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Reportaje:

Los riesgos de nacer antes de tiempo

Uno de cada 10 bebés que nacen en España es prematuro, una situación en la que la atención específica es vital para evitar secuelas

María R. Sahuquillo

Cuando Patricia nació, su madre, al verla, pensó que no sobreviviría. Pesaba 750 gramos y tenía 31 semanas de gestación. Pasó del vientre materno a la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital donde nació, el 12 de Octubre de Madrid, su segundo hogar y la que sería su casa durante las siguientes 16 semanas. "El primer día no fui capaz de tocarla. No parecía un bebé, era impresionante", cuenta Isabel. A los ocho días de llegar al mundo, seis semanas antes de tiempo, la tuvieron que operar de corazón. Pesaba 520 gramos. "No fue el único susto que nos dio. Yo estaba el día entero con ella en la UCI, y mi niña se paró dos veces en mis brazos", explica su madre con voz temblorosa.

"Son niños que antes se morían. Ahora, gracias a la ciencia, viven", dice una madre

De cada 100 niños que nacen en España, 10 son prematuros y dos muy prematuros. Una cifra que se ha incrementado un 13% en los últimos tres años, según la Sociedad Española de Neonatología. Un aumento debido sobre todo al incremento de la reproducción asistida, según Carlos Paredes, jefe de la Unidad de Neonatólogos del Hospital Clínico Universitario de Valencia. "También influye mucho el aumento de nacimientos entre la población inmigrante, cuyos embarazos suelen acabar antes porque se hacen menos controles", dice Paredes.

Mientras Isabel habla, se escucha a Patricia trajinar en el piso de arriba. Es una niña alta y espigada de nueve años. "Ahora es de las más altas de su clase, quién lo iba a decir", ríe orgullosa. Aún en la UCI, Patricia tuvo una bronco displasia pulmonar que aún arrastra. Tuvo que llevar oxígeno hasta el año y medio. "Me fui a casa con una niña que no pesaba ni un kilo y medio y una botella de oxígeno. Era el día que tenía que haberme incorporado al trabajo", cuenta Isabel. No trabajó: estuvo de baja por depresión seis meses. Tiempo que pudo cuidar de su hija. Más tarde, Isabel descubrió la existencia de los Centros de Atención Temprana, donde se estimula a niños con deficiencias o prematuros. "Un trabajo importantísimo para saber los problemas que tienen y paliarlos a tiempo", según el doctor Paredes. "Estos centros y las técnicas que hoy día existen en los centros neonatales aumentan mucho la calidad de vida de estos niños", afirma. "Hace poco, unos amigos me mandaron fotos de un bebé que nació en Estados Unidos con 283 gramos de peso y 21 semanas", explica Isabel. Habla de Amillia Taylor, la niña más prematura del mundo, que nació en octubre. Isabel y la mayoría de padres de niños prematuros la definen como "un milagro". Todos conocen el caso. "Cuando tienes un niño prematuro, te sensibilizas. Hay una conexión", cuenta. Así fue como Isabel coincidió con Macarena y con María. "Éramos vecinas, pero apenas nos conocíamos. Isabel se enteró de que había tenido una niña prematura y vino a verme", recuerda Macarena.

Hace sol, y María y sus hermanos juegan en el jardín de su casa. María tiene cuatro años y pesa 10 kilos. Es tan menuda y bajita que impresiona verla balanceándose por encima de la verja de su casa en el columpio. Nació con 31 semanas de gestación y apenas 900 gramos de peso. "Fue un caso agudo de interrupción del crecimiento intrauterino", explica Macarena. "Cuando me la estaban sacando les pregunté si estaba viva. No lo sabían. Se la llevaron enseguida a una incubadora en la UCI", recuerda. Allí estuvo un mes. Tenía el sistema digestivo inmaduro y tuvo que alimentarse por una sonda. "La sedaron para que no llorara, tenía el organismo tan débil que les deba miedo de que le estallara algún vaso sanguíneo y le quedasen secuelas", recuerda Macarena.

María se ha bajado del columpio. Macarena le acaricia el pelo. "La primera vez que la vi pensé que no sobreviviría", dice su padre, Nacho. Poco le faltó. A la semana de nacer cogió una bacteria y enfermó. "Casi se muere. Los prematuros son niños muy sensibles a las enfermedades oportunistas", dice Macarena. "Mira los niños del hospital 12 de Octubre. Hay que tener mucho cuidado", asegura, en referencia a los tres prematuros que fallecieron en pasadas semanas al contagiarse por una bacteria. "Si no fuera por la técnica... Son niños que antes se morían y que ahora, gracias a la ciencia, viven", subraya.

María siguió acarreando las secuelas de haber nacido antes de tiempo. Virus estomacales, huesos poco desarrollados. Hace dos meses comenzó un tratamiento con hormona de crecimiento. No pudo salir de casa hasta los seis meses. Como todos los prematuros de extremado bajo peso -los que nacen con menos de un kilo- son muy sensibles a los virus por contacto exterior. "La familia no podía venir a verla, ni siquiera su hermano podía acercársele. Nosotros teníamos que usar mascarilla", cuenta Nacho. La niña necesitaba demasiados cuidados y Macarena tuvo que pedir un año de excedencia.

Martín y Alejandro, mellizos, nacieron con 33 semanas y 1.800 gramos de peso. "Eran como ratitas. Ahora no se dan ni un aire", explica Jerónimo, su padre. Mientras su padre habla, Martín, de cuatro años, ha traído un álbum de su habitación. "Es de cuando nació. Mira cómo eran", dice orgulloso. Dos niños amoratados y muy pequeñitos observan desde la fotografía. "Y eso que eran de los grandes. Allí había niños de 800 gramos", asegura Elena, su madre. "La primera vez que les vi, me quedé espantado. Canijísimos, llenos de sondas. Eran todo cabeza", cuenta Jerónimo. Estuvieron 22 días ingresados en la UCI, hasta que cogieron peso suficiente y pudieron irse a casa. "No te imaginas lo que costaba que cogieran unos gramos", explica su padre. Como todos los recién nacidos, los prematuros pierden peso al nacer. Martín y Alejando llegaron a pesar un kilo y medio. "La mayor pesadilla era que se tomaran el biberón. Que te dijeran el peso era como un examen", recuerda Elena.

Martín pasa las páginas de su álbum de recuerdos. "Mira, eran tan pequeños que teníamos que comprarles ropita de muñeco. La ropa y los pañales de prematuros les quedaban grandes", ríe Jerónimo, y muestra una foto en la que los dos bebés llevan una camiseta que pone "Baby born".

Martín y Alejando no tienen secuelas. "Lo único es que son un poco más menudos que los niños de su edad. Y que empezaron a hablar más tarde", dice el padre. Sus hijos dibujan laboriosamente en el salón. "No, un sol no es así. ¡Trae!", le dice Martín a Alejandro. "Ves, son niños normales", dice Elena, "con sus peleas y todo".

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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