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Entrevista:SANJUANA MARTÍNEZ | Premio al mejor trabajo de investigación | Premios Ortega y Gasset

Contra el silencio y la autocensura

Sanjuana Martínez (Monterrey, 1963) fue durante cuatro años reportera en El Vaticano. Allí conoció el primer caso de pederastia clerical. El protagonista era Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, a quien una víctima se atrevió a denunciar rompiendo así un silencio de 40 años. Tiempo después, en Estados Unidos y siendo ya madre de dos niños -"con el compromiso personal de mujer, madre y católica"-, se topó con una víctima de tres años. Tiró del hilo y llegó, ya en Monterrey, hasta la más alta jerarquía eclesiástica.

Con todas las investigaciones bajo el brazo ofreció el reportaje al diario Proceso, en el que llevaba trabajando 18 años, y la respuesta fue el despido. "Me recomendaron que abandonara el tema, que no me metiera con un cardenal. Perdí el empleo. Fue muy triste. Me vi en la orfandad. Comprendí que en México el verdadero peligro para un periodista no es perder la vida, sino el trabajo". Pero Sanjuana no se rindió. Pasó a ser free lance y tuvo la oportunidad de trabajar sus propios temas "sin imposiciones de la censura o la autocensura".

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Premio al periodista comprometido

Sus reportajes, que le han valido el Premio Ortega y Gasset al mejor trabajo de investigación, vieron la luz finalmente en el diario La Jornada. "Es un premio a todos los periodistas mexicanos que no están dispuestos a trabajar en el género del silencio y la autocensura del Gobierno de Felipe Calderón".

Sus investigaciones han sido recopiladas en dos libros: Manto púrpura y Prueba de fe. Este último, con el prólogo del obispo Raúl Vera, cercano a la teología de la liberación. "Todo está documentado. No me he permitido la más mínima libertad de opinión", aseguró ayer Sanjuana desbordando vitalidad, compromiso social y crítica política. "La Iglesia católica funciona en México como una verdadera organización criminal en el tema de la pederastia. Con unos códigos basados en la protección delictiva del agresor y en la acumulación de la riqueza. La jerarquía eclesiástica mexicana no ha aceptado ninguno de los cerca de 100.000 casos de presunta pederastia denunciados".

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