosa acaba de hacerse real como la tele misma, a nivel Generalitat, entre Tarradellas y Bárbara Rey, que ha sido recibida por el presidente catalán. Me lo dio tío Oscar en la cárcel de Reading, donde él estaba por bujarrón y yo por quinqui:-My darling, la naturaleza imita al arte o, más exactamente, va a la zaga del arte, que es que los analfabetos siempre me citan mal.

Tarradellas, que tiene una cosa de Frankenstein bueno y de De Gaulle ampurdanés, ha decidido dar de cenar en su casa-palacio, puesta a lo Bearn, a lo Lorenzo Villalonga, a esta murciana de dinamita que es María García García, Bárbara Rey mon amour. No sé si es un gesto mondaine del príncipe civil hacia la supercorista nacional o un homenaje que Cataluña le hace, a través de su presidente, a todos los murcianos, andaluces, extremeños, pueblos del Estado español que se parten la tabla del pecho como mano de obra, en la gran industria catalana, y encima se les desarraiga de la única raíz cultural, histórica, alta y limpia del hombre: el idioma, según ha denunciado Jiménez Losantos.

El otro día he estado almorzando en Andratx, el pueblo mallorquín de Baltasar Porcel -biógrafo de Tarradellas-, con Nicole Blanchery, Sergio Otzoup, Cantero, Oriol y Coral Maspons.

Tengo que preguntarle a Baltasar -no estaba ese día- si Tarradellas rinde homenaje a las piernas berkshire de Bárbara o a los murcianos y proletarios de España que se hacinan en Pueblo Nuevo. No conozco al presidente y, por tanto, no sé si esto es un episodio casto y civil del príncipe y la corista, donde Tarradellas hace de Olivier grandón, y Bárbara, de Marilyn estilizada, o es. una recepción ofical, un reconocimiento al charneguismo en su versión más deslumbrante y glamourosa: Bárbara, que ha ido, valiente como es ella, a la conquista de Barcelona.

Conozco mal a Tarradellas, pero conozco bien a Bárbara. Entre el príncipe y la corista está Adolfo Suárez, UCD, una abstracción política y madrileña con la que ambos se han entendido bien. Sin Suárez, para qué vamos a engañarnos, Tarradellas no estaría donde está. Y a lo mejor la ucedista Bárbara, tampoco.

¿Porqué ha invitado Tarradellas a Bárbara para cenar con su santa esposa? Puede ser un homenaje a Madrid, a este Madrid filipense que le ha puesto magnánimamente donde está, donde tenía que estar, donde no podía menos de estar. Puede ser un homenaje a la periferia, a la tierra adentro, a ese sobrante de península que queda más allá del Ebro, más arriba o más abajo, y que labora más que ora por la Cataluña grande de siempre. ¿Puede ser una ironía? Bárbara no es Irónica, salvo cuando se trata de la Cantudo, y me temo que Tarradellas tampoco, ni siquiera tratándose de la Cantudo.

¿Por qué ha acudido Bárbara mon amour a cenar con Tarradellas? Bárbara es pueblo desclasado, pueblo asumido, pueblo que triunfa y olvida sus orígenes, sus derechos y luchas de clase, aunque permanezca encadenada a Totana por sabrosas cadenas de longaniza, que a veces he probado en su casa, con el queso, los tomates y el tocino que le manda su madre. El encuentro del príncipe civil y catalán con la supercorista tercer mundista, subdesarrollada y esbeltísima es un encuentro raro y sugestivo en el que no habrá habido de qué hablar, la conjunción de astros en el cielo de UCD, en la remota noche catalana. ¿Pensaba él, pensaba ella en los murcianos emigrados, emigrantes, inmigrantes, que fabrican nylon y tervilor en Cataluña y luchan con una lengua extraña que ha pasado de la ergástula política al Imperialismo económico? Mucho me temo que no.

Los príncipes y las coristas de este mundo no se encuentran para hablar de la lucha de clases. Se encuentran para la gastronomía y, en este caso, ni siquiera para el amor, porque él es viejo y ella es muy suya. Si lo sabremos aquí, en Madrid.

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