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Reportaje:

Cómo se puntúa a un discapacitado

Terapeutas de las comunidades autónomas evalúan los grados de dependencia para otorgar las ayudas reconocidas en la ley

Ana Pantaleoni

Alberto mueve sin cesar la grabadora y se la acerca a la oreja. Rebobina y vuelve a darle al play. Cuando quiere cambiar de cara, ofrece el aparato a su padre, Gregorio. Él solo no puede. Su grabadora está atada a la silla de ruedas para que no caiga al suelo. Alberto Marcos Román tiene 22 años. Sufrió una lesión cerebral al nacer. No habla y no puede ver. Tiene visita. Mónica Ramos le va a hacer una entrevista para valorar su grado de dependencia y comprobar si se puede acoger ya a la nueva ley.

Mónica es terapeuta ocupacional. Realiza unas cinco valoraciones al día. Se presenta a Alberto y a sus padres, Gregorio y Otilia: "Solicitasteis valorar a Alberto para saber su nivel de dependencia. Tenemos que ver cómo desarrolla las actividades en la vida diaria". La terapeuta inicia el cuestionario preguntando por su dieta. Sigue paso a paso el baremo. El resultado final se calculará tras introducir todos los datos. ¿Cómo come Alberto? "Normalmente le damos la comida triturada o rallada. Trabajamos para que tenga autonomía para comer y con la fruta le ayudamos a acercar el tenedor a la boca. Así se siente más útil".

Al menos 132.712 personas han pedido ya su valoración de dependencia

Alberto es el único hijo de Oti, como la llama todo el mundo. Ella es una mujer positiva, pese a las circunstancias. "Él escucha todo, pero no puede hablar. Al principio fue un palo. Todos queremos tener el hijo perfecto". Sin embargo, se siente afortunada porque siempre ha contado con ayuda profesional y el apoyo incondicional de su marido. Mónica prosigue el cuestionario: "¿Se atraganta con los líquidos?". Oti dice que no. "¿Se puede llevar un vaso a la boca?". No, ni tampoco puede beber con paja. "¿Y la higiene personal?". "Colabora poco, pero le encanta el baño. Lo bañamos entre su padre y yo. Tenemos pendiente adaptar el baño y poner una ducha, pero como es bajita, todavía podemos meterle en la bañera", explica Oti.

Por la noche, Alberto duerme con una baranda en el borde de la cama, en una habitación amplia, con fotos y algunos libros como el del juego del tacto. Alberto sale cada día de casa, en la Villa Olímpica de Barcelona, minutos antes de las ocho. Un autobús lo lleva al centro ocupacional. A las seis, regresa. Por las tardes, sus padres o un amigo que estudia educación especial lo llevan a pasear. Le encanta dar paseos por la playa. Mónica pregunta a los padres si hay alguna actividad en la que se muestre más agresivo: "Es un chico muy agradecido. Come de todo y le gusta el agua", dice Oti. Tras una larga lista de preguntas durante casi una hora, Mónica explica a los padres de Alberto los pasos a seguir. "Los datos recogidos pasarán directamente a una comisión de valoración, que discutirá el caso y emitirá el dictamen. Si el resultado supera los 75 puntos, se enviará una carta con una resolución que indica que la persona tiene un grado III. Después deberá ponerse en contacto con los servicios sociales de atención primaria para elaborar conjuntamente el programa individual de atención". Desde que la persona recibe la solicitud hasta que se realiza la valoración no pueden pasar más de tres meses, según dicta la norma.

Al menos 132.712 personas han solicitado su valoración de dependencia hasta el momento.Éste es el paso previo para acogerse a las ayudas que, en una primera fase, sólo recibirán las personas con mayor grado dependencia. "Cuando nació Alberto cobrábamos una ayuda de 6.000 pesetas al mes hasta que cumplió 18 años. A partir de ese momento, pasamos a cobrar una prestación por hijo a cargo que ronda los 500 euros", relata Oti. Ex empleada de la Renfe, decidió estudiar Trabajo Social a los 48 años. Habla de la nueva ley. "Estoy contenta por el reconocimiento legal de la dependencia", dice. "Lo más importante es descargar a las familias con recursos".

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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